Mis labios la
odian
porque la
besaron.
La odio con toda
la fuerza de mi
alma
y es tan grande
mi odio
como fue mi amor.
Rencor, tango
de Charlo y Amadori
Odio – Amor
Desde la Biblia hasta novelas más recientes, desde el bolero al
tango, desde óperas a canzonetas napolitanas el odio y el amor se muestran como
complementarios o ambivalentes. El camino que recorrieron esas palabras desde
sus orígenes hasta su significado actual es muy curioso, baste con pensar en el
amor romántico, un concepto que tiene unos pocos siglos. Cada una con sus
escuderos, los celos, el desprecio, el rencor por un lado y el deseo, la dicha,
la alegría por el otro, han ido cambiando lentamente a medida que vamos civilizándonos.
La raíz indoeuropea primitiva que agrupa a lo que llamamos
pasiones es eis. De ella derivan
fonéticamente velocidad, pasional, sagrado, sexualidad femenina, ira e
inspiración. Esta proximidad de
significados puede ayudarnos a entender el camino que fue relacionando lo
sexual con lo dinámico, lo sagrado, la ira, la cólera, la guerra y la poesía.
La
Ilíada comienza: 1 Canta, oh
diosa, la cólera del Pélida Aquiles; cólera funesta que causó infinitos males a
los aqueos y precipitó… En el texto en griego la primera palabra es Meinin, ira, cólera. Cólera promovida por los dioses y cantada por el poeta inspirado por las Musas.
Ni el odio (µíσος misos) ni el amor (άγαπη ágape – φιλίος filios) están
muy presentes en los textos griegos; con mucha más frecuencia aparecen la ira y
la cólera que eran, parece, las pasiones más ejercitadas.
Esa
ira que servía para conquistar y destruir peligros y enemigos tenía otras
derivaciones que la emparentaban con el ardor sexual femenino, el estro y la
inspiración (las musas eran todas féminas). Dualidad que ha llegado hasta
nuestro lenguaje en varias expresiones: “estar caliente” significa tanto estar
excitado sexualmente como enojado; “me volteé una mina” (en inglés “I knocked
her down” –“la puse knock out” –) mezcla acto sexual con agresividad física.
El
camino para que las pasiones hayan ido pasando de su carácter divino y de motor
legítimo de nuestras acciones a sus aspectos de sufrimiento y represión sería
paralelo al cambio del politeísmo al judaísmo/cristianismo; a la aparición de
la LEY que nos convierte en sus esclavos, culpables desde el origen y sujetos
pasivos que deben controlar sus instintos. A partir de entonces se otorga a la pasión su sentido de
sufrimiento, la Pasión de Cristo es un ejemplo palmario.
De
modo que ahí andan las pasiones pobrecitas, debatiéndose entre sus dos
antepasados, el eis indoeuropeo donde
todo es inspiración, fervor, ímpetu, sexualidad desbordante y el patior latino (kwenth indoeuropeo) que remite a la pasividad y el sufrimiento
judeo-cristiano.
Como
dice Susan Sontag: “…no es el amor lo que sobrestimamos, sino el sufrimiento.” El
culto al amor en Occidente es un aspecto del culto al sufrimiento. Y para eso ¡nada
mejor que volver al epígrafe y seguir escuchando Rencor y una selección que continuará la próxima velada!
Casi
todo, en especial lo que está bien, lo he resumido de
IVONNE
BORDELOIS, Etimología de las pasiones,
Libros del Zorzal, 2006, Buenos Aires.
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