Fernando Pessoa (1888-1935),
el gran escritor portugués, empezó a publicar a través de sus heterónimos (Álvaro
de Campos, Ricardo Reis, Alberto Caeiro y Bernardo Soares entre los más
conocidos). Los heterónimos son algo más que simples seudónimos, son autores
casi reales, incluso les creó una biografía propia, un otro que escribía a través de Pessoa. La obra que firmó y escribió
como él mismo, como su ortónimo, estaba muy influenciada por doctrinas
religiosas, la teosofía, por el esoterismo y las sociedades secretas.
En oposición a esto, varias obras del gran escritor mexicano Carlos Fuentes (1928-2012) parecen (a
mi modesto entender) haber sido escritas por diferentes escritores, todos homónimos
suyos. Están firmadas por él mismo, pero hay varios Carlos Fuentes, cada uno con su
propio modo de escribir; a punto tal que es difícil reconocerlo (o hallar un estilo
propio) aún en obras escritas el mismo año.
Parece imposible que el autor de La
muerte de Artemio Cruz (1962) (donde aparece el que creemos reconocer como
auténtico) sea el mismo que escribió Aura,
también de 1962. Si diéramos a leer esta última -a quien no la conoce-,
diciendo que el autor es Marco Denevi,
tengo la certeza que más de la mitad de la cátedra se comería el sapo.Lo mismo es válido para su novela Cumpleaños (1969). Si dijéramos que su autor es Jorge Luis Borges, causaría más extrañeza por el hecho sabido de que Borges no escribió novelas que por las diferencias de temática y estilo entre uno y otro.
En este sentido, en algunas de sus obras Fuentes se parece a Zelig, el
personaje de la película de Woody Allen, que adopta la personalidad de su admirado
con una rapidez pasmosa.
No hay menoscabo alguno en estos comentarios, por el contrario, hay un
reconocimiento a su extraordinaria versatilidad que le permitía pasar de un
registro a otro, de un guión cinematográfico a un cuento, de una obra de teatro
a una novela. Es como si Fuentes se pusiera frente a cada nueva obra diferentes
máscaras. No es casual que su primera obra se llamara Los días enmascarados (1954).
Enmascarado o no, voluntaria o involuntariamente uno de sus temas
preferidos era el de la identidad y le gustaba jugar y regodearse en él.
Precisamente en Una familia lejana
(1980), dos de los personajes principales, Hugo y Víctor Heredia (padre e hijo)
practican un juego: al llegar a cualquier ciudad buscan en la guía telefónica
sus nombres. Gana el primero que encuentra un homónimo. Y toda la novela se sostiene
en las coincidencias que el azar, los sueños y la historia funden en la
búsqueda de la propia identidad.
Un punto culminante de la relación de Fuentes y su ocasional homónimo
está en Los años con Laura Díaz (1999) y en Los 68 (2005): ambas obras comparten unas 20 páginas, palabra por
palabra. ¿Será que alguno no le avisó al otro? ¿O el editor apuraba y manoteó
lo primero que encontró?
Fuentes frente a su caricatura en el mural que Rep
(Miguel Repiso) hizo en Casa América en Barcelona.
Varios Pessoa por el dibujante paulista Baptistao.
Aquí pueden leer Tabaquería, poema de Álvaro de Campos.
http://gustavo-campos.blogspot.com.ar/2010/11/tabaqueria-fernando-pessoa.html.
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