Emma
Bovary y Don Quijote son claros ejemplos de que la lectura es una actividad
poco saludable. Ella, con la cabeza quemada por tantas novelitas románticas,
terminó suicidándose después de hacer un macanazo tras otro y el Hidalgo acabó
más loco que un plumero atragantado con historias de caballería. Pero si hay
un ejemplo paradigmático del tópico es Francesca da Rímini, por ser,
probablemente, la primera en achacar sus padecimientos a la lectura.
La
bella Francesca se casó con el Señor de Rímini, hombre muy poderoso pero feo y repugnante.
Para colmo tenía éste un hermano muy apuesto, Pablo, que se enamoró
perdidamente de la cuñadita, la que a su vez le correspondió concretando ambos
el romance en lujuriosos encuentros.
Cuando
años después de muerta* le preguntaron la causa de haber caído en pecado, alegó que Pablo y ella se habían puesto a leer juntos la historia del
Rey Arturo y al llegar a la parte en que la reina Ginebra y Lancelot se besan
apasionadamente ellos hicieron lo mismo, no se pudieron contener y…
Al
que no sé si le alcanzaron a dar estas explicaciones o, en todo caso, no las
atendió fue al marido que atravesó a los dos con una sola estocada. El tipo se
llamaba, casualmente, Lanzilotto
(Lancelot, en italiano) Malatesta, lo que no deja de ser una jugada negra del
destino.
*
Si miento es por boca de terceros. El chismoso que batió esta historia es Dante
Alighieri, en La Divina Comedia, Infierno, Canto V:
“Mas
dime: al tiempo de tu mal creciente,
¿cuándo
y cómo los ímpetus sentiste
de
ir hasta el fondo del deseo ardiente?”
Y
ella exclamó: “Mayor dolor no existe
que
el feliz tiempo recordar consunto,
y
éste lo sabe, en la miseria triste.
Mas
pues quieres principio y causa junto
saber
de nuestro amor con tanto anhelo,
vas
a verme llorar y hablar a un punto.
Leíamos
un día por consuelo,
cómo
fue Lancelot de amor herido:
solo
éramos ambos, sin recelo.
Cien
veces a llorar nos ha movido,
y
a perder la color del libro de arte;
mas
un punto nomás nos ha perdido.
Cuando
a leer llegábamos la parte
do
aquel bebe de amor el beso blando,
éste,
que ya de mí jamás se aparte,
la
boca me besó todo temblando.
Galeoto**
fue el libro y aquel día,
Ya
nada más leímos.” Así hablando…
**
Sir Galahad, en inglés.
.
1 comentario:
Si alguien no comprendiera el dolor y la angustia de desearse y no tener un cuerpo para satisfacer ese deseo (el castigo que sufrían Palo y Francesca) bastaría con escuchar Francesca da Rimini de Tschaicowsky.
P. D. Se recomienda pañuelo.
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