Un Congreso de animales debate con ardor las teorías evolucionistas y creacionistas. En un cuarto intermedio, algunos de sus partidarios van a hablar con Dios, para hacerle algunos reclamos.
La jirafa le plantea que es rechazada y discriminada por su largo cuello, que la llaman “cogotuda” y que muchas que se dicen sus amigas, no le dirigen la palabra. Dios, con su infinita dulzura, le dice que Él la ve muy bonita y elegante, que come hojitas tiernas y que ese cuello es la envidia de muchas hembras. Fijáte, -le dice-, que entre las mujeres se ha impuesto el corte “Carré”, para alargar el cuello y otros argumentos por el estilo. Convencida, la jirafa acepta que no le acorte el cuello y vuelve a su lugar.
Es el turno del elefante, que le recrimina por el tamaño desmesurado de su trompa y orejas, que se ve muy feo, que lo apodan “orejón”, etc. etc. Dios, con su infinita paciencia le replica que son muy útiles, que se puede apantallar y echar aire, espantar otros insectos, que puede tomar agua sin usar pajita y otras virtudes de “su diseño”. También convencido, el elefante acepta, se retira y vuelve a su lugar.
Todos los demás descontentos, van siendo convencidos a su vez, uno a uno, hasta que toca su turno a la gallina.
Muy decidida enfrenta a Dios y le habla señalando un huevo que lleva en la mano: -¡No quiero escuchar una sola palabra! O achicás los huevos o me agrandás el ...
La jirafa le plantea que es rechazada y discriminada por su largo cuello, que la llaman “cogotuda” y que muchas que se dicen sus amigas, no le dirigen la palabra. Dios, con su infinita dulzura, le dice que Él la ve muy bonita y elegante, que come hojitas tiernas y que ese cuello es la envidia de muchas hembras. Fijáte, -le dice-, que entre las mujeres se ha impuesto el corte “Carré”, para alargar el cuello y otros argumentos por el estilo. Convencida, la jirafa acepta que no le acorte el cuello y vuelve a su lugar.
Es el turno del elefante, que le recrimina por el tamaño desmesurado de su trompa y orejas, que se ve muy feo, que lo apodan “orejón”, etc. etc. Dios, con su infinita paciencia le replica que son muy útiles, que se puede apantallar y echar aire, espantar otros insectos, que puede tomar agua sin usar pajita y otras virtudes de “su diseño”. También convencido, el elefante acepta, se retira y vuelve a su lugar.
Todos los demás descontentos, van siendo convencidos a su vez, uno a uno, hasta que toca su turno a la gallina.
Muy decidida enfrenta a Dios y le habla señalando un huevo que lleva en la mano: -¡No quiero escuchar una sola palabra! O achicás los huevos o me agrandás el ...
1 comentario:
jajajajjajajaj!
precioso!
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