
El General trajo el perro a su regreso de la campaña en la Banda Oriental (hoy República Oriental del Uruguay) y lo bautizó con el apellido del Almirante inglés que comandaba la flota anglo-francesa en el bloqueo imperial contra los gobiernos de Rosas y Oribe en la década de 1840. Nada lo hubiera pintado mejor al cipayo de Urquiza: lamía las botas imperiales hasta en la elección del nombre de su propio perro.
Pero hablemos del gran Purvis (del perro) y no de su dueño.
Después de la victoria en Caseros se instaló en Buenos Aires, era tema habitual en las tertulias y toda la sociedad porteña hablaba de él. Siguió a su amo en toda la campaña y no se espantaba al oír el estruendo de los cañonazos, por el contrario permanecía impasible. Él sólo se encargaba de la custodia del patrón y se dice que compartía sus simpatías y antipatías y hasta le adivinaba el pensamiento. Era famoso en el entorno del caudillo porque había mordido a muchos visitantes. Uno de ellos le tenía una inquina especial: Domingo Faustino Sarmiento que le había hecho saber, tanto a él como a Urquiza, que no iba a tolerar ni un rasguño y que tenía su espada lista para el caso.
Cuando su amo embarcó en Buenos Aires en el vapor de guerra norteamericano Water Witch hacia finales de su presidencia (luego de endeudar al país con empréstitos tomados a su socio en negocios de contrabando, el Barón de Mauá) el perro fue el primero en subir. Con esa nave se iniciaron las primeras acciones de hostigamiento contra la República de Paraguay que años más tarde culminarían con nuestra particiación en la Guerra de la Triple Alianza.
El poeta Hilario Ascasubi que firmaba con el seudónimo de Aniceto el Gallo, lo mencionó muchas veces en su semanario político-humorístico:
Y atrás de él su perro bayo,
que no hallando en el camino
a quien morder el indino,
quiso prendérsele a un Gallo…
Para la época en que Urquiza fue ultimado, el inteligente y fiel Purvis ya había muerto.
Jazmín, el perro yorkshire de Susana Giménez.

El músico español se había casado en 1952( a sus 52 años) por cuarta vez, con la vedette norteamericana (20 años) y tenía una “orquesta tropical” con un sensacional éxito en toda América. Tocaban música bailable de todo tipo, congas, rumbas, calipsos y cha-cha-chás, entre otros, alternando con boleros de Lecuona y Agustín Lara. Quizá mejor comerciante que músico, ante la aceptación que tuvo un número en que su bella esposa bailaba con un perrito en una gira por México, se le ocurrió promover a la raza y puso un criadero de chihuahuas en Laredo, Texas. Fue un éxito total, toda rubia que se preciara tenía que aparecer con un chihuahua. Entre las continuadoras del rubro vedette con perro recuerdo a Za Za Gabor
El tipo tenía un ojo clínico: fue el “descubridor” de Rita Hayworth y también trabajó con Carmen Miranda, la gran brasileña que se ponía el sombrero con frutas en el auge del tropicalismo.
En 1954, Abbe Lane y Xavier Cougat actuaron contratados en Montevideo durante los carnavales. La bella Abbe venía precedida de una fama y promoción considerable, pero su actuación quedó deslucida por la de una morena uruguaya que movía sus caderas con gracia inimitable al ritmo del candombe: Lagrima Ríos (1924-2006). Además de ser una gran cantante (cantaba tanto música paraguaya como también folklore, boleros, zambas, tangos y candombe por supuesto), Lágrima fue una bailarina formidable.
Esta última anécdota, algo borrosa, está dedicada a Santiago el Tata Bosco.

El perro de Urquiza está tomado de:
JOSÉ LUIS LANUZA, Un inglés en San Lorenzo y otros relatos, EUdeBA, 1964.
Un artículo interesante sobre Xavier Cougat en:
http://www.nostalgiaspejinas.com/articulos/p16061806.html
Las ilustraciones son, de arriba abajo:
El combate de la Vuelta de Obligado, obra de Ricardo Campodónico.
El Bolero por Ty Wilson
Lágrima Ríos y Alberto Pata Corbani