miércoles, 17 de octubre de 2012

Nombres de barcos -3-

Seguimos la serie con los nombres y las historias de algunos barcos.


 
Pampero
Entre tantos barcos con este nombre quiero recordar al hermoso clase Dragón con el que la tripulación comandada por Jorge Salas Chávez consiguió un diploma olímpico para nuestro país en los juegos de Melbourne de 1959.


El mismo nombre tiene también una clase de pequeños veleros, de 3,75 m de eslora y 145 Kg de peso, con amplia difusión en la Argentina. El que esto escribe compartió uno hace años, con Jorge Latzke: el Tehuelche, que todavía navega por las aguas del sur argentino y con el que nos cansamos de salir últimos en innumerables regatas (nos dieron en un par de ocasiones las llaves del golfo Nuevo, para que lo cerráramos a nuestro arribo…).


Se llama pampero a un fuerte viento del sudoeste, que durante el verano es capaz de llegar con inusitada rapidez y soplar con extraordinaria violencia. Generalmente acompañado con lluvias, si no lo está, se lo llama pampero seco.
Citado en casi toda la literatura gauchesca, me permito recordarlo en una obra  de Rafael Obligado (Argentina-1851/1920)

Al Pampero
Hijo audaz de la llanura
Y guardián de nuestro cielo,
Que arrebatas en tu vuelo
Cuanto empaña su hermosura:
¡Ven y vierte tu frescura
De mi patria en el ambiente!
¡Ven y enérgico y valiente,
Bate el polvo en mi camino,
Que hasta soy más argentino
Cuando azotas en mi frente!

Alfard
Así se llamaba el yate ganador de la primera Regata Buenos Aires – Río de Janeiro, corrida en 1947.
En árabe, significa: la solitaria o el solitario.
Es una estrella de 2ª magnitud (1,98), perteneciente a la constelación de la Hidra. La Hidra, era la serpiente mitológica que fue vencida por Hércules en uno de los doce trabajos. Tenía siete cabezas y Hércules se las fue cortando una a una.

 
Sirio
Así se llamó uno de los barcos del gran Vito Dumas, diseño de otro grande: Manuel Campos.
El nombre significa: el que adora el sol.
Es la estrella más brillante, famosa y admirada de todo el firmamento. Es una doble y pertenece a la constelación del Can Mayor.
Su magnitud es -1,46 (le siguen Canopus, -0,72 y  a-Centauro; también llamada Rigel Centaurus, -0,27).
Una perlita: por ella llamamos “canícula” al verano o a los días de mucho calor.
En efecto, los egipcios recién la veían cuando se aproximaba el verano, dado que es una estrella del hemisferio sur celeste. Cuando la veían, tenían la certeza que se venía el verano, y como pertenecía al “Can”, venía la “canícula”.

Baccareca
Un lindo Magic 33 que ahora amarra en La Plata. Es un anagrama formado con los nombres de los barcos anteriores de sus primeros dueños: Baccarat y Careca.
Baccarat, lugar de Francia, célebre por la calidad de los cristales que se manufacturan allí, tanto que ha pasado a ser sinónimo de cristalería muy fina.
Veamos por ejemplo este tango, “Por la vuelta”, de Cadícamo y Tinelli, de 1938:
...
los dos brindamos por la vuelta,
tu boca roja y oferente
bebió en el fino bacarat...

Y Careca, es el sobrenombre que se da en Brasil a los calvos o pelados. (Probablemente por cierta característica fisonómica de su propietario, un conspicuo hincha de Boca Juniors.)

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domingo, 14 de octubre de 2012

Fernando Pessoa y Carlos Fuentes

Heterónimos, ortónimos y homónimos


Fernando Pessoa (1888-1935), el gran escritor portugués, empezó a publicar a través de sus heterónimos (Álvaro de Campos, Ricardo Reis, Alberto Caeiro y Bernardo Soares entre los más conocidos). Los heterónimos son algo más que simples seudónimos, son autores casi reales, incluso les creó una biografía propia, un otro que escribía a través de Pessoa. La obra que firmó y escribió como él mismo, como su ortónimo, estaba muy influenciada por doctrinas religiosas, la teosofía, por el esoterismo y las sociedades secretas.


En oposición a esto, varias obras del gran escritor mexicano Carlos Fuentes (1928-2012) parecen (a mi modesto entender) haber sido escritas por diferentes escritores, todos homónimos suyos. Están firmadas por él mismo, pero hay varios Carlos Fuentes, cada uno con su propio modo de escribir; a punto tal que es difícil reconocerlo (o hallar un estilo propio) aún en obras escritas el mismo año.
Parece imposible que el autor de La muerte de Artemio Cruz (1962) (donde aparece el que creemos reconocer como auténtico) sea el mismo que escribió Aura, también de 1962. Si diéramos a leer esta última -a quien no la conoce-, diciendo que  el autor es Marco Denevi, tengo la certeza que más de la mitad de la cátedra se comería el sapo.
Lo mismo es válido para su novela Cumpleaños (1969). Si dijéramos que su autor es Jorge Luis Borges, causaría más extrañeza por el hecho sabido de que Borges no escribió novelas que por las diferencias de temática y estilo entre uno y otro.

En este sentido, en algunas de sus obras Fuentes se parece a Zelig, el personaje de la película de Woody Allen, que adopta la personalidad de su admirado con una rapidez pasmosa.
No hay menoscabo alguno en estos comentarios, por el contrario, hay un reconocimiento a su extraordinaria versatilidad que le permitía pasar de un registro a otro, de un guión cinematográfico a un cuento, de una obra de teatro a una novela. Es como si Fuentes se pusiera frente a cada nueva obra diferentes máscaras. No es casual que su primera obra se llamara Los días enmascarados (1954).

Enmascarado o no, voluntaria o involuntariamente uno de sus temas preferidos era el de la identidad y le gustaba jugar y regodearse en él. Precisamente en Una familia lejana (1980), dos de los personajes principales, Hugo y Víctor Heredia (padre e hijo) practican un juego: al llegar a cualquier ciudad buscan en la guía telefónica sus nombres. Gana el primero que encuentra un homónimo. Y toda la novela se sostiene en las coincidencias que el azar, los sueños y la historia funden en la búsqueda de la propia identidad.
Un punto culminante de la relación de Fuentes y su ocasional homónimo está en Los años con Laura Díaz (1999) y en Los 68 (2005): ambas obras comparten unas 20 páginas, palabra por palabra. ¿Será que alguno no le avisó al otro? ¿O el editor apuraba y manoteó lo primero que encontró?



Fuentes frente a su caricatura en el mural que Rep (Miguel Repiso) hizo en Casa América en Barcelona.
Varios Pessoa por el dibujante paulista Baptistao.

Aquí pueden leer Tabaquería, poema de Álvaro de Campos.
http://gustavo-campos.blogspot.com.ar/2010/11/tabaqueria-fernando-pessoa.html
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jueves, 11 de octubre de 2012

Cuentos para Químicos, Físicos y otros indeseables - Humor


Para la mayoría de la gente una solución es una respuesta a un problema.
Para los químicos no es más que agua sucia.

Cómo se hace una solución molar:
Se echa un diente en un vaso de agua.

¿Por qué los osos blancos se disuelven en agua?
Porque son polares.

¿Sabés por  qué no formás parte de la solución?
Porque sos muy precipitado.

¿Qué sonido hace un electrón al eructar?
¡Bohr!

¿Qué ruido hace un fotón al caer?
¡Planck!

Va un átomo caminado por la calle con cara de preocupación. Otro átomo, conocido suyo, lo ve y le pregunta:
-Qué tal amigo, ¿Qué pasa que andás tan contrariado?
-Es que perdí un electrón…
-¿Estás seguro?
-Sí, estoy completamente positivo.
 
Para terminar:
El verdadero número Л
Contrariando a lo que todo el mundo cree saber, el número Л no es la relación entre la circunferencia y el diámetro sino entre el valor real que usted tuvo que pagar y lo que el arquitecto le presupuestó por esa “pequeña reforma del baño y la cocina”…
 


 
Con aportes de Marteína, Luján Latzke, Kiko Garrido y vaya uno a saber quién más.
Las ilustraciones, un canario matemático y un auto para matemáticos (el Mazda 3,141589...) las tomé de http://www.geek.com.mx/tag/matematicas/
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domingo, 7 de octubre de 2012

Marcianos


El responsable de que siempre que pensemos en seres extraterrestres sean “marcianos” es Herbert George Wells, que en 1898 publicó la novela La guerra de los mundos (The war of the worlds). Por primera vez, en la literatura, la Tierra recibe un cohete o artefacto, enviado desde Marte, del que bajan unos seres muy industriosos, similares a grandes pulpos, que llevan atrás una especie de bolsa metálica donde colocan a los humanos que capturan.
No se preocupen, los invasores mueren todos víctimas de enfermedades, transmitidas por nuestras bacterias más comunes, contra las que no tienen inmunidad.

Esta es la novela de la que Orson Welles hizo, en 1938, su famosa adaptación radiofónica, cambió el lugar de desembarco –Nueva Jersey por Londres– y desató el pánico al leer, con voz de noticia urgente, la “invasión alienígena de la Tierra”. La ingenuidad del público, que aún no conocía los manejos de la información, el totalitarismo comunicacional norteamericano ni las mentiras del grupo Clarinete contribuyó al éxito de Welles, que debió salir a pedir disculpas públicas.
La misma broma se repitió 11 años después, en 1949, en una transmisión de un radioteatro en Ecuador, con graves consecuencias: primero cundió el pánico, pero cuando los oyentes cayeron en la cuenta del engaño se sintieron burlados, rodearon el edificio de Radio Quito y le prendieron fuego.

El astrónomo italiano Cassini había medido, hacia 1670, la duración del día y las estaciones del año en Marte.  Su colega Schiapparelli, en 1877, observó  unos canales que podían indicar antiguos cursos de agua. El inglés Percival Lowell (que al parecer tomaba demasiada ginebra) sugirió poco después que esos canales podían ser un sistema de irrigación creado por seres inteligentes.  A este ambiente se sumó la novela de Wells y de allí la necesidad de ir a ver que pasaba en la casa de nuestros vecinos se hizo irresistible. La ola se propagó por décadas y llegó impregnar todas las disciplinas.
“Marcianita… blanca o negra  quiero una chica de Marte que sea sincera…” cantaba en 1960 Billy Cafaro al tope de todos los rankings.

Desde fines de agosto de 2012 un artefacto robot, el Curiosity, enviado por la NASA está explorando con éxito la superficie de Marte, luego de viajar 600 millones de kilómetros en 200 días, donde “amartizó” luego de una compleja maniobra.
Por muy importante  que sea la misión, la noticia ha sido presentada de modo que el público piense que es un logro único. Sin embargo –y sin que esto signifique desmedro alguno– ya ha habido misiones anteriores exitosas y de la misma agencia espacial norteamericana, la NASA.
Como todas las grandes empresas, la exploración de Marte es fruto de una suma interminable de trabajos que viene desde hace siglos y continúa. No se entiende por qué se quiere presentar  la muy importante misión Curiosity  como si fuera única y pionera.
¿Tendrá algo que ver con el tratamiento de la noticia la proximidad de las elecciones de noviembre en EEUU?


La exploración de Marte con naves comenzó en 1963 con la Marsnik I, primera misión soviética exitosa. La sonda pasó a 190.000 km y siguió viaje. La Mars 2 de 1971 fue la primera en orbitarlo. La Mars 3 puso el primer artefacto en el suelo de Marte, pero transmitió sólo durante 20 segundos.
Las sondas norteamericanas Mariner 4, 6 y 7 pasaron cerca del planeta y transmitieron los primeros datos en 1965 y 1969.  En 1971 la Mariner 9, poco después de la misión soviética, pudo orbitar alrededor del planeta rojo y detectó vapor de agua en su atmósfera. Después las naves Vikings llegaron a relevar el 95 % de la superficie del planeta.
Una serie de fracasos posteriores demoraron 20 años la continuidad de las experiencias.
En el 2003 la Agencia Espacial Europea puso la Mars Express con un módulo de aterrizaje, el Beagle 2 y la NASA bajó 2 vehículos todo terreno: Spirit y Opportunity.
El primer vehículo en el suelo de Marte, el Mars Pathfinder lo colocó la NASA en 1998 y operó durante varias semanas.


Habiendo empezado este artículo con una invasión literaria de la Tierra, podemos cerrarlo con una mención a las Crónicas marcianas de Ray Bradbury, relatos de 1950 enmarcados en una devolución de atenciones: la colonización de Marte por parte de los humanos que provoca la caída y extinción de la civilización marciana.
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miércoles, 3 de octubre de 2012

El mar no lo sabe


Veníamos haciendo apuestas sobre el momento en que nos alcanzaría el pampero cuyo cigarro, a proa, se agrandaba cada vez más. El barco navegaba tranquilo, con rumbo oeste, a unas 8 millas de Juan Lacaze (ROU). Serían más o menos las tres de una tarde de fines de febrero del 2005. Por babor, desde hacía rato, se acercaba un velero “grande” al que mirábamos con cierta envidia.
Empezamos a tomar las precauciones del caso: achicamos dos rizos en la mayor y colocamos un tormentín en proa. El otro bajó toda su mayor y dejó sólo un tormentín. Eso nos hizo dudar acerca de nuestra decisión, si “ellos” con un bicho tan grande achicaban tanto, ¿no estaríamos subestimando la fuerza de lo que se venía?

La respuesta llegó en minutos, se largó el viento, el Rebelde lo aguantaba lo más bien y no sólo eso, con los dos barcos a la par empezamos a sacarle una pequeña ventaja al grandote.  Como la cosa se puso incómoda, decidimos entrar a buscar refugio en el Puerto de Sauce y lo mismo decidieron nuestros vecinos.
Después de amarrar nos arrimamos al otro barco: resultó ser el Cambá II, un Match 42, velero oceánico, diseño de Germán Frers (h) que se cansó de ganar regatas. Capitaneado por Jorge Fernández Viña acababa de salir segundo del Fortuna III en la XXI Regata Oceánica Internacional Buenos Aires – Río de Janeiro y estaba en el viaje de regreso a su casa. Nos felicitamos de la decisión de entrar a puerto en busca de abrigo y ahí nos mostraron las heridas que se le habían hecho en aquella lucha: las landas de babor se habían dañado en una tormenta y ellos improvisaron una sujeción abulonando un par de chapas al casco. Esa era la razón por la que achicaron tanto el paño, lo único que les interesaba era llegar a su amarra en San Pedro para hacer la reparación adecuada.

Le hice notar al patrón que, a mi poco entender, esa jarcia estaba dimensionada con lo justo, que nuestro barco, con la mitad del tamaño, era más robusto y los obenques tenían casi igual sección que la del suyo. Entonces me contó esta anécdota:
Cuando Germán Frers (h) lo estaba diseñando, el padre –también él diseñador, ya retirado- le hizo notar que “algunas cosas eran demasiado livianas, finitas o esbeltas para aguantar temporales fuertes”. Germán (h) le contestó que el barco “debía ser liviano porque tenía que ganar regatas”, a lo que Germán (p) respondió: “Estoy de acuerdo, el problema de eso es que el mar no lo sabe”.