A pesar de ser algo obvio y reiterado en los relatos policiales, la
persecución, el tema de los cuentos de hoy, tiene una interesante vuelta de
tuerca en los tres casos:
El hombre
que miraba pasar los trenes, 1938, Georges Simenon
El hombre
en la calle, 1939, Georges SimenonEl mismo cuento distinto, 1994, Gabriel García Márquez
El hombre que miraba pasar los trenes es una novela espléndida donde se mezclan
escenas de la vida pueblerina y de la gran ciudad. La bancarrota de un empresario
deriva en un crimen con motivo sexual y cuando parece que se trata de un
policial clásico irrumpen las cuestiones psicológicas que empezaban a estar de
moda. En los capítulos finales hay una persecución que consiste en cerrar el
círculo sobre el asesino –que manda cartas a los diarios cuestionando el
tratamiento que la prensa da a su caso–simplemente esperando que se le acabe el
dinero.
El
comisario Lucas se encarga personalmente del caso y acosa por las calles de
París al holandés Kees Popinga, a quien ni siquiera ha podido verle la cara cuando
anuncia a la prensa que su captura es cuestión de días… Esta es una de las novelas “sin Maigret” de Simenon, a pesar de que el comisario ya había hecho su aparición unos años antes, en 1931.
Al
año siguiente Simenon publicó un cuento corto: El hombre en la calle,
cuyo núcleo central es similar a la persecución de la novela anterior con dos variantes
significativas: el comisario Maigret y su perseguido se ven a cada rato y la
solución de la trama incluye un sacrificio por amor. El comisario Lucas, de la
novela anterior, hace de ayudante de
Maigret en esta ocasión.
Bien
mirado es un cuento como cualquier otro de los suyos, uno más en una producción
tan fecunda que es natural que incluya algunas reiteraciones. Pero hay un hecho
que lo hace singular: Gabriel García Márquez lo leyó en 1949 y quedó
impresionado con él, a la vez que olvidó título y autor durante más de cuarenta
años.
Cuando
por fin pudo dar con el cuento, en 1993, escribió El mismo cuento distinto
como prólogo a una reedición del mismo y, a la vez, homenaje al gran escritor
belga. Es una miniatura de tres páginas donde cuenta dos historias: la búsqueda
del cuento perdido en su memoria –narrada como si fuera una persecución al
estilo Simenon– y el cotejo del recuerdo
que guardaba con las contradictorias sensaciones que le produjo su relectura.
En un juego maestro de intertextualidad cierra al mejor estilo de Borges con
una reflexión sobre las veleidades de la memoria y de los olvidos.
El hombre en la
calle
acá:
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/fran/simenon/el_hombre_en_la_calle.htmEl mismo cuento distinto acá:
http://antologiasinpoesia.blogspot.com.ar/2013/09/dos-prologos-de-gabriel-garcia-marquez.html
.
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