Hace años, en Selecciones del Reader’s Digest, había una sección con este nombre. Lo que sigue va como homenaje.
Si
adivina mi nombre no le cobraremos el trabajo. Eso dijo, muy seguro, con su
fresco acento gallego y bajó de la camioneta para dar unas pocas indicaciones a
su gente sobre la forma en que izarían esa mole de 25 toneladas.
La camionera SRL – Grúas y transportes era una empresa familiar
con Rodríguez por todos lados. Varias generaciones, hermanos, tías, tíos,
primas, sobrinos, hacían todas las tareas del negocio. Sacando a Omar A.
Rodríguez, el gerente, los demás no tenían nombre de pila sino funciones y
parentescos: la prima telefonista, el chofer, la tía contadora, el primo gruista.
Con
el tío capataz habíamos estado conversando, durante los preparativos, un poco
del asunto y mucho de España, de esto y de aquello. No recuerdo cómo fue que le
comenté mi interés por los nombres y la creencia de que tenían mucho que ver
con el destino de las personas, que los padres ponían en ellos sus deseos, su
historia; mandatos y marcas de origen e identidad, en síntesis.
¡Qué
va, hombre! Un nombre es un nombre y nada más. No sé de dónde saca usted estas
cosas.
Y
ahí nomás me hizo la propuesta aquella, sin saber yo, todavía hoy, por qué.
Candelario,
Rigoberto, Concepción; empecé por los raros, sin éxito. Entonces, para no perderme,
recurrí al alfabeto: Andrés, Antonio, Bernardo, Carlos, Casimiro, Cecilio,…
El
seguía cebando mates en la camioneta y yo dale que dale. Fulvio, Gerónimo,
Héctor. El tiempo pasaba y la sonrisa se
le iba ensanchando. Los muchachos ya habían asegurado la carga y se acercaba el
momento del izado. Oscar, Pedro, Roberto, Tiburcio,… En 5 levantamos dijo un sobrino.
Sí, contestó él y a mí me seguía haciendo No con la cabeza. Ubaldo, Vladimiro,
Walter, Zenón… No, no y no. ¡Segismundo!
No, tampoco. Me doy por vencido. ¿Seguro? Seguro.
Me
llamo Viriato. Sí, Viriato. Viriato, como el comandante de Numancia, el héroe
ibérico-lusitano, gloria y esencia del espíritu español. Ah, ¿no lo conocía? Nunca
lo oí nombrar siquiera. El
mismísimo Cervantes escribió su historia en una novela muy hermosa: Numancia. Viriato
era el jefe de los numantinos, mantuvo a raya a los romanos durante doce años.
Nunca pudieron vencerlo militarmente hasta que lo asesinaron unos traidores
sobornados por los invasores.
Sobornados y burlados, porque una vez que lo mataron, cuando fueron a cobrar lo convenido al campamento romano, Escipión los hizo matar diciendo el famoso “Roma no paga a traidores.”
Sobornados y burlados, porque una vez que lo mataron, cuando fueron a cobrar lo convenido al campamento romano, Escipión los hizo matar diciendo el famoso “Roma no paga a traidores.”
Es
una historia muy bonita, podría hablarle horas del tema. Desde niño me gusta
mucho la historia. Es uno de los gustos que me doy: leer libros de historia. ¿Y
no ve usted en eso un cierto camino señalado por sus padres al ponerle Viriato?
¿Hubiera sido igualmente aficionado a la historia sin ese nombre? Pero
no hombre, ¡qué va! Me gustaría igual si me hubieran llamado Juan o Pedro. No
estoy tan seguro. En ese caso, a lo mejor se hubiera dedicado a los Evangelios…
¡Pero
por favor! ¡Usted inventa las cosas que le convienen o tiene una fantasía a más
no poder, hombre!
Así
conocí a Viriato Rodríguez. Y por él al Viriato guerrero y al Viriato que
inventó Cervantes, que además de ser un gran novelista resultó ser un gran
publicista: Numancia es una de los primeros libros en proponer y consolidar la
idea y el nombre ESPAÑA. Gracias, muchas gracias, a los tres Viriatos.
Algo
más sobre Viriato en estos enlaces:
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