viernes, 23 de marzo de 2018

Títulos repetidos 12 - Rafael Guillén y Mario Goloboff

Caballos por el fondo de los ojos











Caballos por el fondo de los ojos, poema (1969) de Rafael Guillén.
Caballos por el fondo de los ojos, novela (1976) de Mario Goloboff.

Rafael Guillén es un poeta granadino, Premio Nacional de Literatura de España, con una obra muy amplia. También ha escrito ensayos, narrativa y otros géneros.
Para 1969, un par de jóvenes escritores –Vicente Batista y Mario Goloboff– le pidieron una colaboración para la Revista Nuevos Aires que acababan de fundar.
Mandó Caballos por el fondo de los ojos, un conmovedor poema sobre la tristeza que impresionó lo suficiente a Goloboff , al punto que tomó unos versos para el epígrafe y el título de su primera novela publicada pocos años después.
Acá dejo un enlace donde pueden leer el poema tal como salió en el Nº1 de la revista. Hagan clic aquí y vayan a la página 46.


La novela tiene la escritura experimental de la época en que la búsqueda de nuevas formas era un imperativo. El mismo autor ha dicho que tenía cierta influencia de Macedonio Fernández (“Es algo macedoniana.”) Tengamos en cuenta que hacía poco había salido Rayuela y, tengo para mí, que la mayor presencia es la de Unamuno y su Niebla, a la que podemos presentir es esos diálogos en los que el “autor” dialoga con sus personajes y en los numerosos cambios del narrador. También hay una mezcla de géneros como una forma de hacer una obra que englobara toda la escritura.
Las obsesiones que acompañan al autor en su vida están claramente presentes en esta su primera obra: la identidad, la lengua, la patria, la cuestión judía, la melancolía, las pasiones, la eternidad.
Entre todas elijo esto, referido a las dos primeras: uno de los epígrafes de Semillas (pág. 26)
            El que no ha sentido el drama que se juega entre la cosa y la palabra, no podrá comprenderme.  Vicente Huidobro

Y esta reflexión de inmigrantes recién llegados al país, con la esperanza de que la palabra traiga bienestar y sea como el maná cayendo sobre ellos:
            Hacer un hogar con el idioma para que esta tierra no se niegue. Porque si no, todo es igual en la uniformidad, ajeno. 
Estamos juntos pero nos falta el hilo, el lazo que iguale.


A Mario Goloboff , escritor y docente universitario, como gusta definirse, lo podemos encontrar a menudo en las contratapas del diario Página12. Ha escrito Criador de palomas, novela, Aguerridas musas, crónicas y unas biografías: Leer Borges y Leer Cortázar reeditadas recientemente.
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sábado, 17 de marzo de 2018

Con el mismo verso -6- César Tiempo y Guido Spano


La argentinidad al palo
La hermandad de las poesías de hoy está en los diferentes modos de pensar la construcción (y de apropiarse) de la “identidad nacional”.

 














Carlos Guido y Spano (1827-1918) es el autor de Trova, un largo poema de 1895, que empieza y termina así:
He nacido en Buenos Aires,
¡Qué me importan los desaires
con que me trata la suerte!
Argentino hasta la muerte,
He nacido en Buenos Aires.

César Tiempo (Israel Zeitlin, 1906-1980), respondió con una demoledora muestra de talento, ironía y humor: soy Argentino hasta la muerte, nací en Rusia. Es decir soy un inmigrante, tan inmigrante como vos, aunque hayas nacido acá, tus ancestros –los apropiadores de la Patria– eran también inmigrantes. Escribió esta parodia de la famosa estrofa:

¡Yo nací en Dniepropetrovsk!
No me importan los desaires
con que me trate la suerte.
¡Argentino hasta la muerte!
Yo nací en Dniepropetrovsk.

Lo voy a decir con un chiste cordobés: –Negra, no te hagái la despeinada, que soi de Via Azalais.
En esta época, de chauvinismo explícito, me pareció interesante repasar estos temas, así como sería bueno recordarle a nuestro presidente –promotor de una campaña para cobrarle a los inmigrantes la atención en los hospitales– que empiece por cobrársela a su propio padre, inmigrante siciliano.

En esta puja terció también, César Fernández Moreno (1919-1985), hijo del gran Baldomero –el de “Setenta balcones y ninguna flor…”–, con su intento de construir la nacionalidad logrando una identidad estética propia que incluya a “los otros”; a lo autóctono, a lo extranjero y a llevar esa discusión a la esfera pública.
Escribió Argentino hasta la muerte (ed. Sudamericana, 1963) un largo poema que desde el título refiere directamente al tema y es una larga autobiografía que llega hasta los tiempos en que no había país ni acá ni en la península ibérica.
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lunes, 12 de marzo de 2018

Restaurantes y afines

Tengo ganas de cenar, de modo que, con el permiso de ustedes, voy a buscar un restaurante cercano y enseguida continuaremos divagando sobre cualquier cosa que venga a cuento. Ya lo dice el refrán: “Panza llena, corazón contento”, por lo que ¡allá vamos!

La búsqueda se está complicando, parece que no hay restaurantes por esta zona. Hay unos establecimientos dedicados a dar servicios similares, pero llevan otros nombres:
Bistró, Brasería, Trattoria, Bar Notable. Como la oferta es amplia, saco mi celular y busco un buen diccionario de sinónimos y alguna aplicación que venga en mi ayuda.
¡Para qué! La lista se agranda con Bodegón, Comedor, Parrilla, Chivitería, Taberna, Morfódromo, Chifa, Cafetería, Figón, Fonda, Mesón, Posada, Pub, Boliche, Pizzería, Cantina.

La idea de “comer afuera” es de los finales de la Edad Media. Hasta esos tiempos se comía “adentro” de las murallas, de los palacios, de las residencias y los conventos. Las industrias nacientes y los caballeros que se trasladaban dieron lugar a los primeros establecimientos donde comer –a veces la propia comida que se traía–, como las ventas que aparecen en los libros de caballería o los caravasar de la Ruta de la Seda.
París pasa por ser la cuna de la gastronomía y los restaurantes; en realidad cuando aparecieron en Francia hacía muchos años que en Londres florecían las taverns, frecuentadas por la clase alta, .

Venite ad me omnes qui stomacho laboratis et ego vos restaurabo (Venid a mi todos los que tengan el estómago cansado y yo los restauraré)
Ese cartel puso frente a su negocio, cercano al Louvre, un comerciante que servía caldos, consomés y otros potajes con los que sus clientes recuperaban fuerzas y buen humor, vino mediante. Así nació el primer Restaurante, poco antes de la Revolución. A partir de allí se multiplicaron y la alta cocina salió de los palacios y sentó baza en ellos.
Todavía quedan algunos que vienen desde aquellos tiempos: La tour d’argent, Procopio, Polidor.
Este último, fundado en 1845 como Crèmerie Restaurant Polidor, sirve todavía hoy vino en jarra y un espectacular Boeuf bourguignon por menos de 15 € con postre incluido. Eso sí, en efectivo: un pizarrón advierte ¡desde 1846 no aceptamos tarjetas de crédito!


Amigos, los dejo, trataré de hincar el diente en cualquier negocio que me sirva algo digerible, dejando de lado cualquier consideración acerca de la denominación del local, su etimología y el nombre aristocrático con que bauticen a la milanesa que quiero comer.
Entro a uno elegido al azar, pero la suerte es grela: encuentro que, además de aguantarme toda la sanata posmoderna, ¡la puta, había show!


Las imágenes son de Quino y de Pablo Caprarulo.
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jueves, 8 de marzo de 2018

Con el mismo cuento 47 - El pequeño Gatsby

El gran Fitz y el gran Tabucchi


Suave es la noche, de Francis Scott Fitzgerald, novela (1934)
El pequeño Gatsby, de Antonio Tabucchi, cuento de su libro El juego del revés (1981)

Las obras de hoy hablan del (sin) sentido de la vida, del futuro que retrocede, de la imposibilidad de satisfacer el deseo, del desasosiego, los recuerdos y, a pesar de todo eso, de las pasiones que nos mueven, en especial la de los escritores y su necesidad de dejarlo todo escrito, bellamente.


El cuento de Tabucchi es una muestra de rendida admiración por el gran escritor norteamericano, un homenaje merecido y apasionado. Es un lector/escritor que repasa su vida y la de sus amigos asignándoles los personajes de Suave es la noche, mientras trata de escribir un cuento propio. En esa tarea va recortando fragmentos de su admirado y de otros, como Virginia Woolf (un fragmento de Al faro) y logra un clima en que el “tiempo es pérfido, nos hace creer que nunca pasa, y cuando miramos hacia atrás…”
Y termina su obra, con “…un final de Fitzgerald, naturalmente.”

La novela es un romance enmarcado en los locos años 20, donde se describe la invasión/conquista de Europa y la Costa Azul por parte de la alta burguesía estadounidense que no sabía qué hacer con su dinero, producto de las enormes ganancias obtenidas con la Primera Gran Guerra. Hay lugar para descripciones magníficas, retratos sociológicos, un repaso del estado del Psicoanálisis, la Psiquiatría, y las clínicas para enfermos mentales y unas descarnadas y filosas descripciones de las aristocracias europeas y estadounidense.
Formalmente impecable, con su toque misterioso que se revela en algún momento, y con unos cambios temporales que sobreponen y revisitan los mismo hechos, fue llevada al cine 20 años después de la muerte de su autor, en 1962, para la época en que Hollywood lo puso de moda.
Si bien todo gira alrededor de la pareja de Nicole y Dick Diver, las voces de los demás protagonistas tienen un gran peso y se sostienen en diálogos permanentes matizados por un narrador que a veces parece desaparecer. La evolución de los personajes es, quizá, lo más extraordinario de la novela.   
El nacimiento de las estrellas de cine, el descubrimiento de playas exclusivas y hasta una corta descripción del Tour de France, todo es una joya, es difícil encontrar partes olvidables. Aún en lo minucioso y detallista, el relato es exacto, económico y, sobre todo, bello.

El juego del revés acá:
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sábado, 3 de marzo de 2018

Títulos repetidos 11 - El candelabro de plata


Alberto Guerchunoff y Abelardo Castillo


El candelabro de plata, Abelardo Castillo. Cuento, de 1961, de su primer libro Las otras puertas.
El candelabro de plata, Alberto Guerchunoff . Relato, de 1936, de su novela Los gauchos judíos (1910/1936).

Guerchunoff publicó su novela para el Centenario de la declaración de la Independencia. En realidad se trata de 24 relatos cortos que muestran las vicisitudes de la inmigración judía en sus intentos de integración de las dos culturas, las de sus orígenes y la del país que los recibía. Para la 2ª edición de 1936 agregó dos relatos más, uno de ellos El candelabro de plata, cuando ya eran insoslayables los actos antisemitas prohijados por sectores del gobierno.
En su modesta casa de Colonia Rajil, en Entre Ríos, el Rabí Guedalí está cumpliendo con las oraciones y los ritos del sabath cuando le roban un candelabro de siete brazos y él no hace nada, se limita a intercalar entre sus rezos una imprecación al ladrón: No… es sábado, es sábado… Al regresar su mujer, le reprocha vivamente su pasividad.

El protagonista del cuento de Castillo, por el contrario, no es creyente y aprovecha la celebración de otro rito religioso –las fiestas de la Navidad cristiana– para dar rienda suelta a sus pulsiones más primarias. Un inmigrante es también acá la víctima propiciatoria, el que le ayuda a cumplir, involuntariamente, su irrefrenable deseo.
El contraste por oposición entre ambos relatos queda bastante a la vista. Hay homenaje en la amorosa parodia y referencias varias para que el lector disfrute.
Una de ellas, “…con una ternura infinita, poniendo toda mi alma...”, me hizo recordar a la milonga humorística Amablemente. Disculpas por mención tan inoportuna, frente al próximo 8 de marzo y el paro/día internacional de las mujeres. 

La lectura de ambos permite cotejar los modos y el manejo del oficio por parte de dos representantes de momentos tan creativos como diferentes de nuestra literatura.

El candelabro de plata (Guerchunoff) se lee aquí, pág. 173.

El candelabro de plata (Castillo) aquí
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