La frase –que dicha con picardía a sus esposas juega con el deseo de los maridos de huir, de desaparecer… al menos por un tiempo– ha alcanzado una popularidad increíble. Tanto o más increíble por estar originada en un cuento poco leído de un autor casi desconocido para la gran mayoría que la usa.
El cuento se llama Wakefield y el autor Nathaniel Hawthorne (1804-1864).
El señor Wakefield sale de viaje por unos días… pero regresa a su casa veinte años después, tan campante como si hubiera ido a la esquina a comprar cigarrillos. Mientras tanto cambia algunos rasgos, se instala en una casa a la vuelta de la suya desde donde puede ver su viejo hogar con frecuencia, la familia se va acostumbrando, la esposa pasa a la condición de supuesta viuda y la vida continúa.
El cuento es una concisa obra maestra –5 páginas A4–. Las primeras 15 líneas son un resumen del argumento y después viene el desarrollo, que aumenta nuestro interés a pesar de habernos mostrado ya el desenlace, culminando con un final en manos del lector, que no tiene una sola palabra sobre lo que pasa una vez que atraviesa la puerta en su regreso.
Se dice que el tema del cuento es ¿por qué se fue Wakefield? Es posible,
pero haber captado ese deseo de desaparecer (que debe ser tan propio de
hombres y mujeres como para que haya tomado tanta difusión) es, para mí, uno de
sus mayores méritos; y reflexionar sobre la cuestión en un cuento, lo es más
todavía.
Al respecto me viene a la cabeza la frase de San Pablo: “quiero disolverme” (Carta a los filipenses, 1- 23,24)
interpretada por unos como el deseo de morir y por otros como que cuando el
amor es muy grande el amante quiere disolverse en el ser amado.
Pero volvamos al cuento. Solamente conocemos lo que le pasa a Wakefield,
muy poco es lo que se dice sobre la esposa. Partiendo de allí, Eduardo Berti (1964) escribió una
novela excelente: La mujer de Wakefield, Ed. Tusquets, 248 pág., 1999.
La mujer deja su papel secundario y pasa a ser la protagonista. La
Londres de 1820 también aparece y da el marco adecuado, pero Mrs. Wakefield no
es sólo la mujer agobiada, triste, en crisis y ensanchando su cintura de
Hawthorne. La de Berti es una mujer que se va rehaciendo, tiene un
pretendiente, es inteligente al punto que sabe dónde está su marido y se
pregunta que buscará con eso el pobrecito. Mientras el Wakefield de Hawthorne
sólo se mira a sí mismo, la Mrs. Wakefield de Berti ocupa el mundo que la rodea
y prefigura a todas las feministas inglesas que luchando con tesón consiguieron
el voto, los derechos y la igualdad con el otro género, con los varones.La novela de Berti termina con una referencia deliciosa: si cualquier historia puede reescribirse o admite otra versión “… la que acaba de ocupar este libro muy pronto ha de tornarse –si no ha ocurrido ya– en una historia dos veces contada.”
Podríamos decir tres veces al menos, ya que Fabienne Bradu, escritora
francesa residente en México desde 1979, ha publicado en 2005 un artículo en
el Nº 19 de la Revista de la Universidad Autónoma de México, titulado Mrs.
Wakefield. Es mitad un análisis y mitad una reconstrucción del cuento
de Hawthorne en 3 o 4 páginas donde a partir de la segunda ficciona a la propia
señora Wakefield y le da unas características asombrosamente iguales a las que
toma en la novela de Berti, incluso la enamora del mismo personaje. Sintetizando,
parece un resumen de la novela. ¡La pucha con la influencia! (O con los olvidos
de tomar la pastilla para la memoria o con tomarla dos veces el mismo día.)
http://www.bn.gov.ar/abanico/A81110/berti-wakefield.html
http://www.revistadelauniversidad.unam.mx/1905/pdfs/36-40.pdf
4 comentarios:
Suele suceder con los temas, algo parecido al destino de los símbolos que se usan demasiado y para distintos fines: se pierde el espíritu original entre las distintas interpretaciones. El Wakefield de Hawthorne es encantador, aún si lo miramos con ojos doscientos años más jóvenes. La novela de Berti que conozco gracias a Vos, suena interesante, quizás incluso fuera necesaria. El que no me seduce en absoluto es el artículo de la francesa, ahhhhh eso es “rizar el rizo”, Fer!
He disfrutado tu artículo querido Amigo. Un abrazo grandote!
Susana:
Sin duda ha pasado mucha agua bajo el puente en estos doscientos años. Tanto como para que las mujeres como vos se rían con (y de) Wakefield y lo disfruten y analicen con benevolencia.
Un abrazo.
Maravillosos posteo. Lo afano para ponerlo en Face.
Santi
Es un honor, de modo que el afán"o" es consentido.
Un abrazo.
Ahora, guarda con tomar todo al pié de la letra y responder a este comentario desde el Himalaya...
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