Seguimos
con 3 obras basadas en cartas cuyo destino fue incierto o no alcanzado:
Cartas a Goya, 2019, mezcla mestiza
de novela gráfica/epistolar de Lorenzo Lolo
Amengual
Olga, 2018,
novela de Bernhard Schlink
Herzog, 1964, novela de Saúl Bellow
(1915-2005)
Cartas
a Goya
es una selección de 25 misivas al pintor que incluyen, además, 25 copias de Caprichos originales y 25 “versiones
actualizadas” hechas por Amengual. El autor ha escrito unas 82 cartas al pintor
casi doscientos años después de su muerte. Al ser consultado -confieso que con
sorna- por mí, acerca de si Don Paco las había contestado, recibí esta
repuesta: “No ha contestado ninguna pero tengo indicios de que las ha leído a
todas. Las ha respondido con otros Caprichos”.
En
síntesis, una deliciosa muestra de humor, curso de bellas artes y recorrido por
los monstruos que acompañaron a los autores, curiosamente tan actuales a pesar
del paso tiempo.
Olga es la
historia de una gran mujer, humilde, que se enamora de alguien de una clase
social superior, por lo que deben mantener su amor entre la clandestinidad y la
distancia. Sobrevive a dos guerras mundiales y muere en forma llamativamente
temeraria.
Narrada
en tres partes, la primera por un narrador omnisciente, la segunda en primera
persona por un joven de una casa donde ella trabajó en quehaceres domésticos, y
la tercera, la más interesante en su relación con el tópico que estamos viendo,
en forma de cartas. Cartas que envía durante años a su amado Herbert, sin
respuesta y donde ella, que termina vieja y sorda, muestra su inmensa capacidad
de resistir.
“Es
una historia de amor que se desarrolla en el interior de las sombras de la
historia de Alemania”, dice el autor. Tal cual: Herbert entra en el ejército y
se mete en cuanta expedición colonialista puede; la última al Ártico, donde
encuentra la muerte. El hijo colabora con el nazismo. Justamente a ella, a la
que le cuesta tanto todo, le toca un mundo así, del cual, aunque quisiera, resulta
imposible desprenderse.
No
he leído Herzog, pero está señalada como un ejemplo paradigmático de
este grupo. Y así parece, está escrita como un montón de cartas que el bueno de
Moses Herzog escribe a dios y a María Santísma (incluso tiene a Spinoza y a
Nietzche entre sus destinatarios) pero no las envía.
No
pude resistir la curiosidad y di una pasada a varias de sus páginas: están
llenas de frases y pensamientos que se podrían poner en un cuadrito pero,
personalmente, el tema del judío norteamericano culposo me tiene harto. Sobre
todo después de leer a Philip Roth o ver las pelis de Woody Allen, ambos
insuperables (aunque Herzog sea anterior).
De
todos modos, y sacando el aire autobiográfico de la novela, el tipo obtuvo el
Premio Nobel en 1976 y es considerado uno de los autores más relevantes de de
su tiempo.
Continuará…
.
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