sábado, 30 de diciembre de 2017

¿Vegetarianos o carnívoros?











El club de los vegetarianos tiene muchos partidarios y su número va en paulatino aumento.
El boom tiene múltiples razones, más ambientales que nutricionales, más ideológicas que saludables, más filosóficas que fisiológicas (pueden reemplazar “más” y “que” por “tanto” y “como” si lo prefieren.)
Dejemos de lado en lo que sigue los aspectos médicos y nutricionales de las diferentes opciones para poner en cuestión otros aspectos vinculados: los contextos históricos y culturales implicados.
El éxito de los alimentos “incruentos” se apoya principalmente en el “derecho a la vida” de otras especies vivientes. Resumiendo: renunciamos a los bifes por objeción de conciencia alimentaria, por amor o por solidaridad con los cuadrúpedos y otros animales.

Las explicaciones de nuestra conducta son complejas y exceden la natural preocupación por la salud y la nutrición. La idea de que comer carne hace mal es una mezcla de cosas que viene desde las raíces del pensamiento occidental.
Los primeros homínidos eran vegetarianos. Desde que dejamos los árboles y adoptamos la postura erecta, nuestra especie se desarrolló a partir de grupos cazadores nómades, que aseguraban así alimentos y sobrevivencia. Varias especies animales más incluyen carne, incluso humana, en su dieta: practican la antropofagia a medida de sus posibilidades depredadoras o por falta de otros alimentos.
La idea de comer carne humana, antigua e inquietante, nos viene de cuando formamos las primeras hordas e incluso almorzábamos a nuestros derrotados, como una manera de honrarlos e incorporarlos.

Más tarde, el noble Pitágoras, padre de las dietas verdes, difundía su horror por el derrame de sangre animal. Se negaba a tocar a los carniceros por considerarlos impuros y portadores de fatales contaminaciones.
Razones tenía: que la sangre tiene algo de cruento lo dice la palabra misma; incluye la raíz indoeuropea Krei, de la que derivan, en muchas lenguas occidentales, palabras como crudo, crimen, crueldad, sangre, sanguinolento, cadáver.
La etimología reúne a todos los vegetarianos, los antiguos y los modernos.

El conmovedor sentimiento pitagórico sobre los animales lo contó Ovidio en el libro XV de  la Metamorfosis. La lectura del viejo texto con la sensibilidad actual nos expone a convertirnos  de inmediato a la “no violencia alimentaria”. Aunque el viejo matemático, en honor a la verdad, no vedaba la ingesta de carne en general sino la de los animales amigos del hombre: bueyes, ovejas, caballos y asnos. Nada decía de los jabalíes, cabras y otros bichos que arruinaban los sembrados y destruían los viñedos. O sea que el tipo era una especie de ecologista temprano cuya prédica la tomó el cristianismo en el tema de la abstinencia de carne durante algunas fiestas. El tema tuvo rechazos y adhesiones, entre las más conocidas, la de San Francisco de Asis.

García Márquez, en El otoño del patriarca y Shakespeare en Tito Andrónico cuentan unos banquetes que incluyen la manducación de algunos insumisos.
En oposición a esto tenemos a Gandhi por un lado y a Lisa Simpson por otro como abanderados de los herbívoros puros. Algún desarrapado podrá decirme que Hitler también era vegetariano, como prueba de que este tipo de alimentación no es garantía de buena conducta para con los semejantes.
Las distancias son cortas y parece que no pasan por allí, pero en realidad vale preguntarse:
¿Es que en cada dietética hay también una ética?
¿Estamos expiando alguna culpa con nuestra decisión alimentaria?
¿Nos queremos proteger de algún recuerdo terrorífico?


Lo anterior es un resumen libre de un excelente artículo de opinión de MARINO NIOLA que publicó La Repubblica, diario italiano, en septiembre de 2017.
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jueves, 7 de diciembre de 2017

Juego: dos palabras contra el totalitarismo


Me han pedido que participe en un juego literario que consiste en escribir algo acerca de dos palabras del diccionario, elegidas al azar.
Acepto el desafío, pero con estas aclaraciones: no me prestaré al uso habitual que, en general, consiste en construir un relato más o menos atractivo, siempre engañoso, con el objeto de distraer o seducir a los lectores para evitarles encontar la verdad, pensar en lo que les espera o simplemente estafarlos y venderles algo, que es lo mismo.

No importa si el objetivo es seducir a la enfermera de la otra cuadra, reemplazar cariños escasos, apropiarse de bienes públicos, del gobierno o alcanzar el poder y, ¿por qué no?, ocupar el lugar de dios aunque sea temporalmente: eso hace habitualmente lo que llamamos “literatura”.
Se trata ni más ni menos de un juego, una especie de ajedrez, donde las piezas son las palabras y como estas tienen significados y representaciones que cambian de continuo, no encontrarán sentido alguno allí, salvo el adormecerse, perder la conciencia, embriagarse y lograr evitar lo que más nos aterra: pensar.

De modo que voy a tratar de desenmascarar a las dos “inocentes criaturas” que me asignaron: “vaquita” y “amanecer”.
Intentaré develar la intrínseca maldad que constituye la esencia de estos dos Caballos de Troya, que ya no podremos usar sin ser cómplices o partícipes necesarios en la trapisonda de la literatura. Lo mismo podríamos hacer con cualesquiera otras, pero hoy nos ocuparemos de estas.
Queridos lectores, están ustedes advertidos: si desean seguir siendo engañados por las palabras, abandonen aquí mismo la lectura. Si, por el contrario, están dispuestos a intentar acercarse un poco a la verdad, a mirar aunque sea a través de un vidrio oscuro, agradeceré vuestro acompañamiento.

Tomemos a la angelical e inofensiva “vaquita” y  mirémosla en detalle. Comencemos por el hecho de que no está en el diccionario, o sea ni siquiera existe. Para colmo el sufijo “ita” identifica a veces a los diminutivos. Debemos tener más cuidado que nunca con estos casos, porque a su naturaleza de oculta intrusa le agrega ese sufijo dudoso, como para dar lástima en el caso de que la hayamos identificado. Pero ya la tenemos aquí, agarrada del cogote, y le haremos confesar todo.
Vaquita es confusa, los españoles usan “vaquilla” y se refieren a una ternera joven, de menos de dos años. ¿Será ésta la nuestra? ¡Quién sabe!
Con el mismo nombre se presenta un coleóptero pequeño de color rojo con pintas negras, también dice que se llama “vaquita” y le agrega un apellido: “de San Antonio”.
¿O será un mineral, desconocido para nosotros, con quién sabe qué propiedades peligrosas? Hasta podría ser radioactivo. El sufijo “ita” está presente en muchos óxidos y minerales estratégicos y complicados: pirita, azurita, rodocrosita, etc.
Vaca también es una apuesta a prorrata o un dinero que juntan algunos amigos para jugarlo o destinarlo a comprar algo más valioso de lo que podrían solos.
Antes de dejar a la resbalosa “vaquita” vale recordar que, si le sacamos el diminutivo con el que intenta pasar desapercibida, quitarse importancia o vaya a saber qué otra cosa, estaremos ante una “vaca” desnuda. Desnuda en sentido figurado, porque el animal viene todo forrado de cuero, como ya sabemos y por más que intenten mantener un perfil bajo, desde la fundación de nuestro país, nos  gobierna un grupo apoyado precisamente en ellas: la oligarquía vacuna.

Veamos ahora “amanecer” que con toda la dulzura y promesa que parece sugerir, también se trae el cuchillo bajo el poncho. Empecemos por el hecho que, de movida, no sabemos si se trata de un verbo o un sustantivo.
No sabemos si estamos llegando a algún lado o nos hemos pasado toda la noche allí. La cosa está negra en ese sentido a pesar de que algún diccionario diga que significa iluminar.
Y tampoco está claro si significa un comienzo venturoso o un castigo: recuerdo un amigo que llegó tarde a su casa y la esposa lo dejó afuera, sin dejarlo entrar. –Desgraciado, –le dijo–, vas a amanecer ahí, para que aprendas.
También significa pesadillas a repetición: Amaneció el Clarín debajo la puerta de la casa, como todos los días.
O la esperanza de un futuro mejor: Llegará el día en que amanezca sin el veneno de ese pasquín.

Disculpen ustedes el baño de realidad. Hubiera sido menos complicado entregarme al facilismo de hacer una composición que dijera, por ejemplo: Amanece sobre el ancho campo argentino, el ganado pace tranquilo entre las mieses y en la bucólica escena, se destaca una vaquita, triscando alegre en unos pastitos tiernos.
Todos estarían felices con sus pensamientos volando hacia el futuro luminoso que esperaría a esta tierra de promisión, llena de emprendedores produciendo alimentos y cervezas artesanales para todo el orbe.
Pero sabemos que la bruma se va, los globos se desinflan y ni a palos podemos comprender que nos pongan presos para aumentarnos la libertad o nos rebajen los sueldos para mejorar nuestra capacidad adquisitiva. Todo por una cosa muy simple: cada palabra quiere decir una cosa, y otra y otra, que en muchas ocasiones se oponen entre ellas mismas.
Además de que ellas no ayudan, si encima las usan unos mentirosos perversos no habrá forma de que entendamos algo.
La ambigua naturaleza polisémica de las palabras ha quedado expuesta con claridad, pero lo peor no está en ellas, debemos agregar el mal uso al que las sometemos. Ya lo dice un viejo refrán: en boca del mentiroso lo cierto se hace dudoso.

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viernes, 1 de diciembre de 2017

El paso del tiempo (en el cine)

Capturar el paso del tiempo, atraparlo, fijarlo o mostrarlo es un tema que tienta en forma reiterada a muchas expresiones artísticas.
El cine tiene ejemplos muy bellos y creativos de esos intentos, aún sabiendo lo dificultoso de la tarea. He reunido cuatro muestras de cómo abordan el asunto grandes directores, aunque no sea el tema central en la trama de sus películas.
Las elegidas son, por año de presentación:

            El baile, 1983, Francia-Argelia, dirigida por Ettore Scola.
            Cigarros, 1995, EEUU, dirigida por Wayne Wang.
            El árbol, 2006, Argentina, dirigida por Gustavo Fontán.
            45 Años, 2015, Inglaterra, dirigida por Andrew Haigh.


El baile relata 50 años de la historia de Francia, sin diálogos, con la cámara casi estática, en el mismo salón de baile, con los mismos actores. El tiempo parece abolido y las transiciones entre las diferentes épocas empiezan con la escena anterior fija, que va adquiriendo movimiento y los cambios sutiles en pequeños detalles, el vestuario, los peinados y, fundamentalmente, la música. Algún pequeño fuera de escena se utiliza para traer sonidos y noticias del “exterior”, pero la misma escena congelada y repetida a lo largo del tiempo, hasta terminar con la del principio, me parece un recurso maravilloso (que sigue copiándose a destajo por directores de cine y teatro.)


En Cigarros las historias principales pasan por otros lados, pero el protagonista, Auggie Wrenn (el dueño de la cigarrería, magistralmente interpretado por Harvey Keitel) saca todos los días, a la misma hora y con el mismo encuadre, una foto de la esquina de su negocio. Y así durante años, hasta que se las muestra al otro protagonista, Paul Benjamin (un excelente William Hurt, haciendo el alter ego de Paul Auster): “Nunca lo vas a entender si no las pasás más despacio. Son todas iguales pero cada una es diferente de la otra.”
Así es como Paul, en crisis por el fallecimiento de su esposa, la ve en una de esas viejas tomas y eso le abre un camino para superar la pérdida.
El álbum se convierte así en el modo en que Auggie atrapa el tiempo o al menos, lo intenta.


El árbol es, más que cualquiera de las otras, una reflexión sobre el paso del tiempo, es decir, sobre la vida y la muerte. Y el director lo muestra de diferentes maneras.
En la discusión de la pareja de ancianos sobre la conveniencia de derribar un viejo árbol de la vereda del que no sabemos ciertamente si está vivo o muerto y al que la película muestra tozuda y pacientemente, enfocado en diferentes estaciones a lo largo de los años.
Para dejar constancia de un tiempo más largo, el que va desde la infancia hasta el presente de los hijos de esos viejos, muestra un cajón con marcos de anteojos usados. Los hay desde todo tipo: Clipper, vampiresa, etc. Los diseños identifican las diferentes épocas que asociamos a figuras icónicas de nuestro pasado.
Una de las formas más creativas de mostrar el paso del tiempo y atraparlo... en un cajón de anteojos viejos.


45 Años. Kate y Geoff están a una semana de festejar el 45 aniversario de su casamiento cuando llega una carta del gobierno suizo solicitándole al marido colaboración para la identificación del cadáver de Katya, una mujer con la que él compartió unas vacaciones en los alpes, años antes de casarse. Un accidente, provocado por un alud, terminó con aquel paseo y la vida de algunos participantes. 
La noticia desencadena una crisis en la pareja. El pasado se hace pesadamente presente y el tiempo queda tan congelado como lo ha estado el cadáver de aquella jovencita durante más de 45 años. Para la joven, el tiempo no ha pasado: debe tener el mismo semblante de sus 20 años, para ellos la situación es bien distinta (e insoportable) ya que ambos superan los 70.

Tempus fugit pero, afortunadamente, el cine intenta atraparlo y parece que lo logra. Si las consiguen, recomiendo que vean alguna. No dejen que se les escapen.
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miércoles, 8 de noviembre de 2017

Con el mismo cuento 46 - Marco Polo y sus continuadores

La suerte de unos y la desgracia de otros


Debemos la suerte de conocer las maravillas que contó Marco Polo a la desgracia de su captura y encarcelamiento en Génova luego de la derrota veneciana en Curzola, en 1298.
Durante el encierro contó sus memorias a Rustichello de Pisa –preso el también desde varios años antes– quien las plasmó en francés antiguo en Divisament du monde (Descripción del mundo), libro que vio la luz hacia 1307 y fue, después de la Biblia, el más copiado y traducido por varios siglos.

No bien salió se difundió rápidamente, en varios idiomas, en especial un compendio en latín, obra de Pipino, un erudito veneciano. Allí conoció Europa las primeras noticias sobre el Tíbet, China, Japón, Mongolia y otras lejanas tierras. Así  nos enteramos de la existencia del petróleo y la brújula, la porcelana y los espaguetis, la pólvora y otras “minucias” que usaban los “bárbaros” pueblos exóticos de oriente.


Hay varias cosas llamativas relativas al libro:
            Que uno de los libros más significativos de su época fuera escrito por un analfabeto en las lenguas cultas europeas y a dos manos.
            El tal analfabeto, conocía muchas lenguas y oficiaba de mercader, diplomático y traductor en una vasta extensión del planeta.
            Se difundió copiado a mano, pero trajo la novedad del uso por los chinos de los “bloques para imprimir” que más tarde dieron lugar al desarrollo de la imprenta.
            Se editó en una época donde había gran avidez por los relatos –para la misma época salía la Divina Comedia, en lo que después se instituyó como lengua italiana– de todo tipo y en especial por los de viaje y dio lugar a una larga lista de continuadores (Pigafetta, Coleridge, Calvino, Kafka, Dino Buzzatti), que llegan hasta nuestros días. De ellos he reunido a:

Las ciudades invisibles, 1972, de Italo Calvino
El turno del escriba, 2005, de Graciela Montes y Ema Wolf
Cruce de caminos, 2012, de Angélica Gorodischer

De Las ciudades invisibles he comentado algunas cosas en una entrada  anterior referida a las ciudades en general. Calvino describe ciudades de fantasía, todas con nombre de mujer de las que cuenta a su jefe, Kublai Kan, algunas particularidades. El emperador de los tártaros, Marco Polo a través del autor y el lector mismo, intentan entender el mundo (y organizarlo, ¿por qué no?)
La tarea es casi imposible, vana, pero divertida.

El turno del escriba también se escribió a dos manos y sus autoras ganaron con su novela el Premio Alfaguara 2005. Relata el proceso de escritura del original centrándose en la figura de Rustichello, que de humilde copista se va convirtiendo en escritor. Muestra las complejas negociaciones entre ambos para que el relato sea fiel y, a la vez, atractivo y emocionante.
Una bella reflexión sobre la diferencia entre tener una idea o historia y convertirla en un texto. Un rescate de ficción, justo y merecido, del personaje que la historia se tragó siendo como era, un importante protagonista de la conservación del tesoro.

Cruce de caminos es el relato de un imaginario encuentro en un bar de Rosario entre Kublai Kahn y Marco Polo al que la autora asiste sorprendida desde una mesa vecina. Aunque el bar no se llama El Cairo sino Burgundy uno no puede dejar de pensar en ese tipo de humor y parodias que practicaba Roberto Fontanarrosa.
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jueves, 2 de noviembre de 2017

Con el mismo cuento 45 – El Rey Salomón, Brecht y Bertoldo y Cía.

El fallo salomónico según varios intérpretes


Los libros de hoy narran una historia que tiene más de vieja que de cierta. Son versiones (covers los llamaríamos ahora) de una ingeniosa y antigua leyenda oriental que atribuye a algún rey o juez la sabiduría y el ingenio para resolver un litigio entre dos partes que reclaman la propiedad de algo. En algún sentido es el más antiguo y divertido policial detectivesco que conocemos.

La Biblia – Reyes 
Bertoldo, Bertoldino y Cacaseno (1620), atr. a Julio César Croce y Adriano Banchieri
El círculo de tiza caucasiano, (1948), Bertold Brecht.

La Biblia: Reyes 3:16-29
Aquí se cuenta la historia del famoso fallo del Rey Salomón que amenaza con cortar con una espada a un niño, –el hijo que dos mujeres reclaman como suyo– y darle una parte a cada una. La verdadera madre rehúsa el ofrecimiento y dice que para eso mejor que se lo lleve la otra. Por el contrario esta insiste en que lo partan y eso provoca la sentencia de Salomón que ha identificado de este modo a la madre verdadera.

Bertoldo, Bertoldino y Cacaseno
La primera parte narra las astucias del rústico Bertoldo que convence a Albuino, rey de los longobardos, para ayudarlo con su ingenio. La primera demostración es otra versión del caso: resuelven una disputa de dos mujeres por el robo de un espejo. Con este aporte gana la confianza del rey y continúa con una comedia de enredos muy divertida y de fácil lectura. Pero, como nada es eterno, en lo mejor lo sorprende la muerte y lo suceden primero su hijo y más tarde su nieto.

El círculo de tiza caucasiano
Parte de una historia similar, el cuento chino del mismo nombre, de Li Xingdao. El conflicto es entre los miembros de dos granjas colectivas soviéticas en la zona de Georgia. Están representados por dos mujeres que deben sacar al hijo que disputan al que una parió y la otra crió de un círculo dibujado en el suelo. La sentencia toma un camino opuesto al bíblico y los fundamentos sustentan el planteo de la obra teatral.


Hay algunos corolarios graciosos que podemos sacar:
Salomón, que hasta allí venía por el Campeonato y la Libertadores, no resulta tan inteligente como parecía, se entusiasma con ampliar su harén y sus dominios y termina entregando el trono de Israel. ¡Todo porque no supo mantener la armonía entre las 300 esposas que tenía!
Bertoldo, a pesar de su éxito como asesor del rey, se pone de punta con la reina, come demasiado y muere.
De Brecht podemos decir que estaba predestinado a escribir una pieza como esta desde su nacimiento y bautismo. ¡Díganme si no es mucha casualidad que se llame Bertoldo, igual que su ingenioso antecesor en la ficción!
Como CONCLUSIÓN podemos decir que todo; la sabiduría, la gola, la fama, TODO ES PURO CUENTO.

Bertoldo se puede leer haciendo clic acá:

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miércoles, 25 de octubre de 2017

Con el mismo cuento 44 – Encuentros ficticios de personajes célebres


Reunir a personajes célebres en una ficción ha tentado a muchos escritores. Este es el eje central de los títulos de hoy, separados en dos grupos: aquellos encuentros que tuvieron lugar y los que, por diferentes motivos, no ocurrieron: sus protagonistas nunca se conocieron personalmente.
No he puesto ningún ejemplo de un tercer grupo: aquellos que no podrían haberse conocido por pertenecer a épocas distintas. Si algún lector tiene presente algún título de este tipo, será bienvenido.

Copenhague, 1998, obra de teatro de Michael Frayn
El encuentro de Guayaquil, 2005, obra de teatro, de Pacho O’Donnell
Cardenio, 2016, novela de Carlos Gamerro

Los tonos del diablo (The devil’s mode), 1989, relatos, de Anthony Burgess (1917-1993)
Evita y Victoria, comedia patriótica en tres actos, 1990, obra de teatro de Mónica Ottino
El poeta y el pintor, 2014, de Ana Rodríguez Fischer

Copenhague
En 1941, plena Segunda Guerra, el físico alemán Werner Heisemberg –que lideraba las investigaciones atómicas alemanas– fue a Copenhague a visitar a su maestro Niels Bohr. A partir del año siguiente este se radicó en EEUU para trabajar en el proyecto Manhattan y desarrolló la bomba atómica norteamericana. El misterio en torno a lo que conversaron es el núcleo de la trama.

Guayaquil
El encuentro entre José de San Martín y Simón Bolívar, el 26 de julio de 1822, es uno de los momentos de la historia de los que poco se sabe y sobre el que se nos ha mentido mucho, a través de Mitre y sus secuaces/continuadores. A partir de una investigación rigurosa, y del análisis de la situación política, relata lo que pudo haber sucedido y conversado entre ellos con, probablemente mayor verosimilitud que las versiones escolares.

Cardenio
En 1612 John Flechter propone a Shakespeare escribir a dos manos una obra basada en un personaje que aparece en Don Quijote. Cardenio es, realmente, una obra “perdida” de Shakespeare que hace tiempo se está buscando, de la que se conoce el argumento (y ahora parece que hubiera aparecido.)
Gamerro toma esa trama en modo muy interesante y la duplica al entretejerla con la historia del mismo Fletcher, traicionado junto con su socio Beaumont por la esposa que compartían en una “unión triangular utópica”.
El punto en cuestión sería la exploración de los límites que el amor pone a la amistad, o de otro modo, las disputas entre nuestros deseos y la virtud impuesta como imperativo social.
Pero para hacer con eso una comedia de enredos o una novela se necesita el talento que los autores muestran en ambas obras “tocayas”.

Encuentro en Valladolid (uno de los relatos de Los tonos del diablo)
España agasaja a una delegación británica. Shakespeare, Lope, Cervantes y otros miembros del parnaso inglés y español del Siglo de Oro forman parte del encuentro.
“Will” va a ver una corrida de toros en Valladolid. El picadero y su asistente son Don Quijote y Sancho. Los compara con sus Hamlet y Falstaff, que nunca se hubieran permitido salir de su encierro libresco. Mientras el toro despanzurra a un caballo al que le salen las vísceras por todos lados, reflexiona sin poder creer que: “…esta gente considera a Tito Andrónico un baño de sangre inaceptable”.
Fina e imperdible mezcla de ironía, humor inglés e intertextualidad.

Evita y Victoria
La conversación entre ellas se representó durante 6 años seguidos, de 1992 a 1998 en Buenos Aires.

El poeta y el pintor
Hipotético encuentro entre Góngora y El Greco, de la profesora de Universidad de Barcelona Ana Rodríguez Fischer.

Para leer Encuentro en Valladolid hacer clic en este enlace (ir a las páginas 18 a 21)

o acá:
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lunes, 16 de octubre de 2017

Títulos repetidos 10 – El Centinela

Alejandra Zina y Arthur Clarke


El centinela, 1948, Arthur Clarke. Publicado en 1951 en The Avon Science Fiction con el título de Centinela de la Eternidad.
El centinela, 2013, Alejandra Zina. El relato se publicó en la antología Osario común de la Editorial Muerde Muertos, Buenos Aires, 2013 y luego en el suplemento Verano12 del diario Página12.


El Centinela de Clarke, sorprende por haber sido escrito casi 20 años antes de la llegada a la Luna y 10 antes del lanzamiento del Sputnik. Luego del fracaso inicial se hizo muy conocido por haber sido incluido en una parte de la película de Kubrick 2001 Odisea del espacio. Un derroche de rigor científico y a la vez de una gran ternura e ingenuidad filosófica.

No dudo en poner a El centinela de Alejandra Zina entre los mejores cuentos de la literatura argentina. Muestra la indestructible y ominosa presencia del pasado en una pareja y, a la vez, en la de todos, en especial de nosotros, los argentinos. Una joya.

Se pueden leer en estos enlaces:


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sábado, 14 de octubre de 2017

Bandera Argentina - Antecedentes


Los navíos de las flotas radicadas en el Mar Adriático hacia 1804 llevaban este prospecto de las “Banderas de todas las Naciones” a fin de reconocer el origen los barcos de guerra o mercantes con que se cruzaban.
Sorprende que, en la primera línea, haya unas muy parecidas a la Bandera Argentina.
Pertenecían al Reino de Etruria ‒el antiguo Reino de Toscana‒, creado durante las guerras napoleónicas y que existió entre 1801 y 1807.

Napoleón desalojó al Rey de Toscana, acordó reemplazarlo por  Luis de Borbón, sobrino de la Reina María Luisa de España y cambió el nombre a sus dominios. El tratado de creación del nuevo Reino de Etruria y de una flota conjunta para luchar contra Inglaterra fue firmado por su hermano Luciano Bonaparte y el español Manuel Godoy cuando ya los franceses habían desalojado del poder al italiano Fernando III.
Hacia 1807 Francia se lo adueñó definitivamente, le devolvió su antiguo nombre  y Napoleón nombró a su hermana Elsa como Gran Duquesa de Toscana. En 1814, con la restauración, los napolitanos desalojaron a los franceses y repusieron al antiguo rey.

Si se observa el dibujo con detenimiento, se verá que la primera línea está reservada para la República Francesa y los reinos de Etruria y el Piamonte. La segunda para España, Inglaterra y Austria. Portugal está en la tercera y los Estados Unidos de América en la cuarta.
Podemos colegir que el General Manuel Belgrano, que estaba estudiando por esos pagos en aquellos años, tenía conocimiento de la existencia de esa bandera y seguramente simpatía por ella. Eran colores y banderas que representaban a los borbones.
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Favor hacer clic en la foto si quieren verla en detalle.

domingo, 1 de octubre de 2017

Marco Polo - Italo Calvino

Ciudades invisibles y complicadas


Cuando Marco Polo contó sus viajes -donde trajo por primera vez noticias de China, Japón y Mongolia- creó un nuevo género literario e inspiró  numerosas continuaciones, entre ellas La ciudades invisibles de Italo Calvino. Había nacido en Korčula, una ciudad fundada en la Edad Media bajo el dominio de Venecia.
La ciudades invisibles es una serie de relatos cortos donde Marco Polo le describe a Kubalai Kan –descendiente del Gengis Kan, Emperador de los Tártaros/Mongoles– la organización y la forma de las ciudades que ha visitado como su embajador.
Con los informes de Marco Polo, Kubalai Kan intenta entender qué son las ciudades, por qué tienen esa forma, qué principios rigen su diseño. La tarea no es menor y desata muchas reflexiones.

Lo mismo podríamos preguntarnos nosotros: ¿Qué es la ciudad hoy? ¿Qué intentaron ser o fueron? ¿Son una oposición entre vida nómade y sedentaria? ¿Una consecuencia de la transformación de la vida rural? ¿Cómo surgieron las megalópolis? ¿Por qué la ciudad está en crisis?
Las dificultades y contradicciones para entender el tema están  implícitas en los orígenes y la historia de la palabra misma, otro ejemplo de la dualidad de las palabras que nos vienen del indo-europeo y que significan tanto una cosa como su contrario.

En las lenguas eslavas ciudad se dice Grad (Gorod en ruso). Novi Grad, Stari Grad, Stalingrad, Novgorod, Volgograd son típicos ejemplos.
Grad viene del latín Gradus, que significa paso, escalón, peldaño (en italiano escalones se dice gradini). Y aparece lógico, porque las ciudades se construyeron alrededor de fortalezas y castillos o en lugares escarpados que necesitaban muchas escaleras para el acceso.
De aquí también deriva la palabra progreso, un concepto asociado a mejoras y a bienestar (de gradus, el verbo gradior, gressus, progreso, ingreso, entrada.)

Hasta acá todo va para adelante y arriba, pero sucede que gradus viene de la partícula indoeuropea grad que significa marcha lenta, por oposición a la partícula kur que significa marcha rápida. De kur derivan cursar y carrera (de allí viene que tomamos un “curso” para hacer una “carrera” universitaria o lo que sea.)
De modo que en el origen de ciudad, que es un asentamiento sedentario donde nuestros ancestros dejaron de deambular como nómades, está la palabra que denotaba caminar, marchar, ir hacia adelante.
¿Cómo no van a ser difíciles de entender las ciudades si la palabra significa caminar y quedarse parado a la vez?

¿En qué quedamos, caminamos o nos quedamos parados acá y fundamos una ciudad?
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domingo, 6 de agosto de 2017

Gente Mayor - 2 -

Poner el cuerpo


Toda su vida Roberto fue un maestro en el arte de esquivar poner el cuerpo. Cabía por entero en esa categoría que la gente común llama un vago, pero la calificación era totalmente injusta con él. Primero porque no era un tipo común, segundo porque toda su vida puso un gran esfuerzo en no hacer esas tareas u oficios que la gente llama “trabajar”, cumplir horarios, tener algún empleo fijo. Ese era su trabajo: poner el mayor celo y su creatividad al servicio de encontrar nichos y asuntos, en general muy bien remunerados, que generaban buenos negocios, de grandes volúmenes y pequeños esfuerzos, físicamente hablando. Para eso hacen falta, rapidez, inteligencia y buenas relaciones sociales. Estas le venían de  familia y el las supo mantener y aprovechar.

¿Había un excedente en la producción de azúcar? Él lo detectaba antes que nadie, encontraba dónde colocarlo y ponía en contacto a las partes. Después de una participación menor en el transporte aéreo de unos caballos logró interesar a unos millonarios sudafricanos en la compra de ejemplares Sangre Pura de Carrera, se hizo experto en pedigrís, los relacionó con studs de la provincia de Buenos Aires y se dio la gran vida por años. Con esas ganancias intentó cosas en el negocio del arte, pero se encontró con que había demasiados marchands, muchos de ellos mujeres y desistió rápido. Si una compañía naviera finlandesa quería hacer negocios en el Puerto de Buenos Aires o en la Zona Franca de Colonia o de Manaos el se las arreglaba para que su “oficina” fuera el teatro de las operaciones.
Respetaba a rajatabla su lema: “No hay que trabajar muchas horas porque eso no te deja tiempo para ganar plata.”

Junto con su esposa Raquel llevaban una vida social muy activa, iban al club al menos dos días por semana, se involucraban en todo tipo de actividades y los fines de semana los pasaban practicando deportes y viviendo allí. Pensándolo bien, este ocio estaba tan pautado y respetado que podría ser considerado otra forma de su trabajo, que incluía también el cuidado del cuerpo, del estado físico y de la silueta.
El ambiente era algo competitivo pero el grupo de parejas amigas cubría sus expectativas y generaba amistades genuinas. No corresponde que diga el nombre del club, no tiene importancia y hay muchos similares que más que un cambio funcionan como una continuación de las actividades y jerarquías semanales desde los viernes a la tarde. La obra que se representa tiene distinta escenografía pero los actores se reparten los mismos roles.

El tiempo fue pasando como siempre, sin dar señales, hasta que murió el marido de una pareja poco cercana. Aunque no se habló mucho, el asunto pegó fuerte al grupo. Hubo varias reacciones, aumentaron las actividades físicas, las visitas al médico y también; imperceptiblemente al principio, cierto grado de competencia como para que se terminara estableciendo una lista virtual de quienes estaban mejor y tenían a la muerte más lejos.
Esa comparación se estableció también al interior de las parejas, los cónyuges medían y evaluaban su salud y sus tiempos de sobrevida.
Roberto no fue la excepción  y también fue clasificado: su físico impecable y el poco desgaste al que lo había sometido en vida lo pusieron al tope de los que estaban mejor y de los hombres “que iban a enterrar a todos.”
Entre las mujeres, las fumadoras y las poco dispuestas al deporte y a los ejercicios aumentaron las sesiones de masajes y las caminatas, pero no fue suficiente para compensar a las de cuerpos cuidados por años de ejercicios y ocios burgueses.

Y un día murió Raquel, su hora le llegó entre las primeras.
La seguidilla continuó con otros amigos queridos, incluso uno muy cercano, Mario, cuya esposa, hacía unos años, había formado con Roberto una pareja que había hecho historia en los doble-mixtos del club.
Clara, a pesar de tener la misma edad que su marido, parecía más joven. Pero los años le llegan a todos, a ella también, y el tenis pasó a ser unos peloteos esporádicos.
Ella y Roberto siguieron compartiendo otras actividades y, meses después, anunciaron su casamiento al raleado grupo de amigos. A pesar de la cercanía, el tema generó sorpresas y un reacomodamiento de las relaciones y de las expectativas de sus miembros.

Al principio hubo una cierta euforia y todos se apropiaron de ese plus de años que la formación de la nueva pareja genera de inmediato. Algunos que estaban “sueltos” repensaron si, tal vez, no valdría la pena una prueba, al menos. Creo que hubo un par de intentos que pasaron los seis meses. Otro fue rechazado de cuajo por los familiares (herederos) que vieron peligrar sus derechos.
En un par de años, las cosas volvieron a la normalidad. Habían pasado dos años nomás, pero hay que ver lo que son dos años a cierta altura de la vida. Los que todavía comprendían sentían exacerbada la competencia y los otros… de los otros no hay mucho para decir.
Casi naturalmente murió Roberto. Un mes después, en el club, Clara estaba sentada con Miriam tomando sol y le comentó: “Creo que Roberto tenía dudas acerca del cuál de los dos iba a morir primero. Pero ahora que estamos acá, vos y yo, conversando, recuerdo un dicho que tenía siempre en la boca cuando moría alguien: “El que se muere, pierde.””
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viernes, 28 de julio de 2017

Con el mismo cuento 43 - Crímenes bien pensados

 … y mejor ejecutados.


Apollinaire, Borges, Saki (H. H. Munro)

Los cuentos reunidos hoy, absolutamente distintos, comparten las historias de unos asesinatos muy bien concebidos y ejecutados. La idea de agruparlos por su temática común es de Miss Marple, una fina lectora y asidua visitante del blog. De modo que queda aquí constancia de mi agradecimiento y de su talento.

Sredni Vashtar, de Saki (H. H. Munro, inglés, (1870 Birmania-1916 Francia)
El bergantín holandés, de Guillaume Apollinaire (1880-1818)
Emma Zunz, de Jorge Luis Borges (1899 Buenos Aires -1986 Ginebra)

Pertenecen al género policial clásico e incluyen una vuelta de tuerca adicional: la desilusión (o cierto esperanzado entusiasmo) que causan al poner en evidencia la impunidad lograda por los interesados. No encontrarán acá ese límite preciso entre malos y buenos y la tranquilidad de que los asesinos hayan quedado a buen reparo y por muchos años en la cárcel.
Si leemos policiales buscando claves que nos permitan sentirnos más seguros en nuestro peligroso mundo les adelanto que no las conseguirán pero, a cambio, tendrán un poco de humor y estímulo para nuestras fantasías más ocultas.
 

A El bergantín holandés se lo conoce también como El marinero de Amsterdam o El mono y el loro. Un juego divertido del autor, a tono con los relatos policiales de su época.  

Saki quedó huérfano de madre cuando era muy pequeño y fue criado por unos parientes puritanos, muy rígidos, en Inglaterra. Sredni Vastar, uno de sus más conocidos cuentos, además de su tema central muestra huellas de aquella dolorosa experiencia.

Borges publicó Emma Zunz en la Revista Sur en 1948 y al año siguiente lo incluyó en su libro El Aleph. Está narrado con tanta maestría que logra la indulgencia de los lectores para la protagonista haciendo que olvidemos el centro de los sucesos.
 
http://ciudadseva.com/texto/sredni-vashtar/
http://ciudadseva.com/texto/el-marinero-de-amsterdam/
http://files.lau-mirsa.webnode.es/200000010-b999eba943/EMMA%2520ZUNZ.pdf
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lunes, 24 de julio de 2017

Flaubert y Barnes

El loro de Flaubert y el de Barnes





Eduardo Berti escribió “66 notas preparatorias para una conferencia sobre el tema de la identidad”, inspiradas en las “99 notas preparatorias”, forma inventada por Fredéric Forte. Ambos pertenecen al grupo de experimentación OuLiPo, fundado en 1960, que explora la producción de obras con reglas que limitan y ponen restricciones al uso de la lengua.
Con la debida falta de respeto he intentado hacer algunos comentarios al jugoso libro de Julian Barnes El loro de Flaubert en un ejercicio similar, reemplazando “notas preparatorias” por “plumas” en uso o desprendidas del animal.

Plumas brillantes, opacas, perdidas.

1 – El loro de Barnes deslumbra, causa admiración. Su pluma ironiza, nos hace ver colores y detalles muy interesantes. Es un Ave del Paraíso.

2 – En ocasiones se excede en su mordacidad y el humor se vuelve algo vitriólico. Como cuando se pavonea en el capítulo del examen, ahí se convierte en un Pavo Real.

3 – El loro de Barnes pierde las plumas pero no las mañas.

4 – El hecho de que yo esté escribiendo esto muestra que cualquier cacatúa sueña con la pluma de los grandes plumíferos y con ser un Ave Lira.

5 – La primer pluma que le falta al Loro de Barnes es una llamada Contra Saint Beuve, de M. Proust. Incluso comienza el libro hablando del proyecto del mismo, como el de Marcel, y ronda la misma pregunta: ¿Por qué no nos basta con los libros y seguimos la vida de los escritores? ¿Por qué compramos pelos, fetiches, autógrafos, chismes?

6 – La segunda son las Apostillas a El nombre de la Rosa de Umberto Ecco. El italiano reflexiona sobre esa pregunta diciendo “El autor debería morirse después de haber escrito su obra. Para allanarle el camino al texto.”
Pero nadie se quiere morir así y menos sabiendo que la vaca todavía puede dar un poco de leche. Al fin y al cabo quién no se contradice algunas veces en su vida.

7 – ¡Qué trío de pájaros! Hay un refrán inglés que dice: Birds of the same feathers fly together  (Pájaros con las mismas plumas vuelan juntos). La anterior confirma lo pertinente de la expresión.

8 – Los diferencia cómo maneja cada uno sus contradicciones: Proust, las ignora. Dice que sólo el texto interesa y escribe un ladrillo de chismes y procedimientos criticando lo que termina haciendo. Ecco, dice que el autor “debería” morirse y dejar el camino libre pero, a pesar de esos buenos propósitos, continúa escribiendo muy solemne. Barnes las trae a la superficie, las toma en solfa y aprovecha para escribirlas y divertirse.

9 – El libro es muy borgiano en eso de no citar al inspirador, dar señales equívocas y dejar algunos pocos rastros para que el crimen no sea perfecto.

10 – ¿Qué crimen? El de escribir un libro, una biografía, algo que pretenda ser objetivo o captar la realidad. ¿Qué realidad?  Bueno, paremos acá. Todo sabemos que al fin nada es cierto… (Catulo Castillo, A Homero, tango. – Se refiere a Homero Manzi, no al griego. ¡Ojo!)

11 – Hablando de tangos hay uno que viene a cuento: Qué querés con ese loro, tango satírico de 1929, de Manuel Romero y Enrique Delfino. Lo popularizó una gran cantante y actriz: Sofía La Negra Bozán. Habla de un tipo que se engancha con una bataclana y su mujer la desvaloriza llamándola loro. Pero el tipo se las pica y se libera del yugo conyugal. Disculpas por la redundancia.

12 – El tipo sería lo que hoy llamamos un viejo verde. Ese color “verde” que se atribuye a los viejos libidinosos y a los chistes con alusiones sexuales no viene del color de las plumas de los loros sino del latín viridis que significa vigoroso y ya la usó Virgilio en su Eneida canto IV: la vejez de Dios es briosa y verde.

13 – Es que loro viejo no aprende a hablar.

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23 – Más vale loro embalsamado que cien volando.

24 – La literatura es nutricia, como la leche.

25 – La leche sale, mejor dicho la sacamos, de las ubres.

26 – Las ubres son ubérrimas. Y las palabras cambian con el tiempo. Antes uber y ubérrimo  hacían pensar en un festín de alimentos, fertilidad y abundancia; ahora, en un conflicto entre autos de alquiler y taxistas.

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32 – Una de las plumas más hermosas del loro de Barnes es la irónica puntualización de las diferencias entre “coincidencias” y “casualidades” en las investigaciones de los biógrafos sobre sus biografiados. El delirio los lleva a ver cosas donde no hay nada. (Cap. 5)

33 – Otra pluma brillante es la del capítulo 3: el biógrafo se encuentra ante la imposibilidad de escribir la biografía de Flaubert pues su fuente principal, unas cartas que iba a adquirir, fueron quemadas. El narrador cambia y termina hablando de sí mismo, escribiendo su autobiografía.

34 – Lo anterior está en línea con esa idea de que leemos para ir seleccionando partes de nuestra biografía. Buscando nuestra propia identidad.

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39 – Los lectores disfrutamos del virtuosismo de Barnes que maneja la zurda y la derecha con igual contundencia. Tan pronto te tira un cross certero de teoría literaria como un uppercut de ensayo o te hipnotiza contando un viaje en transbordador. Además ya ha encontrado un hobby para cuando cuelgue la pluma: la taxidermia.

40 – El pobre loro termina todo desplumado. Las polillas y el paso del tiempo se ensañaron con él, tan cruelmente, como los escritores con sus venerados precursores.

Fernando Terreno
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