
2 Botas
Tan difundida está la expresión "Morir con las botas puestas" que da título a varios libros, una película y hasta un rock de la banda heavy Iron Maiden.
Morir con las botas puestas (to die on one’s boots) significa en un sentido morir en pleno trabajo, haciendo lo que se desea y en pleno uso de la voluntad.
En el otro, es imposible soslayar su origen militar; que se remonta hasta la Grecia antigua, y antes aún, donde dejaba claro a los guerreros que el honor y la gloria estaban asociados a la victoria o a la muerte (la bella muerte) en el campo de batalla, en medio de la lucha y con las ropas puestas.
El éxito que tuvo la película Murieron con las botas puestas (They died with their boots on), de 1941, con Errol Flynn y Olivia de Havilland, contribuyó a la instalación definitiva del latiguillo por todo el mundo. Narra la vida del Gral. Custer hasta su muerte, en la campaña de exterminio de los indios que se ejecutó a continuación de la Guerra de Secesión en los Estados Unidos de Norteamérica.

W.Shakespeare, Macbeth, Acto V, Escena 5.
También usamos, por estos pagos sudamericanos, Ponerse las botas en el sentido de tener suerte, de “pasar al frente”, de enriquecerse o hacerse cargo de una situación de ascenso social.
Cuando Mitre venció (¿?) en la Batalla de Pavón a Urquiza le hicieron esta copla gauchesca:
Sacáte la bota ‘e potro,
ponéte la de charol,
que si perdiste en Cepeda
la ganaste en Pavón.
Las botas de potro son de cuero crudo, sin costuras, hechas con el cuero de la pata de un caballo. Las usaban los gauchos dado que son buenas para montar aunque malas para caminar y proteger debidamente al pié en otras tareas. Por esta razón y ya que aparecieron por aquí Mitre y Urquiza, viene a cuento traer otro libro con un título sobre el tema, una novela histórica cuya trama se sitúa en el Sitio de Paysandú de fines de 1864:
No robarás las botas de los muertos, de Mario Delgado Aparaín, Alfaguara, 2002.
En esa época se usaban los tamangos, calzado rústico de cuero y las botas eran para la oficialidad o los ricachones.
José Hernández los nombra acá, en el Martín Fierro, (1ª parte, en la pelea con el Moreno)
Lo conocí retobao,
me acerqué y le dije presto:
”Por…rudo que un hombre sea
nunca se enoja por esto.”
Corcovió el de los tamangos
y creyéndose muy fijo:
”Más porrudo serás vos,
gaucho rotoso”,me dijo.
Y ya se me vino al humo
como a buscarme la hebra,
y un golpe le acomodé
con el porrón de ginebra.
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