miércoles, 15 de agosto de 2018

Elegí tres películas que te representen o hablen de vos.



Escuché esa consigna en un programa de entretenimientos sin pretensiones, hace unos días, en una radio que no recuerdo. Al principio me sonreí pero enseguida mordí el anzuelo y puse manos a la obra.
Al rato el tema parecía más que interesante y me sorprendió que –si contestaba con absoluta sinceridad– no eran los títulos más prestigiosos los que me “representaban”, sino algunos que se habían deslizado dentro de mí por caminos que ignoro.
Acá están: Il sorpasso, Made in Argentina y El último Emperador.


A Il sorpasso la debo haber visto más de 20 veces y todavía tengo en mis oídos el sonido de la bocina del Lancia Aurelia Spider 1956 ß que manejaba Gassman. Le envidiábamos todo y quería, secretamente, tener su pinta, su cancha, todo. A pesar de estar más cerca de la edad de Trintignant, queríamos ser Gassman.
Cuando la realidad ya nos había alcanzado, vino Made in Argentina. No recuerdo otra ocasión en que haya llorado tanto en un cine, casi me deshidraté, no podía ni levantarme del asiento. Al final un acomodador me trajo una gaseosa de naranja, se quedó a mi lado hasta que me repuse y me acompañó hasta la salida. Todos estaban muy bien, pero la actuación de Martha Bianchi era de una sutileza tal que creo fue ella la que tocó la cuerda precisa.
El último Emperador la vi en ese momento de la vida en que empezamos a entender la finitud y buscar cuáles son las cosas que importan. El pequeño Emperador sorprende a su tutor inglés (Peter O’Toole) preguntándole por su vida y este le cuenta que ha sido profesor en… y que estuvo viajando por… hasta que el joven lo detiene y pide que no le cuente banalidades sino cosas “importantes”. “¿Cuáles, por ejemplo?” dice el tutor y el chino responde: “¿Dónde están enterrados sus antepasados?”
Desconfiábamos de Bertolucci, supuestamente vendido a Hollywood que lo tragaría con su maquinaria, y nos regaló esa magnífica fábula americana al revés: alguien que nace como Emperador y termina como Jardinero.
De modo que sólo me queda decir muchas gracias a Dino Risi, a Juan José Jusid y a Bernardo Bertolucci por estas joyas. Por estas, que llevo en el corazón, y por tantas otras que completan una obra maravillosa.
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lunes, 13 de agosto de 2018

Con el mismo cuento 52 – J. L. Borges y Andrés Rivera

Pedro Salvadores, 1969, cuento de Jorge Luis Borges, (1899-1986).
En esta dulce tierra, 1984, nouvelle de Andrés Rivera, (1928-2016).

Esta entrada incluye dos casos de reescritura.
Uno tiene el beneficio de la duda dado que los autores no lo han explicitado. El cuento y novela giran alrededor de la misma historia: un hombre escapa de la persecución de seguidores de Rosas escondido en un sótano… durante más de diez años.
El otro es pura certeza: quien encontró el paralelismo entre las dos obras –y generosamente me autorizó a incluirlos en esta serie– es el escritor Nerio Tello, que se refirió a ellas en su columna de la Revista Leemos:  http://www.revistaleemos.com/historias-reescritas/
Ahí hay un resumen de las historias, un amoroso reconocimiento a sus autores y a la forma de contarlas, más allá de si son originales,  reescrituras o lo que sea. Es que Nerio Tello además de escritor ha sido editor, tiene una actitud generosa con sus colegas y deja fluir su admiración sin tapujos.

Como los lectores podemos permitirnos menos corrección les diré que, en mi modesta opinión, el cuento de Borges es bastante pobre, está entre los peores que ha escrito. Lleno de “bajadas de línea” y opiniones históricas tendenciosas; tapizado de adjetivos sobre su propia narración (“…uno de los hechos más raros y más tristes”,  “esa historia es atroz.”, ¡pensar que se reía de Horacio Quiroga porque decía que adjetivaba!)
Podría agregar que los personajes son planos, que está lleno de enunciaciones en condicional dadas después por ciertas, que no alcanza a ser un cuento; parece más bien un apunte de esos que los escritores hacen en una servilleta de bar para que no se les escape alguna idea sobre la que volverán alguna vez.
Hay un hecho repetido en Borges: cada vez que el odio (a Rosas, a Perón o al que sea) se le cruza con algún personaje o con los hechos históricos su producción baja en calidad hasta niveles impensados.
El final es sincero e implacable con él mismo: Como todas las cosas, el destino de Pedro Salvadores nos parece un símbolo de algo que estamos a punto de comprender.
Sus lectores tampoco comprendemos cómo publicó eso.

En esta dulce tierra atrapa desde el principio en que un amigo le comenta al protagonista, el doctor Cufré, que Manuel Vicente Mazza ha sido asesinado en su despacho de la Sala de Representantes de la calle Perú al 200 –hoy Manzana de las Luces– Buenos Aires. Es el 27 de junio de 1839.
Primera de las novelas históricas de Rivera, obtuvo el Segundo Premio Municipal en 1984 y dio lugar a una prolífica serie que continuó con la más conocida: La revolución es un sueño eterno, Premio Nacional de Literatura en 1992.
Toda su escritura transcurre dentro de sucesos históricos cuya naturaleza es incierta y que son vistos de maneras opuestas por sus participantes. Las miradas son vacilantes: el paso de un regimiento hacia el centro de la ciudad es interpretado como signo de victoria por algunos, cuando en realidad se están replegando ante una posible derrota. Igual que el protagonista de Stendhal que participa en la batalla de Waterloo y no sabe si han ganado o perdido hasta días después.
Lo mejor que aporta es lo relativo de las interpretaciones de los hechos.
El autor lo ha dicho explícitamente: “Un hombre, cuando escribe para que lo lean otros hombres, miente”. ¿Fatalidad? Nada de eso. “Yo no me quiero escudar en el personaje –dice Rivera–, pero quien dice eso es un gran burgués. Y él es el que supone, con algún acierto para el momento en que lo dice, que aquellos que tienen capacidad para escribir y trascender mienten. Y esa trascendencia proviene de un origen de clase”. ( fragmento de un excelente reportaje: http://www.revistaanfibia.com/cronica/andres-rivera-del-obrero-al-procer/ )
Lo menos feliz es el exceso de repeticiones en que el autor incurre, seguramente al tratar de hallar su estilo, que resulta pesado y fatigoso en demasía. A veces parece que sus personajes hablaran para el bronce, pero algunas frases son un acierto y serán recordadas por lo certeras:
-Peleo contra toda esperanza, señor. Eso es, hoy, ser argentino.
La actualidad de su literatura lo ha convertido en un clásico.

El cuento de Borges acá:
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miércoles, 1 de agosto de 2018

Humor 104 - Humores varios y sabios


1‒ Sabiduría judía
Un judío va a ver a su rabino y le dice: Rabino, tengo un inmenso deseo de vivir eternamente. ¿Qué tengo que hacer?
Y el Rabino le contesta: ¡Cásate!
Muy sorprendido, el judío replica: ¿Y con eso voy a lograr mi objetivo de vivir para siempre?
¡No, pero el deseo desaparecerá!

2‒ Sabiduría hindú
Estos son los 6 preceptos que debes mantener siempre en secreto según la sabiduría hindú:
1.       
2.       
3.       
4.       
5.       
6.       
Yo los practico a rajatabla.

3‒ Sabiduría japonesa
El presidente de EE.UU. Ronald Reagan, dotado de un indiscutible sentido del humor, viaja a Japón para dar una charla. Durante su conferencia, suelta una broma. El traductor la transmite inmediatamente a la audiencia y el público nipón estalla en una risa clamorosa. Reagan, terminada su intervención, quiere felicitar personalmente al traductor y le pregunta cómo ha hecho para interpretar tan bien el sentido de su chiste norteamericano a los japoneses. Este, un tanto, incómodo, le contesta: "Señor presidente, yo no he traducido nada. Simplemente les dije que había contado un chiste". 

De yapa, San Pedro y el ángel
San Pedro llama a un ángel y le dice:
‒Esta mañana tengo que ir a hacer un par de trámites a una nube, así que te dejo cuidando las puertas del Cielo.
El ángel, aterrado, le dice que no tiene idea de a quién tiene que dejar pasar o no, pero San Pedro lo tranquiliza:
‒Mira, por hoy vamos a simplificar. Aquí tienes una Biblia y un fajo de billetes de cien euros. Dale a elegir a los que lleguen: si cogen la Biblia les dejas pasar, y si cogen un billete los mandas al Infierno. Aquí tienes mi número de móvil por si hay algún problema‒.
San Pedro se va, y pasa la mañana en sus cosas, hasta que suena el teléfono. Es el ángel:
‒Mire, San Pedro, hasta ahora todo iba bien, pero acaba de llegar un tío que cuando le di a elegir me dijo: "¿Puedo ver un poco?"
Se puso a hojear la Biblia, y cada tanto decía: "¡Hum, qué interesante!", y cogía un billete de cien y marcaba la página; y así hasta quedarse con la Biblia y todos los billetes.
¿Qué tengo que hacer? ‒.
Déjalo pasar, hijo, que ése es del Opus Dei.


Todos han sido honorablemente sustraídos o aportados por amigos cuya identidad debiera ser protegida, pero…
El primero es de Jorge K, el 3 lo tomé de un artículo de Piergiorgio M. Sandri: “El humor según cada país”, que a su vez lo tomó del holandés G. J. Hofstede que… y el último es de Kiko G.
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