miércoles, 7 de noviembre de 2018

La segunda


Vos ni lo sospechás todavía. Te parece algo natural, como una idea o una impronta cultural del ambiente en el que nos movemos. Es más, has dicho muchas veces: en el interior es casi lo común, la norma. Estás tenso cuando el semáforo nos detiene y, seguramente, vas pensando que todas las relaciones son complicadas. Te persigue eso de que la felicidad es inalcanzable si las cosas salen con la segunda como salieron con la primera. Y hasta fantaseás con la tercera, pero reconocés enseguida que esto es más delirio que realidad.

Sos consciente de que cualquiera pensaría que vos te metés solito en estos embrollos, pero el tema se va tornando una obsesión, te persigue como una sombra. No bien se prende la verde, salís, ponés la segunda y te sentís cómodo andando con ella. Es loco, pero tenés que reconocer que has hecho la asociación y algo crujió adentro tuyo.

Estás sorprendido, el tema te asalta por todos lados. Un cartel llama tu atención: Seguros La Segunda. Tratás de desviar el pensamiento, pero es imposible. En el mismo instante recordás lo incómodo que te puso esa oferta del supermercado: descuento del 40% en la segunda unidad. Dudás sobre si es una casualidad o la vida te está tomando de punto. Querés tranquilizarte pero te sentís un ciudadano de segunda.

Empezás a pensar si las cosas no estarán yendo demasiado lejos o si estás un poco trastornado. ¿O será simplemente que, como te dijeron en muchas ocasiones, es imposible llegar al fondo del otro, tanto más si lo inalcanzable es otra? Puede que estés pensando en Freud y su comentario acerca de la imposibilidad de conocer lo que piensa la mujer, pero no va por ahí. Y no te pongas a joder con eso de la desvalorización de la segunda y todas esas macanas porque no se trata de eso. Lo sabés muy bien.

Se trata de que las cosas llevan su tiempo y decantan en el momento menos pensado. Persevera, persevera. Vas a ver que se trata de un problema del lenguaje, no de relaciones personales. Es que caés en una confusión si crees que vos y tu interlocutora, cuando se habla de una cosa, entienden lo mismo. Si te aflojás un poco, te entregás y te dejás llevar vas a darte cuenta de que las cosas no son tan complicadas. En cuanto evitás forzarlas, salen. Necesitarán cuidados, revisiones y todo lo que quieras, pero salen. Dejá fluir esa vena humorística tuya y reconocé sin ir más lejos que, al final, esto terminó todo narrado en segunda.
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Fernando Terreno

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