jueves, 16 de mayo de 2019

Seudónimos

Seudo significa falso. Seudónimo es un nombre falso usado para ocultar el verdadero. Hay diferentes razones para usar un seudónimo, algunas más atendibles, otras más perentorias y hasta risueñas. Trataremos de husmear los motivos para la elección de algunos y dejar volar la imaginación a partir de allí, sin otro propósito que divertirnos y acrecentar la reunión de datos aparentemente inservibles.

Empecemos por el principio: el primer tipo que cambió su nombre fue Jacob. Con la complicidad de su madre (¡y del mismo Dios!, como se ve después, Génesis 25,19 – 50,21) se quedó con la herencia familiar que le correspondía a su hermano Esaú, gemelo y primogénito. Iba rajando con los rebaños y demás bienes rapiñados y se encontró con Yavhé en persona que a cambio de la adoración/representación exclusiva le propuso mudar de nombre y de esa manera ser otro: “En adelante, tu nombre será Israel”, le dijo. Ambos pretendían que, teniendo otro nombre, serían otros en apariencias y podrían disfrutar de lo robado sin complicaciones ni reclamos. Algo similar a lo que hace nuestro presidente cuando cambia sus dineros mal habidos poniéndolos a nombre de testaferros, con “pases de mano” o modificando las sociedades off-shore.


No vayamos tan atrás para no perder la idea inicial que sería esta: así como tenemos la teoría de que el autor del crimen siempre deja una huella o algo que lo delate porque, en el fondo, lo que busca es un poco de reconocimiento, algo que lo individualice, que indique que se trata de él y no de otro; del mismo modo, en la elección del seudónimo, estaría la idea de ser alguien distinto, que deje también saber quien soy realmente o quisiera ser.

Comenzaremos con tres escritores argentinos: Andrés Rivera, Lobodón Garra y César Tiempo.
El primero formó su alias con el apellido del escritor colombiano José Eustasio Rivera y el nombre de la calle en que vivía: Andrés Lamas. Hijo del Gral. Agustín P. Justo y de Ana Bernal, Lobodón lo construyó a partir de la nomenclatura que se daba a los fósiles de animales prehistóricos (Gliptodón, Mylodón), nombrados en sus primeros “Relatos bravíos de la Patagonia salvaje y de los mares australes: La tierra maldita”. También usó Agustín Bernal, mezcla del nombre del padre y el apellido de la madre. El verdadero nombre de Tiempo era  Israel Zeitlin. Su seudónimo es un juego a partir de la traducción de su apellido alemán: zeit tiempo, lin cesar.
                                                              
El escritor norteamericano O. Henry y el revolucionario ruso León Trotsky, cuyos nombres originales eran Sidney William Porter y Lev Davidovich Bronstein comparten el mismo origen de sus alias: una estadía en la cárcel, donde tomaron el nombre de sus respectivos carceleros. El primero, acusado de un faltante de dinero, lo usó después de cumplir su condena y el segundo, detenido político en Odesa a los 21 años, fue desterrado a Siberia de donde escapó, dos años más tarde, con aquel nombre en un documento falso. Y lo siguió usando el resto de su vida.


Quizás el seudónimo que mejor refleja el irónico humor y el talento de su autor, es el del escritor Scholem Aleijem. El autor de Tevie, el lechero (El violinista sobre el tejado) se llamaba Sholem Yakov Rabinovitsh o Rabinnovitz. El seudónimo significa “la paz esté con ustedes”. El tradicional saludo judío lo hizo inmensamente popular: “Cada vez que se crucen dos paisanos, dirán mi nombre al menos un par de veces”.  Lo que se dice, un publicista genial.
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domingo, 5 de mayo de 2019

Lágrimas y sonrisas - microficción

Lágrimas y sonrisas ‒ Microficción

Conmovido por el duro final de sus padres, el doctor Pedroni comenzó a aplicar la eutanasia. Fabrica un brebaje que permite pasar al otro mundo sin dolores, con gran disfrute y mucha alegría. Esto le ha traído un éxito profesional y económico considerable que ahora está en peligro.
Han llegado noticias de una reunión de difuntos que dicen que jamás hubieran dado su consentimiento de haber sabido que la vida todavía podía tener momentos tan divertidos.
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Fernando Terreno

El autor de la viñeta es F. Mahel
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