miércoles, 10 de febrero de 2010

Marcelo Cohen - Barrio del Once, Buenos Aires

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Turismo Literario 2

Continuamos mezclando literatura y turismo. La propuesta de hoy es un paseo por el barrio porteño del Once y el guía elegido es Marcelo Cohen, escritor argentino que en un Encuentro Internacional de Pensamiento Urbano expuso un texto que me cautivó desde el título: Consolación por la baratija. En él muestra su lúcida y profunda mirada sobre el barrio de su infancia como podrán ver en estos fragmentos:

Ah, barrio del Once, sumidero de fuerzas indómitas y adormecidas, santuario de la manufactura irritada, el plagio industrial, la ganga y el regateo, ágora de exilios establecidos, nomadismo de la abulia, kermesse de las tradiciones desvaídas, pero tercas.

…entre un hervor de charlas y de bocinas, empezaba a alentar en mí un deseo de comprarme bastantes cosas que, sin embargo, me gustaba mantener al borde de la satisfacción. Hasta que vi un escaparate con lencería de dama, y en un rapto de valor alcé la vista, y descubrir que el local se llamaba
La bombachita me alcanzó para comprender que entre el recuerdo del Once de mi infancia, donde ese local se habría llamado Roitman hermanos, … había un rugido de tiempo histórico que me sobrepasaba, me vaciaba de mi, y de repente, desmenuzado en chispas de mercancía, fui únicamente ese barrio.

A fines de los ochenta, durante un viaje que hice cuando vivía en España, escuché disertar a un taxista que me llevó al Once sobre el cambio fatídico ocurrido en ese, dijo él, baluarte tradicional de la comunidad israelita. Cientos de negocios de bagatelas, e incluso los de confección, habían pasado a manos de detestables invasores coreanos. Esos roñosos sin ética empresarial, que fabricaban todo a precios irrisorios, explotando a sus compatriotas pobres, habían obligado a los honestos confeccionistas moishes a exiliarse en Lanús, dedicados al cuero y a la compraventa de oro. “Pero si usted se fija”, dijo el taxista, “va a ver que hay muchos negocios con las persianas bajas, y que adentro hay gente medio en tinieblas:
son los judíos que resisten.”

De Rivadavia a Córdoba y de Callao a Pueyrredón … el Once es noventa manzanas de mejunje edilicio –barata construcción desarrollista, de ocho pisos, mancillando perlas de racionalismo y fortalezas de estilo burgués parisino- con un promedio de ciento veinte bocas de venta por manzana, gran parte de ellas mayoristas. …iglesias, escuelas religiosas, gimnasios, un centenario colegio alemán, altares budistas, gran surtido de sinagogas; distribuidoras de cine; videotecas de ocasión y librerías de lance. Sirio-libaneses, judíos ashkenazys y sefarditas, armenios, turcos emerlíes, coreanos, chinos, peruanos, paraguayos, bolivianos y ahora brasileños disputándose la clientela, sin frenesí, entre la pasajera, constante multitud que derrama en la Plaza Miserere el ferrocarril del Oeste y se desplaza despacio en la deliciosa narcosis del consumo posible. El emporio de la imitación empeorada. Por acá deambulan los que nunca comprarán por Internet.
...
Once es una combinación de cantidades exorbitantes con una especificidad minuciosa … se puede comprar 17 metros de perlón antipiling imitación leopardo, cincuenta y siete modelos de gorros, cada uno posible con los colores de la bandera argentina, brasileña, finlandesa, etcétera; manteles individuales con forma de vaquita, uva, banana o niña pequinesa, sacapuntas extrasuave para lápiz de labios; … Ahí la industria se ha vuelto naturaleza: sólo obedece a la pulsión inacallable de replicarse.

El Once podría ser una obra de arte del desequilibrio. En este caso la mejor iniciativa política, me parece, es exigir que a nadie, por un rato prudencial, se le ocurra tocarlo.



Marcelo Cohen nació en Buenos Aires en 1951. Prolífico autor y traductor con una gran obra publicada entre las que se destacan El oído absoluto (1999), El país de la dama eléctrica (2005) y Donde yo no estaba (2006).
Consolación por la baratija pertenece al libro
Diagonal Sur, Marcelo Cohen y otros, Buenos Aires, 2007, Edhasa.
Los otros autores son Juan Villoro (México), Patricia Melo (Brasil), Alan Pauls (Argentina) y Pedro Lemebel (Chile).

El paseo por el Once está terminando. Si a esta altura estuvieran cansados con tantos negocios, baratijas e imitaciones, pueden terminar el recorrido por el barrio tomando el subte en la esquina de las avenidas Corrientes y Pueyrredón. Antes de meterse en las entrañas de la tierra miren el edificio más grande de las cuatro esquinas, el de color crema. Es el que inmortalizó el poeta Baldomero Fernández Moreno (1886-1950) en su poema “Setenta balcones y ninguna flor”. Todavía hoy, los administradores se ocupan de respetar esa tradición.

Setenta balcones hay en esta casa
Setenta balcones y ninguna flor.
¿A sus habitantes, Señor, qué les pasa?
¿Odian el perfume, odian el color?

La piedra desnuda de tristeza agobia,
¡Dan una tristeza los negros balcones!
¿No hay en esta casa una niña novia?
¿No hay algún poeta bobo de ilusiones?

¿Ninguno desea ver tras los cristales
una diminuta copia de jardín?
¿En la piedra blanca trepar los rosales,
en los hierros negros abrirse un jazmín?

Si no aman las plantas no amarán el ave,
no sabrán de música, de rimas, de amor.
Nunca se oirá un beso, jamás se oirá una clave...
¡Setenta balcones y ninguna flor!
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8 comentarios:

miri dijo...

¡Márcele se olvidó de algo! También hay una calle donde te imprimen remeras y gorritos.
Shalom

andal13 dijo...

Impecable descripción del Once (quién no ha ido para comprarse alguna pilchita barata... más aún nosotros los uruguayos, que en una época ir a vestirse a Buenos Aires era una tradición).
El texto en seguida me recordó la película "El abrazo partido", de Daniel Burman.

Fernando Terreno dijo...

Andrea: tuve presente a la película y estuve a un tris de citarla en la entrada, pero opté por el no. Me alegro que a vos también te la recordara ya que también es un cariñoso homenaje al Once.
Miri: y todo lo que se nos pueda ocurrir, también.
Gracias a las dos.

FLACA dijo...

La verdad es que dan ganas de volver al 11, y caminar por ahí. Me trajiste gratos recuerdos: mi madre me compraba mucha ropa linda ahí y me la traía de regalo. 11 y regalos, 11 y ropa, 11 y compras, 11 y mi madre, van juntos en mi memoria emotiva. Así que cuando leí ese texto de Cohen sentí que él estaba describiendo algo que yo conocía muy bien aunque sólo haya estado allí tres veces.
Te leí de un tirón, hasta el final y me encantó. Justo empecé a leer en las vacaciones una novela de Antonio Muñoz Molina ("Ventanas de Manhattan") que me regaló ÉL y que no sé bien de qué se trata porque sólo leí las primeras páginas (y ahí descansa, en la mesita de luz), pero empieza describiendo lo que ve el personaje español cuando llega a Manhattan y la mira por primera vez. Es interesante, pero para agradarte el ego te diré que leyéndote a vos me dieron ganas de ir a Buenos Aires y pasear por el 11, pero que el paseo por Manhattan no lo pude resistir.

No seas canaria bruta diría Él si leyera esto.
(Nota: en Uruguay se le llama "canaria" no sólo - como corresponde-a la gente oriunda del departamento de Canelones, sino a todo aquel que no es de Montevideo, que es del interior).

Unknown dijo...

Qué lo parió Fernando. Qué ciudad esa de ustedes... No hay ojos que alcancen para mirar para arriba tanta variedad y eclecticismo arquitectónico. Pastiche, menjunje, lo que quieran, Parísinismo, Barcelonismo, Madridismo, pero qué hermosa ciudad y qué energía que tiene siempre, no importa qué crisis o apogeo esté pasando. Mi primer encuentro con el 11 fue en mi tierna juventud y fue un encuentro fortuito, ya que haciéndome el canchero me separé del grupo con el que estaba y me tomé un metro pensando ir a la Boca y me equivoqué de metro y de estación y emergí en la Plaza 11.Después volví a pata al centro, que después de todo no es tan lejos o en aquel entonces no me lo parecía. Unas 20 cuadras o menos.
Nunca supe si había metro hasta La Boca, creo que no.
Tu transcripción de los versos de Baldomero me hizo cagar de la risa, porque me acuerdo de una anécdota del Tata, que cuando estaba como músico en la Escuela Militar, recitaban esos versos en el dormitorio del cuartel, él y un amigo trombonista, con voz aflautada y gestos suaves para joder a los otros milicos. Y parece que una vez, al llegar el amigo a la parte:
¿No hay en esta casa una niña novia?
¿No hay algún poeta bobo de ilusión?
, los milicos empezaron a acercarse interesados y el Tata le dice al amigo en voz baja: "Poné la voz gruesa y pará con esa joda, que corre peligro nuestra virginidad"
Es una anécdota boba, pero el poema me la recordó.

Unknown dijo...

Yo también pensé en la película "El abrazo partido", representa muy bien la zona y es muy divertida.

En una época íbamos con madre a buscar ropa y otras cosas, ahora perdí la paciencia y paso esporádicamente con esa meta por ahí. Aunque como soy una gran fanática de las telas no puedo escaparme del todo de ese lugar, además está de paso en mi camino a otros destinos.

Sabés que un día buscando información sobre un edificio que hay por Rivadavia al 5800, se llama Femenil (lo vi desde un 92 o un 36), encontré que se sospechaba que era el edificio que había inspirado al poema de B.F.M., pero también estaba errada la información.
Finalmente llegué al Parque Japonés y más tarde a un cuento de Bioy Casares "Nóumeno", que forma parte de Historias desaforadas.

Así es esta ciudad, ecléctica y desordenada, que con tan sólo una confusión podemos recorrer unos cuantos barrios y autores en una entrada de blog.

Fernando Terreno dijo...

Gracias Flaca, Santiago y Cecilia por los comentarios. Este "cambio de figuritas" es lo mejor de los blogs.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

hola Andrea!! me encantó esta entrada, llegué acá porque estoy buscando el texto completo de Marcelo para un trabajo de la facultad. Quedé alucinada con los fragmentos que citaste, había leído varias cosas suyas pero justamente esta crónica no. Si tenés digitalizado el documento, podrías enviarmelo por favor? Sería de gran ayuda! (Me refiero, claro, a "Consolación por la baratija"). Mi mail es joryluups@hotmail.com Mil gracias! Abrazos! Ludmila