miércoles, 29 de octubre de 2014

Latín confuso -5- Humor


A pedido de numerosos lectores -en realidad sólo uno- continuamos con nuestro apostolado, tratando de poner luz y claridad sobre posibles malentendidos y usos espurios del latín. Si alguna risa provocan estas líneas en los lectores habrán cumplido sobradamente su parte,  ya que la traducción, como sabemos, es un arte esquiva y refalosa.     

“In acta eruditorum”, cuya traducción es “en obra instruida”, en traducciones apresuradas se  interpreta como “eructó en el acto”.

“Nunc est bibendum”, la invitación al brindis “Ahora bebamos” de las Odas de Horacio, se ha sabido traducir como “Nunca estuvimos tomando” que, además de tener el sentido contrario al original es totalmente incorrecto.

“Ex oriente lux, ex occidente lex”, “Del Este la luz, del oeste la Ley”  jamás ha significado “Negro, prendé la luz pa’ que me oriente un cacho” como en algunas  traducciones mediterráneas.

“Utrinque roditur”, significa “Me roen por todas partes” o “Todos están contra mí”.  Se desaconseja traducirlo como “Me la trinqué de rodillas”.

“Stultorum infinitus est numerus” significa “La estupidez humana no tiene límites” o, literalmente, si se prefiere: “El número de necios es infinito”.  En absoluto debe traducirse como: “Había muchos escultores”.

Y, para terminar por hoy:

“A barba stolidi discunt  tondere novelli”, cuyo significado “En la cara del tonto aprenden los barberos nuevos” no debe traducirse apresuradamente como: “Nuevos descuentos en el precio de la afeitada.”
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sábado, 25 de octubre de 2014

Bestiarios


Bestiarios eran los de antes, los de la Edad Media, donde aparecían criaturas mitológicas, imaginarias, simbólicas y monstruosas. Hidras de muchas cabezas, gárgolas, dragones, centauros, sirenas, pulpos y serpientes abrazadoras; a la medida del terror y de la imaginación de sus autores. Estos animales monstruosos han ido desapareciendo con algunas excepciones: las arpías –mezcla de mujer y águila (etimológicamente la palabra significa que vuela y saquea) – y los hombres-lobo, tipos normales que alguna circunstancia (la luna llena, una mirada) convierte en feroz vampiro o lobizón y que, esporádicamente, encontramos entre nosotros.

Los bestiarios modernos han ido dando cuenta paulatinamente de que la criatura más monstruosa que aterroriza a los humanos es el hombre mismo y las alegorías van cediendo de a poco con el reconocimiento de nuestros aspectos más animales y quizás menos tenebrosos. En síntesis, a esta altura del campeonato empezamos a tener conciencia de que el monstruo más inquietante es el que llevamos dentro.

Pionero en este aspecto fue Franz Kafka con su Metamorfosis: cuando la publicó en 1915 dio expresas instrucciones a su editor en el sentido de no ilustrar el libro para que cada lector imaginara por cuenta propia en qué se había transformado Gregorio Samsa.
Otro ejemplo de este tipo es el Bestiario (1951) de Julio Cortázar que ha pasado a ser arquetipo y “marca registrada” de los bestiarios. Son ocho cuentos fantásticos, vitriólicos y, al decir del mismo autor, “autoterapias del tipo psicoanalítico”. Circe, Casa tomada, Ómnibus entre ellos.
 

Bestiarios propiamente dichos son el de Juan José Arreola (1959), el de Juan Nicolás Padrón (2012) y una recopilación de las bestias de H.P. Lovecraft ilustradas por Enrique Alcatena.
La oveja negra (1969) de Augusto Monterroso, Álbum de zoología (1985)  de José Emilio Pacheco y Manual de zoología fantástica (1954) de Jorge Luis Borges y Margarita Guerrero son también bestiarios, algunos con forma de viejas fábulas, lo que me hace pensar en Esopo y en que el tema de pasarles el fardo a los pobres bichos es anterior a la Edad Media. ¡Qué culpa tendrá el pobre chancho…!


A los que guste profundizar sobre el tema, le paso estos enlaces por los que anduve picoteando:
(Excelente artículo de Paola Tinoco)
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lunes, 20 de octubre de 2014

Con el mismo cuento 27 – Monterroso, Denevi, Shua.

La obsesión por la belleza
La rana que quería ser una rana auténtica, 1969, Augusto Monterroso
La inmolación por la belleza, 1970, Marco Denevi
Clases de gimnasia, 1996, Ana María Shua

Los cuentos de hoy, tan cortos y distintos, tienen muchas cosas en común. Temas muy antiguos y otros de la globalización contemporánea: la vanidad, la belleza superficial, el narcisismo por un lado y, por el otro, los gimnasios, las dietas y los sacrificios ante el dios de la figura.
El mérito de relacionar los dos primeros es del blog Literatura y conocimiento: http://literaturacomoenigma.blogspot.com.ar/2011/09/dos-cuentos-un-mismo-tema-la-apariencia.html

La rana que quería ser una rana auténtica
Había una vez una rana que quería ser una Rana auténtica, y todos los días se esforzaba en ello.
Al principio se compró un espejo en el que se miraba largamente buscando su ansiada autenticidad. Unas veces parecía encontrarla y otras no, según el humor de ese día o de la hora, hasta que se cansó de esto y guardó el espejo en un baúl.
Por fin pensó que la única forma de conocer su propio valor estaba en la opinión de la gente, y comenzó a peinarse y a vestirse y a desvestirse (cuando no le quedaba otro recurso) para saber si los demás la aprobaban y reconocían que era una Rana auténtica.
Un día observó que lo que más admiraban de ella era su cuerpo, especialmente sus piernas, de manera que se dedicó a hacer sentadillas y a saltar para tener unas ancas cada vez mejores, y sentía que todos la aplaudían.
Y así seguía haciendo esfuerzos hasta que, dispuesta a cualquier cosa para lograr que la consideraran una Rana auténtica, se dejaba arrancar las ancas, y los otros se las comían, y ella todavía alcanzaba a oír con amargura cuando decían que qué buena rana, que parecía pollo.


Inmolación por la belleza
El erizo era feo y lo sabía. Por eso vivía en sitios apartados, en matorrales sombríos, sin hablar con nadie, siempre solitario y taciturno, siempre triste, él, que en realidad tenía un carácter alegre y gustaba de la compañía de los demás. Sólo se atrevía a salir a altas horas de la noche y, si entonces oía pasos, rápidamente erizaba sus púas y se convertía en una bola para ocultar su rubor.
Una vez alguien encontró una esfera híspida, ese tremendo alfiletero. En lugar de rociarlo con agua o arrojarle humo –como aconsejan los libros de zoología-, tomó una sarta de perlas, un racimo de uvas de cristal, piedras preciosas, o quizá falsas, cascabeles, dos o tres lentejuelas, varias luciérnagas, un dije de oro, flores de nácar y de terciopelo, mariposas artificiales, un coral, una pluma y un botón, y los fue enhebrando en cada una de las agujas del erizo, hasta transformar a aquella criatura desagradable en un animal fabuloso.
Todos acudieron a contemplarlo. Según quién lo mirase, semejaba la corona de un emperador bizantino, un fragmento de la cola del Pájaro Roco, si las luciérnagas se encendían, el fanal de una góndola empavesada para la fiesta del Bucentauro, o, si lo miraba algún envidioso, un bufón.
El erizo escuchaba las voces, las exclamaciones, los aplausos, y lloraba de felicidad. Pero no se atrevía a moverse por temor de que se le desprendiera aquel ropaje miliunanochesco. Así permaneció durante todo el verano. Cuando llegaron los primeros fríos, había muerto de hambre y de sed. Pero seguía hermoso.

Clases de gimnasia
Para aumentar la flexibilidad del tronco y las ramas, evitando así las quebraduras provocadas por ráfagas intempestivas, clases de gimnasia para árboles se ofrecen, individuales y a domicilio. Precios especiales para bosques.


Y los dejo sin más porque en minutos empieza mi clase de elongación con un sistema new-age que dicen que te deja como nuevo.
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sábado, 18 de octubre de 2014

Agujeros - Humor y poesía


1
¿A cuánto está el Gruyere?
A 20 (centavos) el agujero.

2
Vendo agujeros para espumaderas.

3
Aviso en la puerta de una fábrica de agujeros: “Cerrada por falta de materia prima”

Hace muchos años estaban de moda chistes como estos. Ahora me he topado con unas líneas -no tienen título siquiera- que posiblemente estuvieran detrás de ellos:

4
Macedonio Fernández (1874-1952).
Cuadernos de todo y nada, Buenos Aires, Corregidor, 1972.

Mujer, ¿cuánto te ha costado esta espumadera?
1,90.
—¿Cómo, tanto? ¡Pero es una barbaridad!
Sí; es que los agujeros están carísimos. Con esto de la guerra se aprovechan de todo.
—¡Pues la hubieras comprado sin ellos!
Pero entonces sería un cucharón y ya no serviría para espumar.
No importa; no hay que pagar de más. Son artificios del mercado de agujeros.

Para terminar, un agujero más poético y zurcido nada menos que por Raúl González Tuñón:
5
La calle del agujero en la media (1930)

Yo conozco una calle que hay en cualquier ciudad
y la mujer que amo con una boina azul.
Yo conozco la música de un barracón de feria
barquitos en botellas y humo en el horizonte.

Tú crees todavía en la revolución
y por el agujero que coses en tu media
sale el sol y se llena todo el cuarto de luz.
Yo conozco una calle que hay en cualquier ciudad,
una calle que nadie conoce ni transita.
Solo yo voy por ella con mi dolor desnudo
solo con el recuerdo de una mujer querida.
Está en un puerto. ¿Un puerto? Yo he conocido un puerto.
Decir, yo he conocido, es decir: Algo ha muerto.

La viñeta es de Faro.
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domingo, 12 de octubre de 2014

El reloj pulsera


En 1898 Alberto Santos Dumont (1873-1932), brasileño, joven heredero de una familia de magnates plantadores de café, daba rienda suelta a sus pasiones deportivas volando, sobre una chispeante París, el globo Brazil que, ingobernable, terminó a merced del viento. Decidido a ir hacia donde él quería, siguió experimentando con diferentes aparatos convirtiéndose en pionero de la naciente aviación.
Superando fracasos consiguió finalmente despegar y tener su avión bajo control en vuelos de unos pocos segundos hasta que en 1907 logró mantenerse varios minutos sobre los cielos de París alrededor de la Torre Eiffel.
Manos y pies no le alcanzaban para operar los diferentes controles de las máquinas voladoras, menos aún le daban tiempo para sacar su reloj de bolsillo, abrirlo y darle una mirada, por lo que habló con su amigo Louis Cartier (1875-1942), nieto del famoso joyero y relojero Louis Francois Cartier. El resultado fue un hermoso reloj de pulsera, cuadrado, que la casa Cartier bautizó Santos en 1904. Como los dos, Alberto y Louis eran dos cajetillas muy admirados por la sociedad de la época muy pronto todos querían tener un Santos, la demanda crecía día a día y hacia 1911 se producía en cantidad (limitada, por supuesto, para que siguiera siendo símbolo de estatus).
El éxito del reloj pulsera fue tan grande (ayudado por una campaña para su uso militar en la 1ª Guerra Mundial) que hacia 1920 superó a los relojes de bolsillo que comenzaron su camino al olvido.
 

Sintéticamente, los relojes tienen dos partes: una para medir el tiempo (péndulo, rueda vaivén, diapasón, osciladores de cuarzo) y otra para almacenar la energía para accionarlos (cuerda, resortes, pesas, pilas). Todo lo demás son accesorios y cosas que hacen a la facilidad de lectura y a usos diversos.
En la evolución de los relojes pulsera los hitos fundamentales fueron:
·         1923  Primer reloj automático (no es necesario darle cuerda). Se cargaba por medio de un volante accionado por los movimientos del brazo.
·         1926  Rolex hace la primera caja estanca (sumergible)
·         1928  Primer reloj anti-choque y antimagnético.
·         1960  Bulova lanza el Accutron, primer cambio realmente significativo en la relojería: la rueda vaivén se reemplaza por un diapasón accionado por una bobina eléctrica y la cuerda resorte se reemplaza por una pila.
·         1969  Seiko lanza el primer reloj de cuarzo. El dispositivo que mide el tiempo, pasa de unas pocas oscilaciones por segundo (mecánicos) ó 375 osc/seg (Bulova) a 100.000 Hz y más. La precisión aumenta mil veces.

Este último gran hito inicia la “crisis del cuarzo” de la década de 1970 de la industria relojera suiza. El concepto pasa de un reloj para toda la vida a un reloj que se puede cambiar todos los meses. La producción japonesa de relojes supera a la de habitantes del mundo. Mi viejo y querido Casio de plástico de 14 U$S tiene 100 veces más precisión que el Rolex o el Omega más caros del mundo.
 

Hacia 1983, empieza la recuperación de la industria relojera suiza basada, fundamentalmente, en dos cuestiones comerciales: competir con los cuarzos japoneses con relojes con el “toque  suizo" (con máquinas orientales salen a la venta los Swatch con sus llamativos diseños) y revalorizar el concepto de que el reloj debe ser una joya única (con el valor de una marca famosa) que prestigie a quien lo lleve. La idea de que el reloj es un aparato para medir el tiempo es obsoleta. Cualquier teléfono celular lo mide con más precisión que esas “joyas” pero el estatus es el estatus y los suizos están demostrando que como relojeros han sido totalmente superados pero en conocimiento de los recovecos del alma humana están bien adelante.
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lunes, 6 de octubre de 2014

Más cuentos surtidos - Humor



1 Edipos
-Papá, -le dice un chico a su padre-, quiero casarme.
-¿Te querés casar? ¿Y ya tenés elegido con quién te vás a casar?
-Sí, con la abuela.
-No podés casarte con la abuela.
-¿Por qué?
-Porque es mi mamá.
-Ah sí… ¿y porqué vos te casaste con la mía?

2 Cordobés en la mala
-Como andai, le dice un cordobés a otro
-Meao por los perros. No sabís lo que me ha pasao: me olvidé de pagar la luz y vinieron los putazos de EPEC y me la cortaron.
-¡Qué macana!
-Eso no es todo, me olvidé de pagar el gas y vinieron los de ECOGAS…. y me lo cortaron. Ando si luz y sin gas…
-¿Y ahora que hacés?
-Nada, voy a comprar huevos…
-No te olvidei de pagarlos ¡eh!

3 Delirio orínico
Viene un vago y dice:
- Doctor, tengo delirio orínico.
- ¿No será onírico?
- No doctor... Sueño que me orino encima. ¡Y me hago nomás!

4 Permiso para conducir
Dos borrachos van conduciendo un coche a toda velocidad por la ruta. La policía los sigue y detiene. Al constatar del estado de los tipos el agente le dice al que maneja:
-A ver… documentos y permiso para conducir.
-Compadre, hágase a un lado que va a conducir el Señor Policía…

1, Cuento de Emilio Rolandi; 2, de Eduardo Martínez; 3 y 4, de Kiko G.
Los autores de las viñetas son el Lolo Amengual y Quino.
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jueves, 2 de octubre de 2014

Títulos repetidos 9 - Roberto Arlt y Leopoldo Brizuela


La luna roja, 1933, uno de los cuentos del libro El jorobadito, de Roberto Arlt.
Luna roja, uno de los seis relatos del libro Los que llegamos más lejos, de Leopoldo Brizuela, Ed. Alfaguara, Buenos Aires, 2002.

Luna roja es uno de los primeros cuentos de Arlt donde lo fantástico irrumpe con mucha fuerza llevando al lector a sopesar la idea de que el mundo real es una construcción fantasmal. La descripción del comienzo muestra el sacudón entre un futuro de progreso sin límites, de acero, cemento, rascacielos y armas mortíferas que contrastan con unos caballos tenidos “del cabestro”. De repente, en lo alto de un edificio, un músico de la orquesta recibe el anuncio y todo el mundo empieza a huir, la energía eléctrica se interrumpe, una masa informe gana las calles. La multitud, con sus linternas como luciérnagas, encuentra que los animales también huyen. Mezclados con ellos van monos y tigres, elefantes, caballos e hipopótamos, en una oscuridad que empieza a ceder a una claridad rojiza: es una luna roja que va saliendo en un cielo negro. La catástrofe, el apocalipsis inminente, parece abarcarlo todo…
Arlt capta la desazón que producía la posibilidad de una nueva Gran Guerra cuyo poder de destrucción aterraba a su espíritu esclarecido
 
 
En Los que llegamos más lejos Leopoldo Brizuela puso su mirada sobre aquellos que, siendo protagonistas fundamentales de nuestra nación, no tienen voz ni ocupan lugar alguno en la historia oficial. El fondo es el de las campañas de exterminio de los indios, el lugar va desde la pampa hasta los canales fueguinos, la voz es la que él crea para expresar los sonidos y, en especial, los silencios de aquellos hombres.
Luna roja, que el autor llama apuntes, nos habla del oficio de los foguistas yaganes, encargados de mantener por siempre encendido el fuego divino y eterno. Cada canoa llevaba un tripulante encargado de custodiar y mantener el fuego en su brasero de piedra. Nos acompaña en la tarea de imaginar los infinitos usos de ese fuego que implica la sobrevivencia en las recaladas forzosas y lejanas, la posibilidad de cocinar los alimentos y una cantidad de aplicaciones prácticas que en ellos van unidas a una tarea ceremonial y aglutinadora: la de perpetuar la memoria ancestral de la tribu. Julius Popper, el exterminador de indios que llegó a acunar su propia moneda a fines del siglo 19, tiene otros planes y ese fuego se torna protagónico.
 



La luna roja, de Roberto Arlt, se puede leer acá:

Las primeras páginas de Los que llegamos más lejos, acá:
http://www.alfaguara.com/uploads/ficheros/libro/primeras-paginas/200201/primeras-paginas-los-que-llegamos-mas-lejos.pdf

Hay una tercera Luna roja, de Miranda Gray. Son recomendaciones para que las mujeres empleen los dones creativos, sexuales y espirituales del ciclo menstrual. No lo incluyo en la selección para ceñirme a temas literarios.
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