Es casi seguro que nuestros antepasados inventaran primero los "símbolos" para representar cantidades, que para letras o fonemas. Sin embargo en la escuela los aprendemos simultáneamente, y a pesar de eso, persiste una especie de diferenciación entre “gente de letras” y “ de números”, quizá como un resabio de aquellos tiempos.
No siempre esos símbolos fueron diferentes, en el camino desde los jeroglíficos y los caracteres cuneiformes hasta el alfabeto y los números arábigos que utilizamos actualmente, hubo marchas y contramarchas muy interesantes.
El primer “símbolo” para registrar números debe haber sido el palote que representa la unidad. Los babilonios usaban sólo 2 símbolos para escribir todos los números naturales. Con esos 2 cuños, hacían las marcas en placas de arcilla y terracota. Luego aumentaron considerablemente sus capacidades de cálculo, multiplicaron, elevaron al cuadrado, al cubo y calcularon el valor de “Pi”. Todo esto ocurrió entre los años 4000 a 1000 AC. Es casi seguro que resolvieron el Teorema de Pitágoras unos 1000 años antes de que él naciera.
Por esos tiempos (~1000 AC) los griegos y los judíos abandonaron los signos y hallaron muy natural representar a los números con las letras del alfabeto.
A=1, B=2, C=3,..., H=8, I=9; J=10, K=20, L=30,..., Q=80, R=90; S=100, T=200,..., Z=800, &=900
Como el alfabeto griego tenía sólo 24 letras, agregaron 3 símbolos para lograr los 27 que necesitaban para escribir hasta el 999.
Así, escribían WMI=549 ó el 191=SRA (no quería decir Sociedad Rural Argentina).
Esta decisión, aparentemente tan lógica, produjo un gran atraso en el desarrollo de las matemáticas y para colmo de males, el diablo metió la cola. En efecto, especialmente entre los judíos, comenzaron a ver “palabras” en los “números” y esto dio lugar, tiempo después, a interpretaciones místicas de las palabras y de la Biblia y del nacimiento de la Gematría, una pseudociencia que hoy llamamos numerología.
El número 15, diez-cinco, en el alfabeto hebreo, formaba la palabra dios, que estaba prohibido pronunciar, así que los religiosos consiguieron eliminarla, lo que complicó aún más ese sistema numérico, pues hubo que crear un caso especial: el 15 se escribía 9-6. (Las razones por las cuales en muchas religiones primitivas se prohibía pronunciar el nombre de dios fueron develadas años más tarde, como un traslado del padre arcaico y protohistórico a la idea de dios, por Sigmund Freud en Tótem y Tabú, pero esto es harina de otro costal.)
Los romanos utilizaron un sistema intermedio, con pocas letras y donde el valor de las mismas dependía de la posición o ubicación, como en nuestro sistema actual, pero era complicado y muy poco práctico para efectuar operaciones matemáticas.
I=1, V=5, X=10, L=50, C=100, D=500 y M=1000
Si la letra se colocaba a la izquierda de una mayor, se restaba y se sumaba si se la ubicaba a la derecha.
La prohibición de nombrar a dios, también llegó hasta allí: el número 4 debía ser IV, pero así comenzaba IVPITER, lo que motivó una “excepción” a las reglas, y se lo escribía IIII como todavía se ve en relojes antiguos.
Por suerte, nos llegaron desde los “bárbaros” pueblos asiáticos y árabes, los números arábigos que usamos actualmente, muy difíciles de confundir con las letras de nuestro alfabeto, que sumados a un sistema posicional (el 3 vale 30 puesto en las decenas y trescientos en las centenas), permiten con sólo 10 símbolos escribir casi todos los números que necesitamos. Son tan prácticos y simples, que nos dejan tiempo para leer las hermosas historias que escriben las mujeres y los hombres de letras.
Fernando Terreno
Bibliografía consultada:
Asimov, Isaac; De los números y su historia, Ed. Lidium, Bs. Aires, 1984
O’Connor, J.J, Robertson, E.F.; La numeración babilonia,
Fowler, Michel; Contando en Babilonia, University of Virginia
5 comentarios:
tal vez en los nùmeros se puedan esconder historias... hace un tiempo leì una narraciòn en la que el autor reemplazaba los dramas cotidianos y domèsticos por nùmeros, por ejemplo, la discusiòn con la madre: 17 y la charla con el jefe: 12. Asì se iba evitando repetir y la menciòn del nùmero daba una velocidad a la conversaciòn muy muy cibernètica...
En cambio, la letra, guarda algo de sagrado, una inicial, un principio, una pista acerca de algo que no hemos podido modificar y que llevamos, el ADN y el 3,1416
son ejes humanos que por supuesto no hemos tenido aùn la intuiciòn de combinar para la paz y el amor. Porque què son todas estaa maniobras de la mente si no tienen como propòsito mejorar nuestra condiciòn?
Me encanta este lugar que estàs construyendo, una alegrìa haberte encontrado y aprovecho este espacio para saludarte con mi corazòn
tu amiga
Irene Roust
Qué bueno que está este artículo. Lo entendí, a pesar de estar inscripta entre las "mujeres de letras".
"Desde los 'bárbaros' pueblos asiáticos" llegó también tu decisiva victoria de la otra noche, Fernando. Te felicito por aquello (mal que me pese), y también por haber sido homenajeado en la voz de Hugo, que te leyó enterito este brillante texto tuyo. Felicitaciones.
Gracias Irene, Su y Marcelo por haberse dado una vueltita por La Pulpera, y muy especialmente, por tan lindos comentarios.
Muy buena la aclaración, sea lógica o no. Siempre me pensar en el por qué. ¿Me quedo tranquila ahora?
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