sábado, 16 de julio de 2022

La pulsión Cartográfica




Perros y escritores delimitan un terreno o espacio geográfico con la intención de “marcarlo” como suyo y apropiarse de él. De diferentes modos, por supuesto.

En literatura eso se denomina pulsión cartográfica.

Philip Roth, decía que la escritura tenía más que ver con el lugar donde se ha vivido que con la educación recibida.

Hoy repasaremos algunos de esos lugares imaginados por la magia de sus autores. Los hay también reales, pero los dejaremos para otra ocasión.


Yoknapatawpha y William Faulkner

Uno de los condados más conocidos de la literatura, con capital en Jefferson, Mississipi y del cual el autor se declara único propietario, al punto de incluirlo como un mapa en la sexta novela de la serie que transcurre allí: ¡Absalón, Absalón! Semejante al condado (real) de Lafayette, es el escenario de otras novelas suyas: El sonido y la furia, Sartoris, Mientras agonizo, Luz de Agosto y del cuento Una rosa para Emily. Salvo en los períodos en que estuvo en Hollywood, Faulkner vivió allí desde 1929 hasta su muerte.


 

Santa María y Juan Carlos Onetti

Admirador de Faulkner al punto de escribir el cuento La novia robada donde homenajea, precisamente, a Una rosa para Emily; también “construyó” su propia ciudad de ficción: Santa María, con algo de Montevideo, Rosario y Buenos Aires.

La vida breve, El astillero y Juntacadáveres transcurren allí, así como los Cuentos de Santa María, entre los que está La novia…


 

Algarrobos y Mario Goloboff

Criador de palomas, la primera novela de una trilogía luego devenida cuarteto, comienza con la amorosa descripción de Algarrobos, pueblo de la llanura pampeana que Goloboff ha fundado y fundido en su escritura. Modesto y pequeño en dimensiones (no alcanza a los 2 Km2 frente a los más de 6000 Km2 de Yoknapatawpha) pero con toda la inmensidad de la pampa y los sueños de un mundo de inmigrantes y nativos esperanzados.

La luna que cae, El soñador de Smith y Comuna verdad completan el cuarteto de Algarrobos. Esta última es un divertido paseo por algunos mitos y utopías que se ensamblan con hechos, avances y retrocesos del devenir histórico del país-mundo.


 

Macondo y G. García Márquez

El comienzo de Cien años de soledad y el de El Quijote deben ser los más recordados de toda la literatura. Pero la decisión de Cervantes de no querer recordar su nombre dejó en el olvido al pueblo manchego mientras que Macondo es hoy tan conocido como Belén.

Pasó a la fama en 1967 con la edición de la novela, pero tuvo algunos simulacros de fundaciones previas a partir de 1950 y ya fue mencionado en el cuento Un día después del sábado, de 1954. También está nombrado en el título de Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo.

En lo que no le gana nadie es en antigüedad: empezó con 20 casas, pasó por el diluvio y llegó hasta nuestros días.


 

Cnel. Vallejos y Manuel Puig

Aunque de ficción, Cnel. Vallejos es un militar degradado: Gral. Villegas. Y la evidente parodia, que identificaba con claridad el nombre de su propio pueblo, causó mucho revuelo entre propios y gracia y reconocimiento entre ajenos. El paso del tiempo (y la calidad de su obra) cicatrizó las heridas y le trajo la aceptación en el “pago chico”. Boquitas pintadas dejó para siempre anclada su trama a una provinciana ciudad bonaerense así como Madame Bovary eternizó a un pueblo de Normandía.


 

Para no abusar vamos a terminar aquí, pero dejando algunos dúos con los que podríamos continuar esta saga. Ustedes encontrarán otros que sería lindo agregar.


Marcelo Cohen y El delta panorámico

Andrea Camillieri y Vigata

Italo Calvino y Las ciudades invisibles

Juan Rulfo y Comala

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sábado, 9 de julio de 2022

Lotería

 

La suerte de cada artículo escrito aquí es una lotería por lo que quisiera hacerles un extracto para que sepan de qué trata, para que su lectura no sea una mera cuestión de azar sino un juego atractivo y placentero. Se trata de un repaso alrededor del origen y significados de las palabras en negrita de la frase anterior.

De modo que está en ustedes abandonar aquí, con la certeza de no haber malgastado el tiempo en vano o; continuar, comprar el billete y, en una de esas, obtener el premio de pasar un rato divertido.

 

La fiebre por la lotería comenzó en España hacia1760, llevada por Carlos III, a imagen del lotto que conoció en Italia, cuando fue rey en Nápoles. Así nació “La Primitiva” que, para la época de la invasión napoleónica, las Cortes refugiaron en Cádiz, transformada en La Moderna y más tarde en La Nacional. Para entonces ya tenía otras competidoras, entre ellas, una del Vaticano y Benedicto XIII, que al principio amenazó a los jugadores con la excomunión y luego la auspició.

La historia me resultó deliciosa y está contada en detalles en este enlace:

https://historia.nationalgeographic.com.es/a/loteria-espana-fiebre-siglo-xviii_13648?utm_source=twitter&utm_medium=social&utm_campaign=trafico


 

Resulta curioso que, más allá del deseo de timbear de nuestra especie, desde tiempos remotos, lo denominemos con palabras que derivan de otras que poco tenían que ver en sus orígenes con el significado actual, incluso evolucionaron con sentidos opuestos.

Una vieja palabra germánica: khlut, pasó a los francos como hlot, de donde viene nuestra palabra “lote”. La palabra original significaba sorteo o decisión al azar.

Hlot pasó al inglés como luck, al italiano como lotteria y al francés actual como loterie.

Desde siglo XIII hasta mediados del XX, lotissemant agregó otro significado: parcelar, urbanizar, definir lotes, lotear.

Se explica porque la palabra original aplicaba a repartir -bienes entre los herederos y tierras entre los conquistadores- con la idea original de azar, cosa que no era tal porque siempre había preferencias para algunos en detrimento de otros. De modo que en esos sorteos se decidían las “suertes” (los lotes) que le tocaban a cada uno.

Después de fundar Buenos Aires Garay procedió a repartir las suertes entre sus hombres comenzando desde lo que es hoy Parque Lezama hasta terminar en San Isidro. Este reparto de “suertes” no tuvo nada de azaroso. Comenzó por él y su segundo al mando, y terminó con los convictos y otros indeseables que traía en la expedición a los que le tocaron las más lejanas.

 

Para saber si ganamos algo en algún sorteo del juego de la lotería consultamos el “extracto”. La razón de que el listado de números premiados tenga una denominación tan extraña es porque cuando empezó “La Primitiva” ganaba quien había apostado a los primeros 5 números que se sacaban de una bolsa que contenía las bolillas. De modo que cada número extraído se anotaba; pero alguien que no sabía conjugar bien el verbo, en lugar de anotarlo como “extraído” lo debe haber anotado como “extracto” y así quedó para siempre (o será que así se conjugaba por aquel entonces).



 

Azar quedó para el final. ¿Será casualidad? ¿Será un hecho fortuito? ¿O será puro azar?

La hermosa palabra viene del árabe, del azahar. Sí, de la flor del naranjo. Parece que unos antepasados nuestros muy lejanos jugaban a tirar un hueso del talón de los animales: el astrágalo, vulgarmente llamado “taba”. De un lado le tallaban una flor de azahar para distinguirlo y quien sacaba ese lado ganaba. De modo que si el azahar quedaba para arriba, habías sido favorecido por la suerte, por el azar. En criollo es “suerte o culo”, pero en España, la RAE dice como 2ª acepción: “desgracia imprevista”. Y también tiene ese significado en Inglaterra y Alemania.


Para terminar la velada, alea, que en latín significa suerte, también proviene de otro nombre del hueso usado para jugar. Más tarde los egipcios lo tallaron con la forma de dado y refinan el juego que pasó a Grecia y a Roma. De allí viene aleatorio que significa: completamente al azar. Pero a un azar azaroso de verdad y no uno amañado. Y este juego termina aquí, por fin, a suerte y verdad.

 

 

Este artículo fue escrito con pocas ideas propias y muchas honorablemente sustraídas a dios, a María Santísima y a muchos más, entre ellos:

https://www.elcastellano.org/palabra/loter%C3%ADa

https://www.lavanguardia.com/estilos-de-vida/20140116/54399192444/la-suerte.html

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