Por la
misma esquina de la plaza de Yanahuanca por donde, andando los tiempos,
emergería la guardia de asalto para fundar el segundo cementerio de Chinche, un húmedo
setiembre, el atardecer exhaló un traje negro. El traje, de seis botones, lucía
un chaleco surcado por la leontina de oro de un Longines auténtico. Como
todos los atardeceres de los últimos treinta años, el traje descendió a la
plaza para iniciar los sesenta minutos de su imperturbable paseo.
MANUEL SCORZA, Redoble
por Rancas, capítulo 1.
A las
nueve, una
mañana de fines de julio, el soberbio coche de Gatsby se deslizó por la rocosa
pendiente hasta mi puerta y exhaló un bocinazo por su claxon de tres notas.
Era la primera vez que me visitaba, si bien yo había estado en dos de sus
fiestas, me había subido a su hidroavión y, antes sus reiteradas invitaciones,
había usado frecuentemente su playa.
At nine o’clock, one morning
late in July, Gatsby’s gorgeous car lurched up the rocky drive to my door and
gave out a burst of melody from its three-noted horn. It was the first
time he had called on me, though I had gone to two of his parties, mounted in
his hydroplane, and, at his urgent invitation, made frequent use of his beach.
FRANCIS SCOTT FITZGERALD, El gran Gatsby, capítulo 4.
Muy de vez en cuando aparece alguien que lee
con su propia cabeza y aporta ideas nuevas a la teoría y la
crítica literarias. Entre estos, Harold
Bloom (norteamericano, 1930), autor del concepto de “la angustia de la influencia” que
señala como la tensión de la pugna entre el escritor y todos sus antecesores, en
la cual se evidencian «las sombrías verdades de la competencia y la
contaminación».
Anatomía de la influencia, 2011/1991 (The anxiety of influence: A Theory of Poetry)
Para Blomm, cualquier obra
literaria actual lee de manera errónea –y creativa- y por lo tanto reinterpreta
a los textos anteriores. Y esta angustia se supera con la inteligencia y el
talento que permite a los autores perpetrar el descuartizamiento
que ejecutan sobre aquellos textos.
Bloom da otra vuelta de tuerca a un
concepto que había lanzado J. L. Borges en un texto de 1951, Kafka y sus precursores, que
sintetizaremos así: todo gran escritor crea a sus precursores. Por crear
debemos entender que los resignifica, los transforma, los actualiza y este
efecto retroactivo de la actualidad sobre el pasado hace “nuevas” las viejas
obras por la simple acción de leerlas ahora.
Los párrafos de Scorza y de
Fitzgerald –de dos novelas tan distintas (¿o no?) – parecen mostrar el ligero perfume
de un autor en el otro y sintetizar el tema de la influencia que tan bien
vieron Bloom y Borges.
Más sobre la influencia en el texto de Bloom y en estos
enlaces:
Borges y Kafka. La alegría de la influencia. – Eduardo
Pellejerohttp://institucional.us.es/revistas/philologia/23/01%20Pellejero.pdf
http://www.borges.pitt.edu/bsol/db6.php
J. L. Borges, Otras inquisiciones, Kafka y sus precursores, acá:
http://www.galeon.com/kafka/borges2.htm
.
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