viernes, 9 de octubre de 2015

Odio - Amor (1)


Mis labios la odian
porque la besaron.
La odio con toda
la fuerza de mi alma
y es tan grande mi odio
como fue mi amor.
 Rencor, tango de Charlo y Amadori
 
Odio – Amor
Desde la Biblia hasta novelas más recientes, desde el bolero al tango, desde óperas a canzonetas napolitanas el odio y el amor se muestran como complementarios o ambivalentes. El camino que recorrieron esas palabras desde sus orígenes hasta su significado actual es muy curioso, baste con pensar en el amor romántico, un concepto que tiene unos pocos siglos. Cada una con sus escuderos, los celos, el desprecio, el rencor por un lado y el deseo, la dicha, la alegría por el otro, han ido cambiando lentamente a medida que vamos civilizándonos.

La raíz indoeuropea primitiva que agrupa a lo que llamamos pasiones es eis. De ella derivan fonéticamente velocidad, pasional, sagrado, sexualidad femenina, ira e inspiración.  Esta proximidad de significados puede ayudarnos a entender el camino que fue relacionando lo sexual con lo dinámico, lo sagrado, la ira, la cólera, la guerra y la poesía.
La Ilíada comienza: 1 Canta, oh diosa, la cólera del Pélida Aquiles; cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó… En el texto en griego la primera palabra es
Meinin, ira, cólera. Cólera promovida por los dioses y cantada por el poeta inspirado por las Musas.

Ni el odio (µíσος misos) ni el amor (άγαπη ágape – φιλίος filios) están muy presentes en los textos griegos; con mucha más frecuencia aparecen la ira y la cólera que eran, parece, las pasiones más ejercitadas.
Esa ira que servía para conquistar y destruir peligros y enemigos tenía otras derivaciones que la emparentaban con el ardor sexual femenino, el estro y la inspiración (las musas eran todas féminas). Dualidad que ha llegado hasta nuestro lenguaje en varias expresiones: “estar caliente” significa tanto estar excitado sexualmente como enojado; “me volteé una mina” (en inglés “I knocked her down” –“la puse knock out” –) mezcla acto sexual con agresividad física.

El camino para que las pasiones hayan ido pasando de su carácter divino y de motor legítimo de nuestras acciones a sus aspectos de sufrimiento y represión sería paralelo al cambio del politeísmo al judaísmo/cristianismo; a la aparición de la LEY que nos convierte en sus esclavos, culpables desde el origen y sujetos pasivos que deben controlar sus instintos. A partir de entonces se otorga a la pasión su sentido de sufrimiento, la Pasión de Cristo es un ejemplo palmario.
De modo que ahí andan las pasiones pobrecitas, debatiéndose entre sus dos antepasados, el eis indoeuropeo donde todo es inspiración, fervor, ímpetu, sexualidad desbordante y el patior latino (kwenth indoeuropeo) que remite a la pasividad y el sufrimiento judeo-cristiano.

Como dice Susan Sontag: “…no es el amor lo que sobrestimamos, sino el sufrimiento.” El culto al amor en Occidente es un aspecto del culto al sufrimiento. Y para eso ¡nada mejor que volver al epígrafe y seguir escuchando Rencor y una selección que continuará la próxima velada!

 
Casi todo, en especial lo que está bien, lo he resumido de
IVONNE BORDELOIS, Etimología de las pasiones, Libros del Zorzal, 2006, Buenos Aires
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