viernes, 23 de octubre de 2015

Ataúdes en viaje

Ataúdes en viaje


El mismo tema como núcleo central no es suficiente coincidencia, entre las obras reunidas hoy, para incluirlas en la serie “Con el mismo cuento…”. Sin embargo, resulta curioso que el motivo sea transformado en obras de arte tan hermosas como diversas.
Eso sí, como no se trata de comedias rosa, advierto a las personas sensibles que el contenido de las propuestas es explícitamente (in)humano. Al final, como yapa, una referencia a una ceremonia religiosa sorprendente.

Mientras agonizo, William Faulkner
Esa mujer, cuento de Rodolfo Walsh
Guantanamera, película de Gutiérrez Alea y J. Tabío

Mientras agonizo, 1930, William Faulkner
Addie Bundren muere casi al mismo tiempo que unos de sus cinco hijos termina de fabricar el ataúd en que la llevarán, durante una tormenta, sobre un carro tirado por caballos prestados, hasta el vecino pueblo de Jefferson para cumplir su deseo de descansar junto a sus antepasados.
Para lo único que el argumento tiene importancia es para ponerlo aquí en la categoría de ataúdes en viaje. Si hay algo sin valor en las novelas de Faulkner es de qué trata; cualquiera sea el tema lo singular es que el tipo construye un relato donde se hacen patentes las grandezas y miserias humanas, las relaciones sociales en el sur de los EEUU y, sobre todo, la absurda perseverancia de los personajes en cualquier tipo de tareas que los (nos) ayuden a soportar su (nuestro) paso por este mundo y permiten que vayamos tirando… mientras agonizamos.
Addie, la madre protagonista, lo dice explícitamente antes de expirar: “Mi padre decía que el sentido de la vida era preparase para estar muerto.”
La novela está contada por muchas voces en cincuenta y nueve cortos capítulos; a las de los hijos se agregan las de parientes, vecinos y el mismo padre. Un personaje hipócrita y miserable que aprovecha el viaje para comprarse una dentadura postiza y conseguir una reemplazante: “Les presento a la Sra. Bundren”, anuncia después del entierro luciendo dientes y novia nuevos y cerrando la novela. Con ironía y humor vitriólico muestra otra manera de soportar la vida: ser un cínico.


Esa mujer, 1964, cuento de Rodolfo Walsh (1927-1977)
Si El matadero es uno de los cuentos fundamentales de la narrativa argentina, Esa mujer no le va en zaga. Ambos tocan dos hitos constituyentes de nuestra identidad nacional: la violencia como punto de partida el primero y la disputa por el cadáver (esa asociación de poder con necrofilia) el segundo.
Un periodista entrevista, varios años después del hecho, a un militar involucrado en el secuestro y traslado del cadáver de Evita. Ambos tienen datos que interesan al otro y mantienen un diálogo, estéril en cuanto a acercarlos a sus objetivos si bien fértil en la caracterización detallada de lo que representan.
Pero sus méritos literarios son tan o más importantes que el tema mismo: la construcción de una ficción luminosa partiendo de un hecho siniestro, suposiciones corroboradas años después en la restitución del cuerpo a los deudos, la ambigüedad presente desde el título, la ausencia de juicios morales y el hecho de que la verdadera protagonista no sea siquiera nombrada por narrador y entrevistado contribuyen a su perfección y trascendencia.


Guantanamera, Dir. Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío, Cuba, 1995, 105 min.
Con: Jorge Perugorría, Mirtha Ibarra, Carlos Cruz, Conchita Brando, Raúl Eguren.
La película es una comedia que satiriza algunos aspectos excesivamente burocráticos que complican la vida de los cubanos a la vez que muestra su creatividad y peripecias en la búsqueda de soluciones.
Yoyita, con sus 67 años, va a Guantánamo a visitar a su sobrina Gina y encontrarse con Cándido, un antiguo enamorado. Su muerte repentina hace que Cándido, Gina y su marido Adolfo, funcionario del estado, deban transportar el cuerpo a su provincia para la sepultura.
Durante ese viaje, multitud de situaciones cómicas y adversidades complican el éxito de la empresa, pues deben ajustarse a un nuevo plan de restricciones en el traslado de los fallecidos.
Los integrantes del cortejo coinciden con Mariano y Ramón quienes desde su camión compartirán casi todo el recorrido. Mariano es un antiguo alumno de Gina que estaba enamorado de ella. El inesperado encuentro agrega condimentos picantes a la aventura.
. FIN

Las fotos de la procesión de los ataúdes con personas vivas corresponde a la festividad en que los devotos de Lázaro y de Santa Marta agradecen la atención a sus demandas por la salud de familiares o de ellos mismos. Se celebra en la localidad de Santa Marta de Ribarterne, en As Neves, Pontevedra, España. Como dijo el torero aquel: ¡Hay gente pa’ tó!
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lunes, 19 de octubre de 2015

Odio - Amor (3)

Odio – Amor (3)
Como corolario de la ambivalencia del dúo Odio – Amor y de sus “escuderos” hoy agrego un listado ampliado de otras palabras que las acompañan y muestran esa ambigüedad en su aparente o concreta oposición.
Algunos diseñadores gráficos captaron esa dualidad y crearon las sutiles ambigrafías que acompañan esta nota. Alberto Apicella es el autor de las palabras en rojo y negro y, aunque desconozco al diseñador de la remera, la foto pertenece a Accordion Guy.

condena                      esperanza       
dolor /pesar                 felicidad /alegría        
tinieblas/oscuridad      luz /claridad               
mentira/falsía/vileza    verdad/nobleza
guerra/peligro              paz
veneno/ponzoña           almíbar/ambrosía
sacrificio/castigo          ofrenda/perdón
infierno/oprobio           paraíso/gloria
crueldad/escarnio         piedad/consuelo
amargura                      dulzura
conjetura                      certeza           
furia/rayo                     calma
angustia/cólera             éxtasis
espinas                         flores

Una curiosidad, para terminar: la palabra amor, en casi todas las lenguas cercanas, contiene una de las dos consonantes M o L (amar, love, liebe) que refieren a las onomatopeyas de mamar o lamer el pezón con las que las criaturas obtienen alimento y placer. El amor entendido como el acto de cuidar a otro o dar buen alimento se decía en griego antiguo: άγαπη (ágape). De allí viene el significado de comida o banquete a nuestra palabra ágape y el nombre Agapito, que significa amado.
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miércoles, 14 de octubre de 2015

Odio - Amor (2)

Acá está la pequeña selección que prometí con temas musicales que rondan el tema amor-odio:


ti voglio bene e t’odio (te quiero mucho y te odio
nun ti pozzo scurdà…  no te puedo olvidar…)
Malafemmena de Antonio Totó de Curtiss

ódiame por piedad yo te lo pido
ódiame sin medida ni clemencia
odio quiero más que indiferencia porque
el rencor quiere menos que el olvido.
Ódiame, bolero de Julio Jaramillo

Y hoy que no vale mi vida
ni este pucho de cigarro
recién sé que son de barro
el desprecio y el rencor.
De barro, tango de Piana y Manzi

…escribo contra mi parcialidad, porque forma parte de mi orgullo profesional el preferir la casi-verdad incluso a la expresión de mi casi-odio.

–¿Es que no se puede seguir queriendo u odiando todo ese tiempo? …
–No hay nada vergonzoso en sus celos, Mr. Bendrix. Para mí son siempre una prueba de verdadero amor.

Los celos, o tal he creído siempre, existen sólo con el deseo. Los autores del Antiguo Testamento eran aficionados a emplear las palabras “un Dios celoso” y quizás era su manera de expresar la creencia en el amor de Dios por el hombre.

…siento que todo mi odio vuelve a mí de golpe. El odio parece poner en acción las mismas glándulas que el amor. Hasta produce los mismos actos

Escribí al comienzo que esta era una crónica de odio y caminando junto a Henry encontré la única oración que parecía cuadrar a mi humor invernal: ¡Oh Dios, ya hiciste bastante, ya me quitaste bastante, estoy demasiado viejo y cansado para aprender a amar de nuevo, déjame en paz de una vez!   FIN
El fin de la aventura, 1951, novela de Graham Greene.

Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé.
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... Yo no sé
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Los heraldos negros, 1918, César Vallejo

Coro: Quell’innocente un fremito d'odio non ha nè un gesto (Esa inocente no tiene sentimientos ni gestos de odio).

Yago: M’ascolta: benque finga d’amarlo odio quel moro (Escúchame: por más que finja amarlo, odio a ese moro).

Desdémona: Disperda il ciel gli affanni e amor no muti col mutar degli anni (Disperse el cielo las angustias y que el amor no cambie con el paso de los años)

Otello: Otello ha sue leggi supreme, amore e gelosía vadan dispersi insieme! (¡Otello tiene sus propias leyes! ¡Qué amor y celos se hundan juntos!)
Otello, ópera de Verdi y Boito.

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viernes, 9 de octubre de 2015

Odio - Amor (1)


Mis labios la odian
porque la besaron.
La odio con toda
la fuerza de mi alma
y es tan grande mi odio
como fue mi amor.
 Rencor, tango de Charlo y Amadori
 
Odio – Amor
Desde la Biblia hasta novelas más recientes, desde el bolero al tango, desde óperas a canzonetas napolitanas el odio y el amor se muestran como complementarios o ambivalentes. El camino que recorrieron esas palabras desde sus orígenes hasta su significado actual es muy curioso, baste con pensar en el amor romántico, un concepto que tiene unos pocos siglos. Cada una con sus escuderos, los celos, el desprecio, el rencor por un lado y el deseo, la dicha, la alegría por el otro, han ido cambiando lentamente a medida que vamos civilizándonos.

La raíz indoeuropea primitiva que agrupa a lo que llamamos pasiones es eis. De ella derivan fonéticamente velocidad, pasional, sagrado, sexualidad femenina, ira e inspiración.  Esta proximidad de significados puede ayudarnos a entender el camino que fue relacionando lo sexual con lo dinámico, lo sagrado, la ira, la cólera, la guerra y la poesía.
La Ilíada comienza: 1 Canta, oh diosa, la cólera del Pélida Aquiles; cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó… En el texto en griego la primera palabra es
Meinin, ira, cólera. Cólera promovida por los dioses y cantada por el poeta inspirado por las Musas.

Ni el odio (µíσος misos) ni el amor (άγαπη ágape – φιλίος filios) están muy presentes en los textos griegos; con mucha más frecuencia aparecen la ira y la cólera que eran, parece, las pasiones más ejercitadas.
Esa ira que servía para conquistar y destruir peligros y enemigos tenía otras derivaciones que la emparentaban con el ardor sexual femenino, el estro y la inspiración (las musas eran todas féminas). Dualidad que ha llegado hasta nuestro lenguaje en varias expresiones: “estar caliente” significa tanto estar excitado sexualmente como enojado; “me volteé una mina” (en inglés “I knocked her down” –“la puse knock out” –) mezcla acto sexual con agresividad física.

El camino para que las pasiones hayan ido pasando de su carácter divino y de motor legítimo de nuestras acciones a sus aspectos de sufrimiento y represión sería paralelo al cambio del politeísmo al judaísmo/cristianismo; a la aparición de la LEY que nos convierte en sus esclavos, culpables desde el origen y sujetos pasivos que deben controlar sus instintos. A partir de entonces se otorga a la pasión su sentido de sufrimiento, la Pasión de Cristo es un ejemplo palmario.
De modo que ahí andan las pasiones pobrecitas, debatiéndose entre sus dos antepasados, el eis indoeuropeo donde todo es inspiración, fervor, ímpetu, sexualidad desbordante y el patior latino (kwenth indoeuropeo) que remite a la pasividad y el sufrimiento judeo-cristiano.

Como dice Susan Sontag: “…no es el amor lo que sobrestimamos, sino el sufrimiento.” El culto al amor en Occidente es un aspecto del culto al sufrimiento. Y para eso ¡nada mejor que volver al epígrafe y seguir escuchando Rencor y una selección que continuará la próxima velada!

 
Casi todo, en especial lo que está bien, lo he resumido de
IVONNE BORDELOIS, Etimología de las pasiones, Libros del Zorzal, 2006, Buenos Aires
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martes, 6 de octubre de 2015

Talleres literarios - Plumas verdes

Plumas verdes o El otro yo del Dr. M.


Lo que mata no es la humedad sino la lectura de textos en el taller. Cualquier chichipío o chichipía sueña que puede escribir y se aplica a la tarea con la determinación de un converso y una voluntad de hierro. Toman la lapicera y se largan con todo atrás de una vaga idea que se les cruzó por la cabeza. Es como si el hecho de completar unas líneas los ubicara en algún exclusivo paraíso y les asegurara la eternidad o sus cinco minutos de fama.
En realidad, esos cinco minutos suyos, son cuarenta y cinco minutos míos luchando contra viento y marea con un fárrago de adverbios y adjetivos indigeribles aderezados con una salsa de egos y clichés de todo tipo. Quedo exhausto atrapado en párrafos llenos de lugares comunes acompañados por una profusión de fantasías de todo tipo: infantiles, sexuales y sueños estrafalarios.
 
¿Qué les pasará por la cabeza a sus compañeros mientras ellos leen?
En algunas ocasiones los miro sin ver y, de repente, me encuentro clasificándolos según las consabidas etiquetas: los que hacen oídos sordos, los que andan por las nubes de Úbeda, las arpías –prontas a saltarle a la yugular si la ocasional lectora es otra fémina–, las mosquitas muertas. En fin, la lista es larga como esperanza de pobre.
Los que leen parecen haber perdido la noción del tiempo y están dispuestos a persistir en la tarea hasta que se acabe el mundo. El estar en el ojo de la tormenta parece provocarles algún disfrute. Hasta que, de pronto, se hace un manto de espeso silencio: hemos llegado al final. El respetable público y la víctima esperan los alegatos y el veredicto del jurado.
Menos mal que tengo bastantes carreras corridas y que algún ansioso siempre adelanta su opinión porque si no romper el hielo, sin herir susceptibilidades, sería una ardua tarea. Si consigo superar la inercia inicial, y he tenido un buen día, diría que logro sacarle el jugo a la situación –aunque  el texto sea pesado como collar de melones–  y la cosa resulta bien nutricia tanto para el educador como para los educandos.
 
 
Ahora, digo yo, ¿por qué no se les ocurre leer cada vez que sienten la tentación de escribir? Las cifras hablan claro y son lapidarias: hay más escritores que lectores. Es imperativo generar lectores.
Digo imperativo y algo me suena mal, enseguida lo asocio con tener la sartén por el mango y eso del enano fascista que dicen que los argentinos llevamos adentro.
Saquemos lo de imperativo y vayamos a otra cosa, a algo subjuntivo, digamos. Que sea imperioso conseguir lectores. Pero planteado de este manera suena algo hipotético y se diluye en una expresión de buenos deseos. Así no parece que fuéramos a llegar a ningún lado. Olvidemos pues el subjuntivo y continuemos esto de conseguir lectores de otro modo para no entrar en una vía muerta.

Busquemos lectores vocacionales. Al final se me hace que, con un poco de benevolencia y poniendo un manto de piedad sobre sus textos, estos potenciales lectores puestos a escribir tienen la virtud de ser miembros plenos y concretos de la cofradía de las palabras. Palabras a las que no sólo lleva el viento sino cada uno de ellos en lo más hondo de su corazón.


Fernando Terreno
Sept. 2015

Las viñetas son de Omar Janaan, Forges y Otonel Guevara
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