miércoles, 27 de abril de 2016

Con el mismo cuento 40 - Borges y Amorim


Hombre de la esquina rosada, 1935, Jorge Luis Borges, (1899-1986).
Gaucho pobre, 1953, Enrique Amorim, (1900-1960).
Historia de Rosendo Juárez, 1970, Jorge Luis Borges, (1899-1986).

El aire de familia que tienen estos cuentos no es casual. Sus autores eran amigos, parientes y -por si hubiera que reforzar los vínculos- los dos primeros intercambian dedicatorias. Cuando Borges escribió el tercero la posibilidad de dialogar con Amorim se había clausurado; Don Enrique ya había muerto.
Los cuentos son breves e interesantes, vale la pena su lectura. Están entre los últimos sobrevivientes de la gauchesca.
Hombre de la esquina rosada fue llevado al cine en 1962 por René Mugica (con Francisco Petrone, Jacinto Herrera y Susana Campos en los protagónicos). El autor estaba muy complacido con la película, decía que era mejor que el cuento.

La relación entre ellos fue estudiada por Pablo Rocca, docente de la Universidad de la República, Montevideo, que escribió un delicioso y documentado ensayo sobre el punto:
Rocca, P. (2010) Duelos: Sobre "Hombre de la esquina rosada", "Historia de Rosendo Juárez", de Jorge Luis Borges y "Gaucho pobre", de Enrique Amorim.

Como además tiene el mérito de ser conciso no agregaré ni una línea más. Se lo puede leer acá:
http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.4234/pr.4234.pdf

Hombre de la esquina rosada:
http://www.literatura.us/borges/rosada.html
Gaucho pobre:
http://www.planagropecuario.org.uy/publicaciones/revista/R56/R_56_34.pdf
Historia de Rosendo Juárez:
http://www.literatura.us/borges/juarez.html
Película Hombre de la esquina rosada:
https://www.youtube.com/watch?v=AtlrcPjSWxM

La viñeta, llamada Milongas borgeanas, es de Carlos Ferreira.
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miércoles, 20 de abril de 2016

Apellidos pascuales

Apellidos pascuales y otras rarezas


Las fiestas judías y cristianas de la Pascua (unas celebran el éxodo de Egipto y las otras la resurrección de Jesús) ocurren en fechas cercanas porque eso de edificar un templo sobre otro viene de lejos y permite cierta idea de continuidad.
Muchos apellidos las recuerdan ya sea porque nacieron asociados a ellas o a comunidades que surgieron alrededor del culto de esas celebraciones o por las razones que fueran:

Pascale, Pascucci, Pasqual, Pasquale, Pascotto, Pasqualetti, Pasqualotto, Pasqualin, Pasqualini, Pasquariello, Pasqualon, Pasquin, Pasquini, Pasquinelli, Pasquazzo, Pasquotto.
Y, por si no fuera suficiente, los hay también que derivan de la cuaresma, el período de cuarenta días que antecede a las pascuas y en los cuales hay restricciones sobre la ingestión de ciertos alimentos: Quaranta, Quaresimi, Quaresima, Carantonelli, Caranta, Quaranti, Quaresimo, Quaresimale.

Y si vamos unos días atrás y nos detenemos en las fiestas del carnaval, también continuación de unas antiguas fiestas paganas griegas y romanas –en esa época creo que se llamaban saturnalias o dionisícas– podemos ver varios apellidos que vienen de allí:
Carnevale, Carnevali, Carlevaro, Carlevaris.
Algunos dicen que, precisamente, la palabra carnaval viene de la italiana carnevale que a su vez deriva de carne levare, es decir de suspender el uso de la carne, refiriéndose a la abstinencia de carne durante la cuaresma, que es el periodo que sigue al carnaval.

 
Extractado de:
Trentino Emigrazione, Rivista della Provincia Autonoma di Trento, Italia, Nº 32 –marzo 2005 – Nº 26 diciembre 2002.
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La viñeta es de El roto. No tiene nada que ver con las Pascuas, pero viene muy a cuenta de las situación en la República Argentina y los Panamá papers.

viernes, 15 de abril de 2016

Marcela Tinayre


Las novelas de Marcelle Tinayre tuvieron un gran éxito. La casa del pecado (La maison du Peelle) tuvo 40 ediciones y Helle vendió más de cien mil ejemplares. Pero a la par de su carrera como prolífica escritora tuvo una fuerte militancia política, fue parte de los movimientos feministas y de la causa de las mujeres, con posiciones que la llevaron a rechazar la más alta condecoración de la República Francesa: la Legión de Honor.


Es posible que, a esta altura, alguien esté pensando que El Pulpero se confundió o no tomó la pastilla. Que Marcela Tinayre es una hermosa conductora de la televisión argentina, hija y madre de otras estrellas del espectáculo, y no encuentre verosímil lo de escritora.
Sin embargo una cosa es tan cierta como la otra: se trata de un caso de homonimia, dos personas con el mismo nombre.

Marcelle Tinayre, cuyo nombre verdadero era Marguerite Suzanne Marcelle Chasteau, (1870 Tulle – 1948 Grossouvre), tomó el apellido de su marido Julien, un pintor y grabador con quien se casó en 1897, en París. Para la misma época publicó Avant l’amour, su primer novela con la que se hizo muy conocida. Hace poco tiempo, la editorial des femmes, que fundó Antoinette Fouque y que publica casi exclusivamente a mujeres, reeditó en 2015, La Veillée des armes. Una crónica del comienzo de la guerra del 14, de la movilización de los ejércitos los primeros dos días en que parten los trenes con soldados desde Paris hacia el frente.

Tanto Marcelle como su marido eran auverneses, naturales de la región de Auvernia, el centro mismo de las galias donde se desarrolló la campaña de Julio César y donde Vercingétorix le infligió una de sus pocas derrotas. Las otras ocurren en la historieta Asterix. ¿Será de allí que el nombre tenga una llamativa similitud con averno, que significa infierno en italiano?
De lo que pueden caber pocas dudas es que el padre de Marcela, el director cinematográfico Daniel Tinayre, conociera a la escritora y haya querido homenajearla al elegir el nombre de su hija.

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martes, 12 de abril de 2016

Apellidos santos

(los seguidores de Antonio y de Pedro)


Hay dos santos de los que provienen una gran cantidad de apellidos europeos, en especial italianos: Antonio y Pedro.
Los apellidos son una antigua manera de establecer linajes (que comenzó en los tiempos del Imperio Romano) y –especialmente– de identificar personas con el principal objetivo de cobrarles impuestos (práctica que se consolidó en la Edad Media).*  Esto explica la cantidad de referidos a plantas, cultivos, lugares y oficios, pero deja el interrogante, en este caso, acerca de cómo el culto a algunos santos se trasladó a los apellidos de sus seguidores.
El hecho resulta llamativo porque algo similar se planteó muchos años después, en el Siglo XIX, cuando los esclavos libertos tomaron el apellido de los patrones que los liberaban.
Cualquiera sea la razón, resulta interesante que entre estos dos santos podemos enumerar casi un centenar de apellidos de los cuales van acá estos, a modo de ejemplo:

De ANTONIO:
Antonelli, Antolini, Antoniazzi, Antonutti, Antonioni, Dall’Antonia, Tonolli, Tonini, Toniolli, Tognali, Tognazzi, Tognoli, Antognini, Tognon, Tonetti, Anton, Tonolini, Tonolli, Tonet, Dantoni, Dantonio, Dantone, Antonietti, Tuninetti, etc.

De PEDRO:
Pederzolli, Pedrini, Depetri, Depedri, Pedrazza, Pedrazzi, Pederzini, Dalpeder, Peder, Depeder, Peterlin, Pedranz, Pedro, Petrolli, Depetris, Petrella, Petrei, Pedraz, Pedrin, Peltrari, Depedro, Pietrolin, Depetris, Pedrazzolli, Pedrotti, Petroni, Petri, etc.

Puede resultar natural, dado que San Antonio Abad y, especialmente, San Antonio de Padua tuvieran muchos seguidores en su tierra natal.
Lo mismo con respecto a San Pedro, nombrado primer Papa por el mismo Jesús, previo cambiarle al apóstol su nombre arameo original: Kepha o Cefa.

*ver entrada del 17 Set de 2009,  “Apellidos con gusto a zapallo”
http://lapulpera.blogspot.com.ar/2009/09/apellidos-con-gusto-zapallo.html

Extractado de:
Trentino Emigrazione, Rivista della Provincia Autonoma di Trento, Italia, Nºs 21 –agosto 2001 y 22 – noviembre 2001.

 
Los autores de las últimas viñetas son Pericles y Kappel. Desconozco a los autores de las otras dos.
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miércoles, 6 de abril de 2016

Roa Bastos devuelve los golpes (de la 39)



Roa Bastos devuelve los golpes

Admito que he sido impiadoso y algo perverso con muchos escritores al dar rienda suelta a mi berretín de encontrar similitudes o préstamos en sus obras. Me refiero a la serie: “Con el mismo cuento” que vengo recopilando hace unos años.
Confieso que no son las únicas faltas cometidas en esa tarea, con el agravante de que los autores involucrados no pueden defenderse porque no están avisados o, en su gran mayoría, están muertos.  

Así andaba, tranquilo e impune, hace unos días, atrapado en la novela Hijo de hombre, disfrutando la imaginación desbordante y su prosa exquisita, cuando el muy ladino de Roa Bastos me aplicó un mamporro certero que me dejó sentado. El tipo, agazapado al final de la página 249, como si conociera esto de hurgar en libros ajenos, le adjudica el mismo pecado al antihéroe y, de paso cañazo, al lector que tenga la mala costumbre.
Veamos cómo lo dice. El que narra es Miguel Vera que, preso en el penal militar de Peña Hermosa, acaba de recibir un paquete con libros:

            “Varias novelas… Lectura para meses. O para años. Hojeé distraídamente La guerra y la paz, recordando la primera vez que leí la novela de Tolstoy, en Itapé, durante unas vacaciones de la Escuela Militar, convaleciente de paludismo. La había comprado creyendo que tenía alguna relación con el arte castrense. Es el mismo ejemplar subrayado por mí. Fea costumbre. Alambrados de lápiz rojo alrededor de pensamientos ajenos, que luego se llenan en uno de plantas parásitas.
No podía acordarme más que de algunos pasajes inconexos. En cambio, el nombre del escritor ruso me trajo el recuerdo de unas palabras suyas, leídas no sé dónde, acerca de una tribu extinguida hace mucho tiempo. Alguien dice de pronto: “Todos los atzures han muerto. Pero hay aquí un papagayo que conoce algunas palabras en su idioma…” ¿A qué clase de sobrevivencia quiso aludir Tolstoy? No sé porqué he recordado esto. Es probable que se trate de una asociación sugerida por los gritos del gua’á.

El gua’á es un guacamayo que hay en el penal que grita en guaraní: ¡Escapemos!... ¡Escapemos todos! 

Cuando me repuse del golpe vi que, en realidad, incluye la confesión de su parte de que él mismo hacía prácticas similares.
Recordé que el personaje Miguel Vera es, en cierto modo, su alter ego y que el encuentro de esas hilachitas de Tolstoy son una muestra de amoroso reconocimiento al ruso. Y una mirada piadosa para los lectores que marcan, subrayan y recortan los textos de otros.
Ni qué decir de la alusión a atzures y papagayos: cuando todo desparezca... quedarán algunas palabras.
Su novela y este Tolstoy que nos ha seleccionado bastan y sobran para ponerlo entre los indispensables.

ROA BASTOS, Augusto – Hijo de hombre, Eterna Cadencia Editora, 2011, Buenos Aires.
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