El tema de La patente, cuento de Luigi Pirandello, es el del jettatore, personaje al cual atribuimos el poder de atraer la mala suerte por el sólo hecho de verlo o que se acerque a personas o cosas. Es una vieja superstición, que tuvo amplia difusión en el sur de Italia a principios del 1800 y continúa vigente hasta hoy.
El
tópico había tomado actualidad para principios del 1900 en Buenos Aires. Gregorio de
Laferrère, escribió una comedia satírica: Jettatore.
Se representó con gran éxito en 1904 por la compañía de los Hnos. Podestá. También
fue llevada al cine en 1938 con dirección de Luis Bayón Herrera.
El
cuento de Pirandello tuvo un camino similar: dada la gran difusión inicial, el
autor decidió convertirlo en una corta pieza teatral y, para asegurar la comprensión
en su Sicilia natal, la escribió en dialecto siciliano en 1916. Representada con
clamoroso éxito, 2 años más tarde la reescribió en italiano, también con gran
aceptación. Al punto que pasó al cine en varias ocasiones, la más difundida, como un episodio de Questa è la vita, de 1954, el dirigido por
Luigi Zampa con ¡Totó! en el papel del jetta.
Los
dos protagonistas son el Juez D’Andrea y Rosario Chiàrchiaro, empleado cesante de
una casa de empeños, caído en desgracia por la fama que le atribuyen.
Los
pasos de comedia surgidos por la decisión de Chiàrchiaro de querellar a un par
de jóvenes porque, a su paso, han “hecho los cuernos” como antídoto o conjuro
ante su presencia, son extraordinarios y allí radica la maravilla del cuento:
en traer en otras capas, algunas de las agudas obsesiones del autor sobre
la condición humana.
Una
es el fino análisis de Chiàrchiaro que, perjudicado por la “máscara” que el
mundo le ha impuesto como una etiqueta o un estigma que lo perjudica por
completo, decide aceptarlo, sólo si consigue un resarcimiento económico.
Tanto
él (como el Juez D’Andrea) descreen de la superstición cuando miran las cosas a
la luz de la razón.
Parece
decir, estoy de acuerdo en que “la mirada del los otros es mi infierno”
(Sartre), pero mi libertad de aceptarlo es contradictoria con mi necesidad de
dinero para vivir. Encuentra entonces, en la requerida Patente/Diploma, el elemento que
le permitirá asegurar el sustento para él y su familia.
El
otro punto es el tema puramente jurídico. Para el Juez está claro que la Ley y
su propia razón no pueden creer en la superstición y no hay derecho ni interés que
tutelar en Chiàrchiaro. Esa demanda estaría perdida de antemano y quiere
evitarle otra desgracia más.
Es
el mismo tema de Kafka en El proceso:
el tema de la auto calumnia de Josef K. Chiàrchiaro no quiere que condenen a
los muchachos, necesita ser condenado.
Y
eso es lo que quiere evitarle el Juez, una condena por calumnias contra sí
mismo (lo mismo que sucede en El Proceso).
Cuando
Chiàrchiaro, que es el que ha demandado, le pide al Juez que lo condene, este
no puede entender el inteligente artilugio que el Jettatore ha encontrado: quiere usar la condena para tener una
Patente/Diploma de Jetta, ser oficialmente reconocido como tal. Lo que le va permitir instalarse frente
a cualquier negocio y cobrar por irse y dejar de “ahuyentar a la clientela”.
Lo
gracioso, el humor, deviene porque al haber iniciado una calumnia contra sí
mismo, queda claro que el no es culpable de jettatura
sino de autocalumnia. Y acusarse de una culpa inexistente, es decir de su propia
inocencia, es el gesto cómico por excelencia.
En español se encuentra como parte de los reunidos en Cuentos para un año:
https://iicbuenosaires.esteri.it/iic_buenosaires/resource/doc/2020/05/la_patente_espaol_el_diploma.pdf
El cuento puede leerse, en italiano, en cualquiera de estos dos enlaces:
Si ninguno de los enlaces funcionara, arréglenselas como puedan. El Pulpero no puede hacer nada contra los jettatori.
Las
ideas sobre la calumnia en el Derecho Romano y su relación con Kafka son de
Davide Stimilli y de Giorgio Agamben de quienes las he tomado.
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