Poner el cuerpo
Toda
su vida Roberto fue un maestro en el arte de esquivar poner el cuerpo. Cabía por
entero en esa categoría que la gente común llama un vago, pero la calificación
era totalmente injusta con él. Primero porque no era un tipo común, segundo
porque toda su vida puso un gran esfuerzo en no hacer esas tareas u oficios que
la gente llama “trabajar”, cumplir horarios, tener algún empleo fijo. Ese era
su trabajo: poner el mayor celo y su creatividad al servicio de encontrar nichos
y asuntos, en general muy bien remunerados, que generaban buenos negocios, de
grandes volúmenes y pequeños esfuerzos, físicamente hablando. Para eso hacen
falta, rapidez, inteligencia y buenas relaciones sociales. Estas le venían
de familia y el las supo mantener y
aprovechar.
¿Había
un excedente en la producción de azúcar? Él lo detectaba antes que nadie,
encontraba dónde colocarlo y ponía en contacto a las partes. Después de una
participación menor en el transporte aéreo de unos caballos logró interesar a
unos millonarios sudafricanos en la compra de ejemplares Sangre Pura de Carrera,
se hizo experto en pedigrís, los relacionó con studs de la provincia de Buenos Aires y se dio la gran vida por
años. Con esas ganancias intentó cosas en el negocio del arte, pero se encontró
con que había demasiados marchands, muchos de ellos mujeres y desistió rápido. Si
una compañía naviera finlandesa quería hacer negocios en el Puerto de Buenos
Aires o en la Zona Franca de Colonia o de Manaos el se las arreglaba para que
su “oficina” fuera el teatro de las operaciones.
Respetaba
a rajatabla su lema: “No hay que trabajar muchas horas porque eso no te deja
tiempo para ganar plata.”
Junto
con su esposa Raquel llevaban una vida social muy activa, iban al club al menos
dos días por semana, se involucraban en todo tipo de actividades y los fines de
semana los pasaban practicando deportes y viviendo allí. Pensándolo bien, este
ocio estaba tan pautado y respetado que podría ser considerado otra forma de su
trabajo, que incluía también el cuidado del cuerpo, del estado físico y de la
silueta.
El
ambiente era algo competitivo pero el grupo de parejas amigas cubría sus
expectativas y generaba amistades genuinas. No corresponde que diga el nombre
del club, no tiene importancia y hay muchos similares que más que un cambio
funcionan como una continuación de las actividades y jerarquías semanales desde
los viernes a la tarde. La obra que se representa tiene distinta escenografía
pero los actores se reparten los mismos roles.
El
tiempo fue pasando como siempre, sin dar señales, hasta que murió el marido de
una pareja poco cercana. Aunque no se habló mucho, el asunto pegó fuerte al
grupo. Hubo varias reacciones, aumentaron las actividades físicas, las visitas
al médico y también; imperceptiblemente al principio, cierto grado de
competencia como para que se terminara estableciendo una lista virtual de
quienes estaban mejor y tenían a la muerte más lejos.
Esa
comparación se estableció también al interior de las parejas, los cónyuges
medían y evaluaban su salud y sus tiempos de sobrevida.
Roberto
no fue la excepción y también fue
clasificado: su físico impecable y el poco desgaste al que lo había sometido en
vida lo pusieron al tope de los que estaban mejor y de los hombres “que iban a
enterrar a todos.”
Entre
las mujeres, las fumadoras y las poco dispuestas al deporte y a los ejercicios
aumentaron las sesiones de masajes y las caminatas, pero no fue suficiente para
compensar a las de cuerpos cuidados por años de ejercicios y ocios burgueses.
Y
un día murió Raquel, su hora le llegó entre las primeras.
La
seguidilla continuó con otros amigos queridos, incluso uno muy cercano, Mario,
cuya esposa, hacía unos años, había formado con Roberto una pareja que había
hecho historia en los doble-mixtos del club.
Clara,
a pesar de tener la misma edad que su marido, parecía más joven. Pero los años
le llegan a todos, a ella también, y el tenis pasó a ser unos peloteos
esporádicos.
Ella
y Roberto siguieron compartiendo otras actividades y, meses después, anunciaron
su casamiento al raleado grupo de amigos. A pesar de la cercanía, el tema
generó sorpresas y un reacomodamiento de las relaciones y de las expectativas
de sus miembros.
Al
principio hubo una cierta euforia y todos se apropiaron de ese plus de años que
la formación de la nueva pareja genera de inmediato. Algunos que estaban
“sueltos” repensaron si, tal vez, no valdría la pena una prueba, al menos. Creo
que hubo un par de intentos que pasaron los seis meses. Otro fue rechazado de
cuajo por los familiares (herederos) que vieron peligrar sus derechos.
En
un par de años, las cosas volvieron a la normalidad. Habían pasado dos años
nomás, pero hay que ver lo que son dos años a cierta altura de la vida. Los que
todavía comprendían sentían exacerbada la competencia y los otros… de los otros
no hay mucho para decir.
Casi
naturalmente murió Roberto. Un mes después, en el club, Clara estaba sentada
con Miriam tomando sol y le comentó: “Creo que Roberto tenía dudas acerca del
cuál de los dos iba a morir primero. Pero ahora que estamos acá, vos y yo,
conversando, recuerdo un dicho que tenía siempre en la boca cuando moría
alguien: “El que se muere, pierde.””
.
2 comentarios:
Introducción de "Match Point" de Woody Allen:
"Aquél que dijo "más vale tener suerte que talento", conocía la esencia de la vida. La gente tiene miedo a reconocer que gran parte de la vida depende de la suerte, asusta pensar cuántas cosas escapan a nuestro control.
En un partido hay momentos en que la pelota golpea con el borde de la red, y durante una fracción de segundo puede seguir hacía delante o hacía detrás. Con un poco de suerte sigue hacía delante y ganas, o no lo hace y pierdes."
Me acordé de esta película por el tema del tenis . El gran momento final, para mí, es cuestión de suerte.
Miss Marple
Muy interesante la intro esa. No vi Match Point, así que la veré a partir de su comentario.
¿Sigue activa su dirección de correo personal o ha cambiado?
Volveré a posponer un poco las cosas del blog por ocupaciones y vagancia. Pero en cualquier momento salta la liebre de nuevo.
Un abrazo.
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