Continúa la selección de comentarios sobre caballos famosos de la mitología, la historia y la literatura. Hoy toca a tres caballos blancos:
PALOMO, el
caballo del Libertador Simón Bolívar
De gran alzada, unos dicen que se lo obsequió el
Congreso de la gran Colombia, otros dicen que se lo regaló un campesino. Lo
acompañó en muchas acciones de la campaña libertadora. Murió en la hacienda
Mulaló, en el Valle del Cauca. Fue enterrado al lado de la capilla del
municipio de Yumbo junto a una frondosa ceiba. Sus herraduras, los estribos y
otras pertenencias se exhiben en el museo de Mulaló, cerca de Cali.Por supuesto que tuvo otros caballos: Muchacho, Pomposo, Mosqueado, Pastor (que también era blanco), pero en Palomo llegó hasta Chuquisaca.
MARSALA, el
caballo de Garibaldi
Durante la campaña de 1860 para apoderarse del Reino
de Nápoles y las dos Sicilias, que estaba en manos de los Borbones, Garibaldi
montó un caballo blanco cuyo nombre es fácil de recordar: Marsala. Le puso el
nombre del puerto donde desembarcó al frente de la expedición que había
organizado el Primer Ministro del Reino del Piemonte, el Conde Cavour.Pocos días después, en mayo de 1860, obtuvo (con la ayuda de Alain Delon como pudimos ver en Il Gattopardo…) la victoria de Calatafini y las tropas borbónicas se replegaron hacia el continente, hasta Nápoles donde continuó la campaña.
Famoso en la actualidad por los vinos que se producen en la región, el nombre Marsala proviene del que los árabes habían dado a ese puerto durante su larga ocupación de la actual Sicilia: Marsa Alah (Puerto de Dios) o Marsa Alí (Puerto grande).
BLANCO, el
caballo de lady Godiva
No sabemos con certeza si fue un hecho histórico o
se trata de una leyenda. La cosa es más o menos así: en el poblado de Coventry,
hacia el año 1050 aproximadamente, el Señor Conde de Chester apretaba a sus
súbditos con impuestos muy duros por lo que su esposa le pidió un poco de
compasión. El marido le respondió: Lo haré si te paseas desnuda, montada a
caballo, por el mercado lleno de gente.Parece que la lady acordó con los líderes que ella lo haría pero que ellos se encerraran en sus casas y no miraran.
Todos cumplieron su parte y Leofric también rebajando los impuestos cuestionados. Bueno, en realidad, todos no: parece que el sastre Tomás Nosecuánto miró todo lo que pudo ver –que no era mucho porque la lady tenía el cabello muy largo- y desde entonces se les llama Peeping Tom a los mirones.
No importa si la historia fue verdadera o no, pero una cosa es indudable: de todos los equinos de la historia, el más envidiado es Blanco.
En la foto Maureen O'Hara como Lady Godiva.
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