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A cada cual, lo suyo (A ciascuno il suo), 1966, novela de Leonardo Sciasia (1921-1989).
La desaparición de Patò (La scomparsa di Patò), 2000, novela de Andrea
Camilleri (1925-2017).
Fue Marcos Neuman, amigo y proveedor de
libros difíciles de conseguir, el que llamó mi atención sobre el parecido de
los dos relatos. Al darme el de Sciascia en español me comenta que lo leyó y,
de inmediato, relacionó con el de su admirado Camilieri.
La cosa parece haber sido así: Camilleri
admiraba a Sciascia a quien consideraba uno de sus maestros y decidió escribir
algo como homenaje a su paisano. La inspiración le vino leyendo las líneas
finales de A cada cual lo suyo, donde
unos amigos comentan que la historia que acaban de protagonizar es igual que
otra historia sucedida a fines del siglo XIX muy cerca de allí: un crimen
develado, cuya resolución no conviene a nadie.
De modo que Camilleri recoge el guante 34
años después y reescribe la historia situándola en 1890 en... ¡Vigata!
Las dos novelas son versiones italianas del
policial clásico con un toque sarcástico de policial negro. Una mezcla
deliciosa de Conan Doyle con Borges, donde unos Sherlocks Holmes peninsulares
develan los crímenes con astuta racionalidad y terminan enredados como en La muerte y la brújula.
En A cada cual, lo suyo hay un doble crimen: el farmaceútico y su
amigo médico de un pueblo de Sicilia son muertos a tiros durante una excursión
de caza. En los días previos el boticario recibió un anónimo amenazante al que
nadie tuvo en cuenta y consideraron una broma. El Prefecto de Carabineros no
tiene la menor idea de qué puede haber pasado y se barajan hipótesis
diferentes, una más absurda que otra. Un profesor de literatura, amigo de las
víctimas, inicia una minuciosa investigación a partir del único indicio cierto: el
anónimo se hizo con letras recortadas del diario L’Ossevatore Romano (alcanza a
leer al trasluz Unicuique suum, lema
del diario del Vaticano) el cual sólo llega a tres o cuatro suscriptores. Ahí empiezan a mezclarse la Cosa Nostra, un diputado comunista, la iglesia, un sobrino del Obispo y
su bella prima Laura, esposa del médico asesinado.
El profesor Laureana avanza con firmeza en la
investigación, resuelve el problema y, a la vez que consigue cierta ayuda de la
viuda se enamora de ella. Pero Laura tiene otros planes y las cosas se
complican para él.
A ciascuno il
suo
fue llevada al cine por Elio Petri, en Italia -1967, con Gian María Volonté e
Irene Papas en los protagónicos. El título en español resulta gracioso: “Aún
matamos a la antigua”.
La
desaparición de Pató también
ha sido traducida como Hipótesis sobre la
desaparición de Antonio Patò, en este
caso es uno de los relatos del libro Gotas
de Sicilia.
Antonio Pató, gerente del Banco de Tricornia, desaparece misteriosamente durante unos festejos de Semana Santa, donde hace de Judas en las representaciones de La Pasión de Cristo. El autor va desgranando varias hipótesis sobre el suceso y sus posibles causas, algunas francamente delirantes. La rivalidad entre Policías y Carabineros agrega más confusión a la propia impericia de esas instituciones. Cuando muchos están convencidos de que se trata de un caso de cuernos vengados, o un castigo divino porque Pató siempre representaba el papel de Judas, el trabajo de la diputada Bellavia y el suboficial Giummaro, que en principio desconfían uno del otro pero luego tienen un acercamiento, descubre qué ocurrió y explica claramente los motivos. Sus armas han sido la perseverancia y el sentido común: ahora tienen la verdad en sus manos.
El
informe presentado a las autoridades complica las relaciones entre Roma y
Palermo y estamos ante un caso repetido: a quién le importa la verdad si nadie
se beneficia con ella.
La scomparsa di
Pató
también fue llevada al cine, con dirección de Rocco Mortelliti, en Italia - 2010, con Nino Frassica, Marizio casagrande y Alessandra Mortelliti, con
guión del autor de la novela, del director y de Maurizio Nichetti.
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