sábado, 27 de abril de 2013

Los escritores descienden de los trenes


Salvo para unos pocos afortunados, el oficio de escritor es ejercido junto con otros realizados paralelamente. Demos una mirada a esas actividades sin intenciones polémicas sino más bien con espíritu curioso y clasificatorio.
El periodismo y la enseñanza de las letras predomina, como era previsible, como una de las actividades alternativas más difundidas entre los escritores. También la abogacía y el psicoanálisis (desde la segunda mitad del siglo XX en la Argentina) son un semillero de autores, cosa entendible ya que se trata de gente que trabaja en estrecha relación con las palabras.
Pero no todos tienen oficios relacionados; Antonio Dal Masetto, por ejemplo, fue albañil y pintor de obras; Joseph Conrad, Capitán de barcos mercantes; y uno de los grandes poetas españoles, Miguel Hernández, pastor de cabras.
Es larga la lista de escritores que además eran jueces o diplomáticos, pero aquí la relación se invierte: la actividad principal es tan descansada, reposada y llena de tiempos libres, que la escritura deja de ser la subsidiaria. El tema jueces, diplomáticos y otras alimañas versus literatura es bastante jugoso y tiene mucha tela para cortar, por lo que amerita una próxima entrada  sólo para él.

Hoy quiero hacer hincapié en otro oficio muy relacionado con la escritura, pero en segundo grado: el de ferroviario. Por alguna misteriosa razón, o sin ella, numerosos escritores son hijos de ferroviarios. Veamos:
María Elena Walsh, poeta y música argentina. Su padre era un funcionario inglés de los ferrocarriles: era el jefe de la Estación Ramos Mejía, en la que residía con su familia.
Camilo José Cela, el escritor español premio Nobel, autor de La colmena y de La familia de Pascual Duarte, de padre español y madre inglesa, tenía un abuelo, John Trulock, que fue gerente de la primera línea ferroviaria gallega.
Manuel J. Castilla, gran poeta argentino (padre de otro poeta, el Teuco Castilla), autor de El gozante y de muchas canciones folklóricas, era hijo de ferroviario, del jefe de la estación Alemanía (sí, con acento, Salta- Argentina).
Pablo Neruda, el poeta chileno premio Nobel, era hijo de un ferroviario de Temuco.
Daniel Salzano, poeta y periodista cordobés (Argentina) tiene doble ligazón con ese oficio: es hijo y nieto de ferroviarios de los Talleres de Cruz del Eje.
Rainer María Rilke, poeta chechoeslovaco, era hijo de un militar y oficial ferroviario.
Pär Lagerkvist, escritor sueco premio Nobel 1951, autor de El enano y Barrabás, era hijo de un jefe de estación de ferrocarril en el sur de Suecia.
Atahualpa Yupanqui, músico y poeta argentino, era hijo de ferroviario, “de un ferroviario pobre con libros”, decía.

La lista es más mucho más larga, casi infinita; pero la muestra seleccionada, que incluye a tres premios Nobel junto con otros cinco grandes poetas, es lo suficientemente llamativa como para poner al pensamiento, la imaginación y la intuición detrás de ver si hay algún hilo invisible relacionando los dos oficios. ¿Tendrá algo que ver la cuestión del ritmo del golpe de las ruedas sobre los rieles? ¿O el llevar y traer cosas y personas dejará historias desparramadas? ¿Podremos desentrañar “el misterio de adiós que siembra el tren”?*
A lo mejor a algún lector se le ocurre algo, mis neuronas no se dan por aludidas.


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Barrio de tango (1942)
Tango de Aníbal Troilo (música) y Homero Manzi (letra)

Un pedazo de barrio, allá en Pompeya,
durmiéndose al costado del terraplén.
Un farol balanceando en la barrera
y el misterio de adiós que siembra el tren.

lunes, 22 de abril de 2013

Menús literarios


Las relaciones entre la gastronomía y la literatura son tan estrechas que hasta comparten el nombre de uno de sus platos/obras: el entremés, que nombra tanto a los alimentos de una picada como a unos dramas jocosos que se representaban entre comedias.
Los menús que traemos hoy incluyen una exquisita lista de platos tomados de dos obras maestras de la literatura latinoamericana: El recurso del método del cubano Alejo Carpentier y Redoble por Rancas del peruano Manuel Scorza.
En el fragmento de El recurso… hay un recorrido completo por los mejores platos de la cocina caribeña contados con un salero que da gusto y en el de Redoble… un paseo por toda la gastronomía peruana (con excepción de la costeña) como para hacer un banquete para el recuerdo.
Como la bebida no está incluida, por favor vayan a buscar el vino o lo que prefieran, desplieguen las servilletas y pónganse cómodos.

Las matronas se dividieron las tareas: doña Magda de los Ríos, la Alcaldesa, ofreció su célebre ají de gallina; doña Queta de Valerio, la Subprefecto, comprometió su famosa carapulca a la morena; doña Queta de Cisneros, prometió sus tamales, tan celebrados en una oportunidad que se los suplicó el mismo Prefecto de Cerro de Pasco. Se tramó una babilónica cuchipanda: lechones asados rellenos con nueces y manzanas, caldos de cabeza de carnero pelada con ceniza, humitas de sal y dulce, el lujurioso arroz con pato a la chiclayana, el pícaro cabrito a la norteña, la ampulosa papa a la huancaína y la ocopa a la arequipeña, verdadero pecado de obispo. El Opus magno sería una grandiosa pachamanca*. Bajo su perfumado volcán decorado con una banderita peruana, la Benemérita se comprometió a enterrar todos los animales provenientes de decomisos.

Manuel Scorza, Redoble por Rancas, 1970, Caracas, Monte Ávila Editores.


*especie de curanto o puchero condimentado con ají que se asa entre piedras caldeadas o en un agujero que se abre en la tierra cubierto con piedras calientes.



Varias bandejas y platos presentaban, como dispuestos en suntuoso bodegón tropical, los verdores del guacamole, los rojos del ají, los ocres achocolatados de salsas donde emergían pechugas y encuentros de pavo, escarchados de cebolla rallada. Alineadas sobre una tabla de trinchar, había chalupitas y enchiladas, junto al amarillo de los tamales envueltos en hojas calientes y húmedas, que despedían vapores de regocijo aldeano. Había cambures  fritos, de los maduros, de los pintones –esos que habían aplastado a puñetazos–, de los menudeados en finas lascas gracias a los cepillos de carpintería. Y las frituras de batata, y las barquillas de coco doradas al horno, y aquella ponchera donde en mezcla de tequila y sidra española, de las que allá se tomaban en las bodas campesinas, flotaban cáscaras de pina, limones verdes, hojas de menta y flores de azahar.

Alejo Carpentier, El recurso del método, 1974, Buenos Aires, Losada.
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viernes, 19 de abril de 2013

El horizonte


He contado esta historia varias veces sin que a nadie le interesara demasiado. Como a mí todavía me fascina, va de nuevo.
Un hombre nacido y criado en Ushuaia (Tierra del Fuego), próximo a cumplir cuarenta años, no había salido jamás de la ciudad y sus alrededores. Toda su vida la había pasado ahí, rodeado de montañas.
Sus amigos le regalan un viaje “al norte” y él elige Río Gallegos (¡!) como destino. Parte en un vuelo de Aerolíneas y regresa a la semana. A la vuelta todos lo acosan con preguntas sobre el viaje y lo que más le había impresionado.
–En Gallegos, si mirás a lo lejos, las cosas llegan más allá de donde alcanza la vista.
Había descubierto algo extraordinario: el horizonte, cosa que nosotros –habitantes de la llanura– no vemos por encontrarlo muy natural.

Siempre pensé que en el horizonte (y más allá) había una historia para contar. Una historia sobre el misterio y la atracción que esconde esa línea infinita y difusa. Pero los intentos de pasar las sensaciones al papel fueron infructuosos. Ahora que acabo de encontrar un cuento que lo hace maravillosamente, me siento tan contento como si lo hubiera escrito yo y les dejo un fragmento para compartirlo.

Voy a hacer la valija para salir bien temprano. Tengo que poner las camisas, el sombrero Boongala que traje de Nueva Zelanda. Ya cerré la llave de paso. Ahora voy a dejarle una nota a la señora que limpia.
…Es curioso, por lo tanto, que en estos años no haya logrado escribir una línea sobre el desierto, que tanto me desvelaba.
Zambullirse en aquellos sitios debe haber sido horrible. La Berta nos hacía leer un libro. Qué impresión decía el loco Sarmiento, debía causar a la gente el simple acto de clavar la mirada a lo lejos y no ver prácticamente nada. Porque a medida que hundieran los ojos en aquella franja vaporosa, serían atacados por la fascinación y la duda. ¿Dónde terminaría aquel mundo impenetrable? ¿Qué habría más allá del horizonte? La soledad, el peligro, la muerte. El que llegara a pasar por ahí, aseguraba, sería asaltado por pesadillas que lo harían soñar despierto.
Bueno, creo que ya he juntado el coraje para mandarme al desierto. Posiblemente parta muy pronto.
…son esas pequeñas visiones las que lo llevan a uno a salir de casa, a cargar el tanque de antimateria y remontarse al espacio.

Eduardo Belgrano Rawson, Perdidos en el desierto, cuento que está en El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos, Buenos Aires, Aguilar, 2006.


El cuento completo aquí:
http://escritossudacas.blogspot.com.ar/2008/01/perdidos-en-el-desierto-otro-relato-de.html

Pacheco no fue, otro cuento del libro se puede leer acá:
http://www.prisaediciones.com/uploads/ficheros/libro/primeras-paginas/200601/primeras-paginas-el-mundo-se-derrumba-y-nosotros-nos-enamoramos.pdf

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lunes, 15 de abril de 2013

Yuyos folklóricos -2-


Hay hierbas, flores y yuyos para todos los usos que uno pueda imaginar; desde condimentar comidas y perfumar relaciones amorosas hasta curar dolores de estómago y del alma.
Estas canciones de nuestro folklore hablan de ellos con amor, como se merecen:

Zamba de los yuyos – Zamba de los Hermanos Ábalos (letra y música)
Vendedor de yuyos – Canción de Pablo del Cerro (música) y Atahualpa Yupanqui (letra)
Yerba buena – Zamba recopilación de Leda Valladares y M. Elena Walsh
El buen remedio – Gato de Carlos Montbrun Ocampo (música) y H. Videla Flores (letra)

Este último ha sido difundido nuevamente en el marco del proyecto “Viejas partituras” de la Biblioteca Nacional Argentina. El autor era un músico muy popular hacia 1930/40, pionero en la difusión del folklore cuyano. Para esa época formó el conjunto: “Las alegres fiestas gauchas” que tuvo integrantes de lujo: Eva Rivero (hermana de Edmundo), Félix Pérez Cardozo (el gran músico paraguayo) y un tapado: Atahualpa Yupanqui.

En este enlace se puede escuchar El buen remedio, en la exquisita versión de Juan Quintero:
http://www.youtube.com/watch?v=2d3AS-w0cRM

Acá pueden escuchar un poco de Vendedor de yuyos al tranquilo modo de Soledad Villamil:
http://www.soledadvillamil.com/home/vendedor-de-yuyos/

Acá van algunos fragmentos con la intención de tentarlos:

Zamba de lo yuyos
Bailarín, zambeador,
vidalero, malambeador,
y por ser santiagueño, además
soy medio bombisto de profesión.


Yuyos hay para el mal...
otros que hacen engualichar...
yo conozco un gualicho mejor, chinitay:
zamba de los yuyos pa´enamorar.


Vendedor de yuyos
“Poleo, carqueja, flor de romerillo,
yuyos milagreros, yerbas pa' olvidar ".
Llenabas las siestas con tu voz de grillo,
cuando aparecías por el arenal.


Yerba buena
Ayer planté yerba buena,
Y hoy se me ha…  y hoy se me ha

vuelto cilantro.
Así se me van volviendo
prendas que he… prendas que he

querido tanto...!


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martes, 9 de abril de 2013

K, el protagonista de El proceso

Más sobre Kafka y el Derecho Romano  

Siguiendo con la hipótesis de Davide Stimilli acerca del nombre K –y de su relación con instituciones del derecho romano– que tienen los protagonistas de las novelas de Kafka El castillo y El proceso, hoy he seleccionado fragmentos del ensayo donde Giorgio Agamben desarrolla el tema referido al Joseph K. de esta última.

Kalumniator
1.
En el proceso romano… la calumnia representaba una amenaza tan grave para la administración de la justicia, que se castigaba al falso acusador marcándole sobre la frente la letra K (inicial de kalumniator).

La letra K, sugiere Stimilli, recordando que Kafka mientras se preparaba para la profesión legal había estudiado historia del derecho romano, no se refiere a Kafka, según la opinión común que se remonta a Max Brod, sino a la calumnia.

2.
Que la calumnia represente la clave de la novela… la letra K no reenvía simplemente a kalumnia sino que se refiere al kalumniator, es decir , al falso acusador, esto sólo puede significar que el falso acusador es el propio protagonista de la novela, que, por así decirlo ha intentado un proceso calumnioso contra sí mismo.*
…esto es lo que muestra una lectura atenta de la novela más allá de toda duda. En efecto, aunque K. sepa desde el principio que no es en absoluto cierto que el tribunal lo haya acusado (“Yo no sé si usted está acusado”, le dice el inspector ya en la primera entrevista) y que, en todo caso, su condición de “arrestado” no implica ningún cambio en su vida, busca por todos los medios… provocar un proceso que los jueces no parecen tener ninguna intención de iniciar.


3.
Todo hombre entabla un proceso calumnioso contra sí mismo. Este es el punto de partida de Kafka. Por ello su universo no puede ser trágico, sino sólo cómico: la culpa no existe o, más bien, la única culpa es la autocalumnia, que consiste en acusarse de una culpa inexistente (es decir, de la propia inocencia, y este es el gesto cómico por excelencia).
Este punto concuerda con el principio, enunciado en otro lugar por Kafka, por el cual “el pecado original, el antiguo error que el hombre cometió,”…
Hay calumnia, en efecto, sólo si el acusador está convencido de la inocencia del acusado, si acusa sin que haya causa alguna que verificar.

El acusado, en cuanto se autocalumnia, sabe perfectamente que es inocente; pero en cuanto se acusa, saber igualmente que es culpable de calumnia, que merece su marca.


4.
La calumnia era percibida por los juristas romanos como una desviación de la acusación.

El proceso romano se inicia, de hecho, con la nominis delatio, la inscripción, por parte del acusador, del nombre del denunciado en la lista de los acusados.


5.
La autocalumnia forma parte de la estrategia de Kafka en su incesante cuerpo a cuerpo con la ley. Esta pone en primer lugar a la culpa, al principio por el cual no hay pena sin culpa.


Fragmentos tomados de:
Agamben, Giorgio (2011): Desnudez, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, pp. 31-45.

 
* (lo que sigue es mío)
Cada quien sacará sus propias conclusiones, pero hay una reflexión sobre la culpa judeo-cristiana que en el caso de la religión católica se puede resumir así: si admitimos el concepto de pecado original –sabiendo que es una falacia porque no debe haber nadie más inocente que un recién nacido– somos culpables del delito de calumnia, es decir de falsa acusación, aunque esta haya sido hecha contra nosotros mismos. Y esto genera culpa, porque  sabemos que la acusación es falsa.
Hace unos días he visto este mensaje muy bien sintetizado en unas pocas palabras. Estaba escrito en la pared de la iglesia Nuestra Señora del Socorro, Juncal y Suipacha, ciudad de Buenos Aires: “Si te reconoces pecador, el Señor te admitirá en su iglesia”.
Dios nos libre… o mejor, librémonos de un dios así.

Las ilustraciones son: Franz Kafka por Sciammarella y Paraiso pr Walpok.
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viernes, 5 de abril de 2013

Tangos yuyeros -2-

Continuamos con tangos que nos llevan para allá, por ese camino de donde no se ha de volver... sin recuerdos.


Malena –Tango - música Lucio Demare, letra Homero Manzi
Malena canta el tango como ninguna
y en cada verso pone su corazón.
A yuyo del suburbio su voz perfuma,
Malena tiene pena de bandoneón.



Yuyo verde – Tango – música de Domingo Federico, letra Homero Expósito
Déjame que llore crudamente
con el llanto viejo adiós.
Donde el callejón se pierde
brotó ese
yuyo verde
del perdón
.
Déjame que llore y te recuerde
-trenzas que me anudan al portón-
De tu país ya no se vuelve
ni con el yuyo verde
del perdón.


El mate de la china Canción letra Pascual Contursi, música Bernardino Teres

En cambio pa’ usté he cebado
un mate con buena yerba
pa’ que no sienta con él
ni disgustos ni tristezas,
por si tiene pa’ olvidar
un amor o alguna pena,
o pa’ que tomen juntitos
con el mozo que la quiera...
 

Yuyo brujo – Tango – música Héctor Varela y Benjamín García, letra Carlos Waiss

Nena,
tengo dudas, tengo celos,
tengo miedo, mucho miedo
que me puedas decir no.
Yo no sé qué loco embrujo
le pusiste al yuyo brujo
que le diste al corazón.

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miércoles, 3 de abril de 2013

Martín Fierro - Gaucho chino y ladino


El Martín Fierro, considerado el poema nacional argentino, escrito entre 1872 y 1879 por José Hernández, se ha traducido a 35 idiomas, desde el quichua, italiano, inglés, portugués, hebreo, ruso, chino, hasta el sefaradí.
Ahora que en los próximos días habrá una exposición del Martín Fierro en Beijing -con dibujos de varios artistas plásticos argentinos y textos en idioma chino (mandarín) en la traducción que publicó Zao Zenyiang en 1984- viene a cuento recordar una de las últimas traducciones del libro: la que hizo al idioma ladino el poeta mendocino Carlos Levy.
El ladino es el nombre con que se conoce al judesmo, judeoespañol o español sefaradí, la lengua que hablaban los judíos en España hasta su expulsión en 1492 por los Reyes Católicos y que se encargaron de preservar en su diáspora por el mediterráneo y otros países.
Además de nombrar una lengua, la palabra ladino tiene otra acepción: astuto, taimado y es este el sentido con que está usada en el poema original, como se puede ver acá


El primero que salió
fué el cantor, y se me vino;
pero yo no pierdo el tino
aunque haiga tomao un trago,
y hay algunos por mi pago
que me tienen por ladino.

Levy, descendiente de aquellos judíos españoles que pasaron por la actual Turquía y terminaron recalando en la Argentina a principios del siglo XX, lo hizo como una manera de afianzar los vínculos de los sefaradíes y aportar a la difusión del rico mestizaje cultural que se dio por estos pagos.  Un hermoso homenaje, del que acá van las primeras estrofas para que las disfruten:

Aki me meto a kantar yo
al tanyer de la gitara
kualo al ombre ke lo apanya
un penserio ingrandesido,
bilbiliko solitario
kon el dizir se konsola.

A los santos del syelo demando
ke ayuden mi pensada,
vos arrogo en ezte momento
ke vo a kontar mi estorya,
m' arefreshken la mimoria
i den lumbrera a mi entyendimiento.

Vengan santos mirakolozos,
todos vengan en mi ayuda,
ke la lingua se me ayunda
i se me truva la vizta,
ke me asista demando al Dio
en una okasion tan ruda.


"Martín Fierro", José Hernández, traducción de Carlos Levy - Editorial Milá - 2005

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lunes, 1 de abril de 2013

Tangos yuyeros -1-

Lo que sigue es una selección de tangos, milongas y otras canciones que nos llevan directo a los yuyos por lo que se sugiere tomar las precauciones que cada quien estime necesarias en caso de agarrar para ese lado. Después no digan que no estaban avisados

 
Sur – Tango - música: Aníbal Troilo, letra: Homero Manzi

San Juan y Boedo antiguo,
y todo el cielo,
Pompeya y más allá la inundación.
Tu melena de novia en el recuerdo
y tu nombre flotando en al adiós.
La esquina del herrero, barro y pampa,
tu casa, la vereda y el zanjón,
y un perfume de yuyos y de alfalfa
que me llena de nuevo el corazón.


Gajito de cedrón – Canción criolla de Mario Pardo (música) y Alfredo Navarrine (letra)

Yo te dije con temores:
"Diga moza, ¿me acompaña?"
Y retrucaste con maña:
"¡Cómo no! ¡De mil amores!"
Me revoliaste las flores
de tu pollera escarlata,
yo empecé a menear la pata
y uno de tantos mirones,
dijo: "¡Voy diez patacones
al de las tabas de plata!"


Y yo que estaba a tu lao,
haciéndome el inocente,
te di un beso y de ripente
que una vieja oyó el chasquido
y dijo: "¡Gaucho atrevido!
¡Ya ni respeta que hay gente!"


Hay versiones de Gardel y de Lidia Borda

Mama llevame pal’ pueblo* – Canción - música: Agustín Magaldi y Pedro Noda, letra: Alfredo Lorusso 

¡Mama, sabís una cosa,
Otra vez el güerto se vistió de rosa!
¡Mama, vos no tires cuenta
Que en el aire tibio hay olor a menta!


*Enviado por “cr” de: www.colgandoropa.blogspot.com en ocasión de la publicación de “Yuyos folklóricos -1-
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