Una
mirada a
Redoble
por Rancas, de Manuel Scorza (última parte)
Por
Fernando Terreno
Continuación...
Sus
34 capítulos no están ordenados cronológicamente. En los pares se cuenta la
lucha de los ranqueños contra la Cerro Co., y en los impares la de los yanahuanquinos
contra los grandes hacendados y su sistema feudal, el gamonalismo; dos luchas
que son una misma lucha. El relato va y viene, a veces sobre los mismos puntos,
lo que obliga al lector a un esfuerzo organizativo o a entregarse al ritmo que
propone el autor.
Un
par de escenas abren y cierran la novela dándole una perfecta circularidad: en
el capítulo 2, Fortunato corre para avisar que viene la Guardia de Asalto a
reprimir, y en el 32, se consuma la masacre.
En
el capítulo 4 Bolívar pronuncia en Rancas su célebre arenga a las tropas antes
de la batalla de Junín que, en 1824, significó el fin del imperio español y,
hacia el final, el comandante a cargo de la represión de 1962, detiene su Jeep, mira hacia la llanura y delira con
que es Bolívar, antes de ordenar el ataque a los campesinos.
El
capítulo inicial es una muestra de la maestría de Scorza y puede considerarse
una pieza separable de la novela. Una moneda perdida exacerba en los lugareños
el miedo, la rebeldía y la sumisión, mientras que, en oposición, el poder, cuya
encarnación más brutal y despótica es el juez Montenegro, se metaforiza en “el
traje negro”. Para construir al personaje, lo asocia a un objeto, una forma de
mostrarlo como una función en la milenaria disputa contra la injusticia.
En
el cierre, un incierto relator vuelve a contar la fundacional victoria de
Bolívar en Junín -fin de la colonización española y origen de la República del
Perú-, en el mismo momento en que la masacre del ejército peruano consolida la
victoria de los intereses del imperio norteamericano, inaugurando un nuevo
período colonial. Mientras tanto, a medida que sus cadáveres llegan al
cementerio, los muertos hablan entre sí y van reconstruyendo la historia de la
masacre de Rancas, en un pasaje que recuerda a Juan Rulfo y su Pedro Páramo.
Su
lectura, a más de cuarenta años de publicada, produce un verdadero deleite y
permite miradas mucho más libres que cuando estaba aprisionada por la cercanía
de lo contado. Si, a pesar de un anclaje tan fuerte con la realidad, ha
superado la fiera venganza del tiempo es porque la fineza con que está narrada,
el equilibrio entre épica y poesía, entre fantasía y realidad, entre
humillación y nobleza la convierten en una obra maestra.
Más
allá de la crónica de la realidad peruana, del intento de agitar conciencias o
de ser la voz de los sin voz, la novela se impone y perdura por la música que
emana del texto, por la cadencia de las palabras y por el acierto de mostrar
desde las cosas sublimes hasta las brutales con una belleza formal que
deslumbra. Scorza une, con rigor sin concesiones, realismo y fantasía poética.
Pura literatura, nomás.
.
2 comentarios:
Sigo…estos gentilicios me están matando “ranqueños” “yanahuanquinos” (tengo la lengua hecha nudos) Lo lograste: esta mirada a Redoble por Rancas pide más y ciertamente se impone leer la obra. En mi caso, incluso para completar los pocos conocimientos sobre este capítulo de la historia. Luego, porque has trasladado tu propio deleite a estos artículos. ¡Muchas Gracias! Por las cinco novelas y también por “Boda en tiempos de guerra”, ambos imperdibles. Un abrazo querido amigo.
Susana:
Siempre tan gratificadores tus comentarios.
No te preocupes por Scorza. Seguramente hay tanto para leer en carpeta... Pero si te llegás a cruzar con él, vale la pena (y la novela es corta.)
Un abrazo para vos.
Publicar un comentario