Lavalle – La espada sin cabezaEl reconocimiento de la terrible tarea que hizo Ernesto Sábato al frente de la Conadep no fue suficiente para equilibrar la decepción y antipatía que me dejó la lectura de las dos obras con que llegué a él.
La primera, Uno y el universo, más que entrar en la categoría de “ensayo filosófico” es una serie de reflexiones personales menores. La segunda,
Romance a la muerte de Juan Lavalle, donde a pesar de su declaración de “no tener el menor deseo de exaltar a Lavalle” logra precisamente eso, y encima, derrama (y le hace derramar) lágrimas de cocodrilo que no ayudan para nada al doloroso proceso de aproximarnos a la realidad de nuestra historia.
Hubo muchos militares honrosos, con aciertos y desaciertos; pero
entre los que más han deshonrado el uniforme, entre los traidores, los cipayos o instrumentos de los cipayos de turno, Lavalle tiene uno de los primeros lugares. Esto sin mella ni detrimento de su valentía y coraje, virtudes que, para que sean tales, tienen que estar acompañadas de principios de vida y conducta sin los cuales son pura vanidad.
Después de la Guerra con el Brasil, Inglaterra dominaba a discreción la política y la economía en el Río de la Plata a través de los cipayos de turno, Rivadavia, Manuel J. García y Salvador María del Carril, líderes del bando unitario. Dorrego, que sucede a Rivadavia, renunciante ante la indignación popular, intenta desconocer los vergonzosos acuerdos y negociados.
Lavalle acude prestamente a defender los intereses del Imperio Británico y sus secuaces. Con su ejército derrota a Dorrego, lo fusila (12 de diciembre de 1828) y toma el poder.
A continuación intenta fraguar un proceso para justificar la arbitrariedad y ante las complicaciones políticas intenta sacarse la brasa caliente de las manos ofreciéndole a
San Martín que se una al contubernio. Éste, que durante la campaña libertadora, había dicho
“Igualarlo en coraje es muy difícil. Superarlo imposible” le responde duramente:
“Los autores del movimiento del 1° de diciembre son Rivadavia y sus satélites y a Ud. le consta los inmensos males que estos hombres han hecho…” y le escribe al Gral. Iriarte : “Sería un loco si me mezclase con estos calaveras. Entre ellos hay alguno, y Lavalle es uno de ellos, a quien no he fusilado de lástima cuanto estaban a mis órdenes en Chile y en Perú…son muchachos sin juicio, hombres desalmados...”*Con su ejército, Lavalle participó en la campaña de exterminio de los Charrúas que llevó a cabo en Uruguay el Presidente, Gral. Fructuoso Rivera en 1831. En una suerte de fatal anticipo de la Triple Alianza (había también escuadrones brasileños) reunieron a los indios que hasta ese momento habían combatido a su lado, con el pretexto de repartirles territorio y haciendas, para luego emboscarlos y matarlos a traición en las masacres de Sauce del Queguay, Cueva del Tigre y Salsipuedes.
Para
1840, con Rosas en el poder,
Lavalle, vuelve a defender los intereses foráneos, esta vez los de Francia, que bloqueaba los puertos y quería compartir nuestro mercado con idénticos privilegios que los británicos. Le financian la formación de un ejército con el que invade, desde el Uruguay, cruzando el río en barcos de la flota francesa. La población le negó apoyo y se mostró hostil, los franceses que le habían prometido 3000 infantes, negocian con Rosas y lo dejan en la estacada. La aventura terminó pronto pero costó mucha sangre.
Fue derrotado en la batalla de
Quebracho Herrado (Córdoba). Una de las más grandes de nuestra historia, silenciada porque sepultó por 12 años los intereses militares Imperiales y porque el gran vencido, Lavalle, a más de 150 años de su muerte continúa siendo uno de los íconos de la prensa que continúa defendiendo los intereses del imperio de turno.
Se enfrentaron 11.000 hombres; en 4 horas perdió 1500, todo el parque de artillería y municiones y todavía tuvo el tupé de ordenar al resto de su ejército de 4.500 hombres que se quedaran resistiendo mientras él se daba a la fuga con 150 seguidores de su confianza. Antes de su muerte en octubre de 1841 tuvo ocasión de una derrota más, en
Famaillá (Tucumán, septiembre de 1841).
Su vida fue una parábola infernal, comenzó como Héroe de la Independencia y terminó como un carnicero de indios desarmados y un esbirro de los intereses del comercio extranjero. “Las víctimas siempre las mismas, aquellos que se atrevían a encabezar las luchas populares para restablecer la libertad y la dignidad de los pueblos. El objetivo también, sembrar el terror para cosechar el poder.”**
El mismo Esteban Echeverría, unitario y opositor acérrimo a Rosas, escribió estos versos:
“Todo estaba en su mano y lo ha perdido.
Lavalle es una espada sin cabeza.
Sobre nosotros entre tanto pesa
su prestigio fatal, y obrando inerte
nos lleva a la derrota y a la muerte”
Lavalle, el precursor de las derrotas.
Oh, Lavalle! Lavalle, muy chico era
para echar sobre sí cosas tan grandes.
* García Mellid, Atilio. “Proceso al liberalismo argentino”. Edit. Theoría. 1988
http://www.lagazeta.com.ar/lavalle.htm%22%3Ehttp://www.lagazeta.com.ar/lavalle.htm** Este entrecomillado está tomado del artículo de Hernán Patiño Meyer
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-169742-2011-06-09.htmlMás bibliografía acá:
http://www.rs.ejercito.mil.ar/Contenido/Nro646/Revista/historiamili.htmhttp://quebrachoherrado.zoomblog.com/archivo/2006/11/10/pueblo-testigo-de-una-batalla-historic.htmlhttp://www.lagazeta.com.ar/quebracho-herrado.htm.