Seguimos
hoy, reuniendo poesías que tienen a la sombra como protagonista.
Negra sombra, de
Rosalía de Castro
La
pérdida y el dolor en el alma gallega reflejados en los versos de Rosalía de Castro con su amorosa reflexión. Fue
musicalizada por Xoan Montés Capón en 1892 (hay una versión en galego de Luz
Casal) y por Juan Ramón Caro en 2022 (versión de la cantaora flamenca Antonia
Contreras).
Amor
constante más allá de la muerte, de Francisco de Quevedo
Considerado
el mejor soneto de Quevedo, Amor constante es complejo y contradictorio.
Comienza con el desgarro de reflexionar sobre su propia muerte para reafirmar
en el final que dejarse arder en la pasión amorosa justifica la vida y lo que
venga.
La calle y Como quien oye llover, de Octavio Paz
Elegí
este breve poema -que no tiene la palabra sombra- porque es muy opresivo y
lleno de sombras, de principio a fin. En el otro, del que sólo pongo el
principio y el final, estrechamente relacionado con La calle, aparece como
cierre, esquiva y poderosa, la sombra.
Negra sombra, de Rosalía de Castro
Cuando pienso que
te huyes,
negra sombra que me asombras,
al pie de mis cabezales,
tornas haciéndome mofa.
Si imagino que te has ido,
en el mismo sol te asomas,
y eres la estrella que brilla,
y eres el viento que sopla.
Si cantan, tú eres quien cantas,
si lloran, tú eres quien llora,
y eres murmullo del río
y eres la noche y la aurora.
En todo estás y eres todo,
para mí en mí misma moras,
nunca me abandonarás,
sombra que siempre me asombras.
Traducción del
gallego: Juan Ramón Jiménez
Amor constante más allá de la muerte, soneto
Francisco de Quevedo
Cerrar
podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día
y
podrá desatar esta alma mía
hora
a su afán ansioso lisonjera;
mas
no de esotra parte, en la ribera
dejará
la memoria en donde ardía:
nadar
sabe mi llama en agua fría
y
perder el respeto a ley severa.
Alma
a quien todo un dios prisión ha sido
venas
que humor a todo fuego han dado
medulas
que han gloriosamente ardido
su
cuerpo dejarán no su cuidado:
serán
ceniza, mas tendrán sentido,
polvo
serán, mas polvo enamorado.
La calle, de Octavio Paz
Es una calle larga y silenciosa.
Ando en tinieblas y tropiezo y caigo
y me levanto y piso con pies ciegos
las piedras mudas y las hojas secas
y alguien detrás de mí también las pisa:
si me detengo, se detiene;
si corro, corre. Vuelvo el rostro: nadie.
Todo está oscuro y sin salida,
y doy vueltas y vueltas en esquinas
que dan siempre a la calle
donde nadie me espera ni me sigue,
donde yo sigo a un hombre que tropieza
y se levanta y dice al verme: nadie.
Como quien oye llover, de Octavio Paz
Óyeme como quien oye llover,
ni atenta ni distraída,
pasos leves, llovizna,
agua que es aire, aire que es tiempo,
el día no acaba de irse,
la noche no llega todavía,
figuraciones de la niebla
al doblar la esquina,
…
la noche ya es más noche en la
arboleda,
en los follajes ha anidado el rayo,
vago jardín a la deriva
entra, tu sombra cubre esta página.
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