miércoles, 11 de junio de 2008

La semana de 9 días (I)

.

“el tiempo sólo es tardanza/
de lo que está por venir;/
.../ y si el hombre lo divide/
sólo lo hace, en mi sentir,/
por saber lo que ha vivido/
o le resta por vivir”
.
.
JOSÉ HERNÁNDEZ,Martín Fierro.
.
.
La primera certeza de la idea de sucesión regular de los cambios que nuestros antepasados observaban a su alrededor fue, sin dudas, la claridad del día y la oscuridad de la noche. Y la segunda, el ciclo de la luna, que crece y mengua a intervalos constantes de 29 días. Esto debió ocurrir en algún momento entre 100.000 y 20.000 años atrás.
Luego se agregó otro principio natural (¿?) de clasificación del tiempo, la división en tres partes: presente, pasado y futuro.
Pasó mucho tiempo, hasta que se descubrió la regularidad de las estaciones y se la relacionó con el ciclo de movimientos del sol. El año solar es una creación casi reciente, tiene apenas unos 4000 años.
Mientras nuestros parientes del campo fueron cazadores, no tuvieron otras necesidades de medir el tiempo ni de fraccionarlo de otros modos.Pero cuando se transformaron en agricultores (¡otra vez la Revolución del Neolítico!), se vieron obligados a elegir el mejor momento para sembrar y a estudiar un poco más el asunto de las estaciones, y ahí se encontraron con el ciclo “anual” del sol.
(Digresión: unos pocos años después en su evolución, se pusieron a sembrar soja, y ahí, al descubrir el ciclo de las retenciones, algunos miembros de la especie sufrieron una fuerte involución, transformándose en verdaderos gorilas de las sub-especies pitecantropus grondónicus, procesistis ruralis y cavernívolas macristis).
Fueron los astrónomos egipcios los primeros en adoptar un calendario solar exacto y en desentenderse de los meses lunares. El mundo “civilizado” tardó unos 3000 años más en hacerlo, Julio César trajo la novedad a nuestros parientes en Roma.
Un calendario sirve para contar el tiempo, para fechar recuerdos, registrar sucesos viejos, proyectarse hacia el futuro y organizar la vida en sociedad.
A las medidas astronómicas de tiempo, como el día y el año, hubo necesidad de agregarle otras medidas inventadas o creadas por la simple razón de su utilidad en función de su tamaño.
Se inventaron así unidades más pequeñas –la hora, el minuto- y más grandes –la semana, el mes-.
No hay ninguna razón para que la semana tenga que tener 7 días de duración, es una decisión absolutamente arbitraria. Hubo períodos y civilizaciones en que duraba 5 días. El que tenga 7 lo debemos al pueblo judío y otras tribus que asignaban un sentido singular y divino a ese número. Con razones o no, el hecho es que se terminó aceptando universalmente esa duración y hoy aparece como un hecho natural.
El astrónomo argentino Carlos Varsavsky (UNLP) publicó en 1976 un trabajo explicando su idea de “semana continua de 9 días” o semana de Varsavsky. La propuesta, pensada como una alternativa a la semana actual, consiste en dividir a la población en tres grupos de tamaños similares. Mientras dos de esos grupos están en actividad el tercero está en su período de descanso y así sucesivamente. De esta manera, la población activa, trabaja seis días y descansa tres, cumpliendo una relación trabajo / descanso similar a la actual.
Esta modalidad ampliaría súbitamente la infraestructura vial y de servicios, sin necesidad de construcciones nuevas, pues los usuarios simultáneos, disminuyen a la tercera parte.
Se evitarían los embotellamientos en las rutas los domingos a la tarde, las colas en los cines, y en los clubes nunca faltaría una parrilla o una cancha de tenis lista para usar.
Por supuesto, hay una serie de dificultades asociadas. De ellas se ocupa el detallado trabajo de Varsavsky, que murió sin haber logrado que su semana, se probara, aunque fuera a modo experimental, en alguna pequeña comunidad. En una segunda parte de esta entrada, algunos detalles de la propuesta y soluciones a problemas de la misma que seguramente ya estarán pensando los lectores.
Fernando Terreno

Quien quiera ver algo más sobre los temas puede buscar en:

TELMA y CORIDON BELL, El enigma del tiempo, Buenos Aires, Ed. ACME, Colección Robin Hood, 1966.
DAVID DUNCAN, Historia del calendario, Buenos Aires, EMECÉ, 1999.
CARLOS VARSAVSKY, On the Possibility of Changing the Present Seven Day Week, Fundación Ford, 1976.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Debe de ser difícil aplicar una semana de 9 días luego de que durante siglos nos hemos estado organizando en "bloquecitos de 7"; algo así como borrar parte de nuestra costra judeo cristiana.

Veo las ventajas en el hecho de que se evitarían las aglomeraciones y se modificarían los hábitos de consumo. Pero ¿no sería todo medio endogámico? ¿La gente no estaría siempre metida dentro del mismo tercio? ¿Sería posible enamorarse de alguien que trabajara en uno de los otros dos grupos?

miralunas dijo...

el tiempo y su división me tienen un poco embalurdada el alma por estos días, asique paso de leer más que lo escrito, que me re alcanza, gorilas incluidos.