viernes, 1 de diciembre de 2017

El paso del tiempo (en el cine)

Capturar el paso del tiempo, atraparlo, fijarlo o mostrarlo es un tema que tienta en forma reiterada a muchas expresiones artísticas.
El cine tiene ejemplos muy bellos y creativos de esos intentos, aún sabiendo lo dificultoso de la tarea. He reunido cuatro muestras de cómo abordan el asunto grandes directores, aunque no sea el tema central en la trama de sus películas.
Las elegidas son, por año de presentación:

            El baile, 1983, Francia-Argelia, dirigida por Ettore Scola.
            Cigarros, 1995, EEUU, dirigida por Wayne Wang.
            El árbol, 2006, Argentina, dirigida por Gustavo Fontán.
            45 Años, 2015, Inglaterra, dirigida por Andrew Haigh.


El baile relata 50 años de la historia de Francia, sin diálogos, con la cámara casi estática, en el mismo salón de baile, con los mismos actores. El tiempo parece abolido y las transiciones entre las diferentes épocas empiezan con la escena anterior fija, que va adquiriendo movimiento y los cambios sutiles en pequeños detalles, el vestuario, los peinados y, fundamentalmente, la música. Algún pequeño fuera de escena se utiliza para traer sonidos y noticias del “exterior”, pero la misma escena congelada y repetida a lo largo del tiempo, hasta terminar con la del principio, me parece un recurso maravilloso (que sigue copiándose a destajo por directores de cine y teatro.)


En Cigarros las historias principales pasan por otros lados, pero el protagonista, Auggie Wrenn (el dueño de la cigarrería, magistralmente interpretado por Harvey Keitel) saca todos los días, a la misma hora y con el mismo encuadre, una foto de la esquina de su negocio. Y así durante años, hasta que se las muestra al otro protagonista, Paul Benjamin (un excelente William Hurt, haciendo el alter ego de Paul Auster): “Nunca lo vas a entender si no las pasás más despacio. Son todas iguales pero cada una es diferente de la otra.”
Así es como Paul, en crisis por el fallecimiento de su esposa, la ve en una de esas viejas tomas y eso le abre un camino para superar la pérdida.
El álbum se convierte así en el modo en que Auggie atrapa el tiempo o al menos, lo intenta.


El árbol es, más que cualquiera de las otras, una reflexión sobre el paso del tiempo, es decir, sobre la vida y la muerte. Y el director lo muestra de diferentes maneras.
En la discusión de la pareja de ancianos sobre la conveniencia de derribar un viejo árbol de la vereda del que no sabemos ciertamente si está vivo o muerto y al que la película muestra tozuda y pacientemente, enfocado en diferentes estaciones a lo largo de los años.
Para dejar constancia de un tiempo más largo, el que va desde la infancia hasta el presente de los hijos de esos viejos, muestra un cajón con marcos de anteojos usados. Los hay desde todo tipo: Clipper, vampiresa, etc. Los diseños identifican las diferentes épocas que asociamos a figuras icónicas de nuestro pasado.
Una de las formas más creativas de mostrar el paso del tiempo y atraparlo... en un cajón de anteojos viejos.


45 Años. Kate y Geoff están a una semana de festejar el 45 aniversario de su casamiento cuando llega una carta del gobierno suizo solicitándole al marido colaboración para la identificación del cadáver de Katya, una mujer con la que él compartió unas vacaciones en los alpes, años antes de casarse. Un accidente, provocado por un alud, terminó con aquel paseo y la vida de algunos participantes. 
La noticia desencadena una crisis en la pareja. El pasado se hace pesadamente presente y el tiempo queda tan congelado como lo ha estado el cadáver de aquella jovencita durante más de 45 años. Para la joven, el tiempo no ha pasado: debe tener el mismo semblante de sus 20 años, para ellos la situación es bien distinta (e insoportable) ya que ambos superan los 70.

Tempus fugit pero, afortunadamente, el cine intenta atraparlo y parece que lo logra. Si las consiguen, recomiendo que vean alguna. No dejen que se les escapen.
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