Criaturas literarias, mecánicas, electrónicas, etc.
La creación de autómatas reales y de ficción es tan vieja como el
hombre. Tomó gran impulso a finales del 1700 y continúa hasta ahora. Las obras
elegidas hoy son emblemáticas en varios sentidos: incluyen prodigios de la
técnica y de la imaginación, todos inquietantes y tenebrosos.
El hombre de arena, 1816, de E.T.A.
Hoffman (1776-1822)
Frankenstein, 1818,
de Mary Wollstonecraft Goodwin
Shelley (1797-1851)
El jugador de ajedrez de
Maelzel, 1836, de Edgard Allan Poe
(1809-1849)
Empezaré por el último por ser el más gracioso y el que menos miedo me
causa.
En 1770 el Barón Kempelen construyó un “autómata” para jugar al ajedrez
al que apodaban el “Turco”. Consistía en un muñeco tamaño natural con un gran
turbante, adosado a un escritorio con un tablero de ajedrez. El “Turco” jugó contra
Napoleón, Catalina de Rusia y diferentes jugadores en escenarios de Europa y, desde
1824 en Estados Unidos donde le llegó su declive y el final, en un incendio en
Philadelphia, 85 años después de su creación.
Durante años hubo controversias acerca del secreto de su funcionamiento
hasta que Edgard Allan Poe descifró el enigma en este artículo, cosa que recién
se pudo comprobar varios años después. Pero lo cierto es que Poe “le escupió el
asado” al dueño/empresario, destruyó su credibilidad y precipitó su caída.
Empieza con un repaso de las máquinas y autómatas en boga, incluyendo la
calculadora de Babagge y luego un análisis de lo que “debe” tener una máquina
que juegue al ajedrez (que podría incluir hasta la actual Deep Blue de IBM).
Continúa con un detallado análisis de “el Turco” y concluye que, sin dudas, a
lo largo de su vida, tiene que haber incluido a ajedrecistas de nivel
escondidos en el interior del escritorio. Esto, que no pudo comprobarlo, quedó
en flagrante evidencia tiempo después, cuando el último, que era demasiado
gordo, quedó atascado en el interior al concluir una partida y gritó para que
lo sacaran.
El artículo de E. A. Poe se
puede leer acá:
http://librodenotas.com/files/maelzel_poe.pdf
Y un excelente artículo sobre la completa
historia del “Turco”, por Pau Pascual:
http://librodenotas.com/viajealajedrez/21496/el-turco-un-maravilloso-engano
En El hombre de arena, Nataniel, el protagonista, es un muchacho perturbado
que estudia en Alemania, lejos de su familia. Tiene serios problemas derivados
de fijaciones infantiles, de la dura muerte de su padre alquimista y las idas a
dormir amenazado por mamá y papá con ser raptado por el “Hombre de arena”. Este
es una versión más perversa de nuestro “Hombre de la bolsa”, que además de
raptar niños les arranca lo ojos.
A pesar de tener una novia con la que mantiene un vínculo por carta se
enamora de la hija de un profesor. Esta es, en realidad, una autómata construida
por éste, presentada en sociedad por su perverso padre, que disfruta del “éxito”
que le da el engaño.
Rescatado de la crisis por la comprensión familiar la locura vuelve a
reiterarse y las complicaciones aumentan y complican.
Freud tomó este cuento como ejemplo en sus estudios de la angustia de
castración y su relación los traumas infantiles en un trabajo llamado “Lo
siniestro”. En 1963, Lacan, volvió al texto de su colega en su Seminario: “La
Angustia”.
Lo pueden leer acá:
https://ciudadseva.com/texto/el-hombre-de-arena/
El Dr. Víctor Frankenstein, con sus conocimientos de medicina y alquimia
logra armar un humanoide con partes de cadáveres y darle vida. El engendro
desaparece y comienzan una serie de muertes, no esclarecidas entre sus afectos
cercanos. Víctor sospecha que el asesino es su criatura y éste se lo confirma
en un encuentro casual: el motivo es que no encuentra compañía debido a su fealdad
(¡la única persona que lo acepta es un ciego!) por lo que le pide que le haga
una compañia para mitigar su soledad. Víctor se niega, temeroso de que la pareja
quede más fuera de su control todavía y el engendro escapa prometiendo
venganza.
El Dr. Frankenstein inicia una cacería en pos del monstruo por agua y
tierras del ártico y muere en el intento. El capitán del barco trae de retorno
su cadáver y se sorprende un día al escuchar una persona llorando en el camarote sobre el
cuerpo inerte.
Ya pueden imaginarse quién es.
¿Hace falta algo más para reiterar la inmensa admiración por el talento
de Mary Shelley?
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