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El Calendario Gregoriano - mejorasEntre los defectos más notorios del calendario gregoriano (en realidad debiéramos decir calendario egipcio de Ptolomeo) tenemos:
-No se puede dividir en semestres, trimestres, ni meses iguales. Esto que parece sin importancia, trae problemas a cualquiera que debe programar o computar operaciones comerciales, de fabricación, estadísticas, etc.
-Las fechas y los días no coinciden entre un año y otro, dentro de una estructura que presenta ¡28 variantes! Esto dificulta la concreción de fechas anuales, efemérides, festividades y obliga a “correr” los feriados de modo de “fabricar” fines de semana largos (“puentes” en España) para favorecer el turismo.
-Hay semanas que empiezan en un mes y terminan en otro.
-Las festividades religiosas no son fijas. Esto fue origen de muchos conflictos entre diferentes calendarios porque, por ejemplo, los cristianos tenían mucho temor de estar celebrando la pascua fuera de la “verdadera” cuaresma y en consecuencia, comiendo carne cuando no debían. Así que siguen vinculando la fecha a la luna (¡¿?!) y lo mismo vale para los musulmanes y otras creencias que perduran todavía.
-Los años tienen diferente duración.
Con el tiempo hubo algunos intentos de arreglar estos problemas y las consiguientes molestias. Uno singular fue el de la
Revolución Francesa, que trató de imponer su “
calendario de la Razón”. Tenía 12 meses de 30 días, y cada mes estaba dividido en 3 semanas de 10 días. Los 5 o 6 días que faltaban se agregaban al final y eran festivos.
Como estaban de moda el racionalismo y el sistema métrico decimal, también dividieron los días en 10 horas de 100 minutos y cada minuto en 100 segundos, lo cual era un verdadero desatino y un crimen al sentido común, en nombre de la razón. La adopción de un calendario necesita consenso para su implementación e imposición. Duró hasta 1806 en que Napoleón, se vio en la necesidad de volver al gregoriano. El calendario era bastante bueno, pero lo mejor, sin dudas, fueron los nombres de los meses, sin dioses ni emperadores, tomados de la naturaleza y el trabajo:
Vendimiario, Brumario, Pluvioso, Ventoso, Floreal, etc.
Una de las mejores reformas propuestas es el llamado
Calendario Universal que propone
The World Calendar Association Inc., y
se reproduce en esta entrada sin autorización de sus propietarios. Sus partidarios han intentado varias veces que las Naciones Unidas lo apoyen y de hecho varios países, la India y el Vaticano entre otros lo han presentado sin lograr su aceptación.
Entre sus ventajas está que todos los años y todos los trimestres son iguales y empiezan en domingo. Los días que le faltan, 1 por año, se agregan como días extras y son el
día del mundo, que correspondería al 31 de diciembre; y el
día del año bisiesto, el 31 de junio, pero no van ligados a ningún mes. Es perpetuo, con él no será necesario imprimir una agenda nueva cada año y por siempre el 3 de enero será martes.
De todos modos, el tema amerita una discusión internacional y no puede limitarse a una cuestión de almanaque solamente. La relación trabajo descanso que nuestra “civilización” actual requiere, y las formas de producción, han cambiado sustancialmente y eso tiene que reflejarse en la reforma. El descanso dominical, aunque todavía sea una utopía para algunos es una cosa absolutamente perimida. Una semana de 24 horas de trabajo por persona alcanza sobradamente para cubrir las necesidades de todos los habitantes del planeta. Las nuevas divisiones del tiempo deberán contemplar rotaciones periódicas de la fuerza de trabajo para que todos puedan trabajar y descansar alternativamente. En esta dirección, los trabajos que comenzó
Carlos Varsavsky sobre
La semana de 9 días y otros en direcciones parecidas, son la base sobre la que primero hay que acordar y discutir.
El problema no es ahora la medición del tiempo, como lo fue en el origen del calendario; la cuestión es hacer un calendario universal y flexible para contribuir a la solución de los problemas que nos plantea la vida en la sociedad actual y ayude a mejorar su calidad.
Una reflexión final: El calendario no debiera estar sujeto a copyright ni a propiedad intelectual. Lo único que falta ahora, es privatizar el almanaque. Y en todo caso, si es eso lo que se quiere, espero que las Naciones Unidas, obliguen a sus miembros a saldar la enorme deuda que tenemos con Egipto, cuna de nuestro calendario.
Bibliografía consultada:
THELMA y CORIDON BELL, El enigma del tiempo, 1966, Buenos Aires, Editorial ACME.DAVID EDWING DUNCAN, Historia del calendario, 1999, Buenos Aires, Emecé Editores.
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