viernes, 28 de enero de 2022

Con el mismo verso -7- Oliverio Girondo y Jorge de la Vega

La conmutación/iteración al palo

La hermandad de las poesías de hoy refleja que cuando hay talento se pueden usar las mismas ideas y los mismos ingredientes y obtener combinaciones únicas, en síntesis: obras de arte.




Oliverio Girondo (1891-1967)poeta vanguardista, autor de Espantapájaros (1932) y En la masmédula (1953) entre otros. De este último, es el conocido Poema 12 cuyo fragmento sigue a continuación:

 

Poema 12

Se miran, se presienten, se desean,

se acarician, se besan, se desnudan,

se respiran se acuestan, se olfatean,

se penetran, se chupan, se demudan,

se adormecen, se despiertan, se iluminan,

se codician, se palpan, se fascinan,

se mastican, se gustan, se babean,

se confunden, se acoplan, se disgregan,


 


Jorge de la Vega (1930-1971) pintor, cantante y creativo publicitario. Además de una obra muy reconocida en las artes plásticas en el movimiento Nueva figuración, en sus últimos años incursionó en la canción poniendo música a sus poesías surrealistas. Eran los tiempos del auge del café-concert y del Di Tella. De allí es este poema, Proximidad, que formó parte del disco El gusanito, su tema más conocido y que, seguramente, muchos recuerdan en la voz de Marikena Monti.

 

Proximidad

Estar cerca, aproximarse,

acercarse, estrecharse y abrazarse,

rozarse, bordearse y confundirse,

y ceñirse y apretarse,

apiñarse, agavillarse,

allegarse,

adjuntarse e incluirse,

hacinarse, apropincuarse y anudarse

y reanudarse, avecinarse y convivirse.

 

Unámonos, unifiquémonos,

añadámonos, sumémonos, adicionémonos,

reunámonos, liguémonos, recopilémonos,

aliémonos y enlacémonos,

conciliémonos y aglutinémonos,

adhirámonos, amalgamémonos y barajémonos

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sábado, 1 de enero de 2022

Artemio Terencio Martinoli Astengo - inventor de la plancha eléctrica

Esta es la segunda biografía donde el Lolo Amengual rescata del olvido a ilustres mujeres y hombres que forjaron nuestra nación. 

Ciudadano Ilustre

Artemio Terencio Martinoli Astengo

Físico e Ingeniero - Inventor de la plancha eléctrica.

 


 

Artemio Terencio Martinoli Astengo nació en Buenos Aires en 1860 en el seno de una familia de inmigrantes europeos adinerados.

De manifiesta inteligencia, muestra a sus seis años un precoz interés científico. El 30 de agosto de 1866, en la quinta de sus padres, en Adrogué, con la ayuda del jardinero logra hacer volar un gran barrilete del que cuelga un grueso alambre de hierro. Con el barrilete en el aire ata el extremo libre del alambre a la rama de un ombú. Había escuchado sobre la experiencia de Benjamín Franklin y quería repetir la prueba.

 

El barrilete mantenía en el aire al pesado alambre debido al fuerte viento «pampero» que soplaba. Un inesperado chaparrón obligó al niño y al jardinero a buscar refugio; mientras corrían hacia la casa, el hombre recordó que, una vez más, la tormenta de Santa Rosa había llegado con puntualidad. Refugiados en la amplia galería observan como el barrilete caracolea en la altura, cuando un golpe de luz  que los ciega es seguido por el estruendo de un trueno, cuya intensidad rompe los vidrios de algunas ventanas, ambos fenómenos producidos por la descarga de un rayo, capturado por el barrilete convertido en pararrayos. Millones de voltios descienden por el alambre y, en milésimas de segundos, vaporizan al ombú y abren un profundo pozo en la tierra.

Después de esta experiencia emocionante, Artemio Terencio supo que su vocación era la Física.

 

Alumno sobresaliente del Colegio Nacional de Buenos Aires, a su egreso fue a estudiar a Inglaterra. La lectura de las teorías de James Klerk Maxwell  lo sumergen en el naciente campo de la electricidad y el magnetismo.

Vuelto a Buenos Aires en 1888, solo el título de la conferencia que anuncia en la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales: Hacia la teoría de un campo unificado, (se refería al campo electromagnético), produjo estupor, desagrado e ira en los miembros de la Sociedad Rural Argentina, ignorantes ellos, creyeron que tal teoría encubría una solapada defensa de la reforma agraria y un apoyo a la turba anarquista que empezaba a hacer ruido.

Artemio Terencio, es injustamente crucificado por la prensa con titulares como «Imanes no, vacas si», y por un libelo venenoso, acreditado a su ex compañero de colegio: Miguel Cané, quién dice de él: «…Las opiniones de este electricista ateo justifican, para proteger a la República y respetar a la sociedad, la promulgación de una Ley que permita expulsar del país a los científicos y demás asociales…». Artemio Terencio indignado, se fue a Montevideo y pocos días después, se embarcó hacia Nueva York.

 

Hombre de fortuna, en Nueva York se aloja  en el hotel Waldorf Astoria,  donde conoce a otro huésped que allí vivía: su colega Nikola Tesla, con quién entabla una fuerte amistad, matizada con larguísimas partidas de billar, juego que ambos practicaban con destreza. Tesla, discreto, se sincera con «AT» (sobrenombre neoyorkino que adopta Artemio Terencio Martinoli Astengo, cuyos nombres y apellidos son de difícil pronunciación para los angloparlantes); le cuenta como Edison, durante lo que se conoció como «la guerra de las corrientes» hizo funcionar a su monstruoso invento reciente, la silla eléctrica, con corriente alterna (CA) promocionada por Tesla, solo para desprestigiarla frente a la corriente continua (CC), generada por el propio Edison, quien pensó que nadie querría instalar en su casa la misma electricidad que se utilizaba para ejecutar delincuentes.

 

En 1892, «AT», recomendado por Tesla colabora con George Westinghouse, junto a ingenieros y físicos pioneros como William StanleyOliver B. ShallenbergerBenjamin Garver Lamme y su hermana Bertha Lamme. La «créme de la créme» de la compañía Westinghouse, convirtida en la rival histórica de la General Electric, fundada por Thomas Edison.

 

En ese período de comunión científica creativa, «AT»,  como hobby, desarrolló (sin patentar) dos ideas revolucionarias: la Parrilla eléctrica para hacer asado sin humo, y la Plancha eléctrica que suplantaría con el tiempo a las planchas a carbón que intoxicaban a modistas y sastres o las muy peligrosas planchas a nafta, promocionadas por la Standard Oil, que solían explotar.

 

«AT», se casa en Nueva York con Imgard Marianne Charlotte Von Bürenschmidt cuyo padre, vaya coincidencia, era un fuerte accionista de la empresa alemana AEG, la cual había decidido en 1895 extender sus negocios de producción eléctrica fuera de Europa.

AEG crea la Sociedad DUEG (Deutsch Ueberzeeische Elektricitäts-Gesellschaft), inscripta en Argentina en 1898 con el nombre de Compañía Alemana Transatlántica de Electricidad CATE, que a partir de ese entonces, gracias a un oscuro contrato con el gobierno nacional de entonces, se encargará de iluminar a Buenos Aires durante el próximo medio siglo.

 

Con 40 años de edad en 1900, «AT», regresa al país y se agrega al directorio de la CATE. Durante los fines de semana, en la quinta de Adrogué que vuelve a frecuentar, deslumbra a sus amigos invitándolos a las «parrilladas eléctricas», y los asombra con sus asados sin humo. Advierte que el fluir de los voltios exalta el gusto de chorizos y morcillas, vuelve amarga a la molleja y castiga a los chinchulines que pierden su jugo y adquieren rigidez cadavérica, «producto de la concentración de ozono que modifica la tensión superficial de la grasa, que luego explota con violencia» explica «AT».

Para poder usar la parrilla, debió instalar en la quinta un generador de corriente continua de 400 voltios, accionado por un motor a vapor.

 

En 1915 «AT» decide aceptar la titularidad de una cátedra de física que le ofrece la Universidad de Edimburgo, viaja entonces a Nueva York a despedirse de sus amigos y se embarca hacia Escocia en el transatlántico «Lusitania». Nunca llegó: un torpedo alemán acabó con su vida.

 


  

Solo queda de él su retrato, que aquí se expone y una prenda gaucha, que «AT»,  vestía con orgullo cada vez que visitaba San Antonio de Areco, para jugar a la «taba»  con Ricardo Güiraldes. Se trata de una rastra criolla, con lamparitas de linterna que iluminaban cada valiosa moneda de plata que cubría la cincha, lamparitas alimentadas por dos pilas de Volta, disimuladas dentro del mango del imponente facón. Lo notable de esta rastra, hoy propiedad del coleccionista Walter Santoro, se encuentra en el florón central que forma la hebilla, ocupado por la sigla A.T.M.A. finamente cinceladas en plata, con adornos de oro. La sigla, un acróstico, se corresponde a las cuatro iniciales de Artemio Terencio Martinoli Astengo.

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No podemos asegurar que la marca comercial ATMA, de excelentes planchas eléctricas industria argentina, esté vinculado a nuestro personaje, pero pensamos que sí así fuera, sería un justo homenaje a este pionero.

 

                                                           Ciudadano ilustre / Lorenzo Amengual 5/10/2018

 

El collage es obra del autor del texto, Lorenzo AMENGUAL

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