Salvo para unos pocos afortunados, el oficio de escritor es ejercido junto con otros realizados paralelamente. Demos una mirada a esas actividades sin intenciones polémicas sino más bien con espíritu curioso y clasificatorio.
El periodismo y la enseñanza de las letras predomina, como era previsible, como una de las actividades alternativas más difundidas entre los escritores. También la abogacía y el psicoanálisis (desde la segunda mitad del siglo XX en la Argentina) son un semillero de autores, cosa entendible ya que se trata de gente que trabaja en estrecha relación con las palabras.
Pero no todos tienen oficios relacionados; Antonio Dal Masetto, por ejemplo, fue albañil y pintor de obras; Joseph Conrad, Capitán de barcos mercantes; y uno de los grandes poetas españoles, Miguel Hernández, pastor de cabras.
Es larga la lista de escritores que además eran jueces o diplomáticos, pero aquí la relación se invierte: la actividad principal es tan descansada, reposada y llena de tiempos libres, que la escritura deja de ser la subsidiaria. El tema jueces, diplomáticos y otras alimañas versus literatura es bastante jugoso y tiene mucha tela para cortar, por lo que amerita una próxima entrada sólo para él.
Hoy
quiero hacer hincapié en otro oficio muy relacionado con la escritura, pero en
segundo grado: el de ferroviario. Por alguna misteriosa razón, o sin ella,
numerosos escritores son hijos de ferroviarios. Veamos:
María Elena
Walsh,
poeta y música argentina. Su padre era un funcionario inglés de los
ferrocarriles: era el jefe de la Estación Ramos Mejía, en la que residía con su
familia.Camilo José Cela, el escritor español premio Nobel, autor de La colmena y de La familia de Pascual Duarte, de padre español y madre inglesa, tenía un abuelo, John Trulock, que fue gerente de la primera línea ferroviaria gallega.
Manuel J. Castilla, gran poeta argentino (padre de otro poeta, el Teuco Castilla), autor de El gozante y de muchas canciones folklóricas, era hijo de ferroviario, del jefe de la estación Alemanía (sí, con acento, Salta- Argentina).
Pablo Neruda, el poeta chileno premio Nobel, era hijo de un ferroviario de Temuco.
Daniel Salzano, poeta y periodista cordobés (Argentina) tiene doble ligazón con ese oficio: es hijo y nieto de ferroviarios de los Talleres de Cruz del Eje.
Rainer María Rilke, poeta chechoeslovaco, era hijo de un militar y oficial ferroviario.
Pär Lagerkvist, escritor sueco premio Nobel 1951, autor de El enano y Barrabás, era hijo de un jefe de estación de ferrocarril en el sur de Suecia.
Atahualpa Yupanqui, músico y poeta argentino, era hijo de ferroviario, “de un ferroviario pobre con libros”, decía.
La
lista es más mucho más larga, casi infinita; pero la muestra seleccionada, que
incluye a tres premios Nobel junto con otros cinco grandes poetas, es lo
suficientemente llamativa como para poner al pensamiento, la imaginación y la
intuición detrás de ver si hay algún hilo invisible relacionando los dos
oficios. ¿Tendrá algo que ver la cuestión del ritmo del golpe de las ruedas
sobre los rieles? ¿O el llevar y traer cosas y personas dejará historias
desparramadas? ¿Podremos desentrañar “el misterio de adiós que siembra el
tren”?*
A
lo mejor a algún lector se le ocurre algo, mis neuronas no se dan por aludidas.
*
Barrio de tango (1942)
Tango
de Aníbal Troilo (música) y Homero Manzi (letra)
Un
pedazo de barrio, allá en Pompeya,
durmiéndose
al costado del terraplén.Un farol balanceando en la barrera
y el misterio de adiós que siembra el tren.
…