miércoles, 23 de julio de 2014

Ánforas, petacas, doliums, cántaros... Humor


Acabemos con este asunto de los recipientes vinarios (no binarios, ojo), dando un repaso a los que hemos utilizado desde viejos tiempos.

Odre, del latín, uter, utris (¡Uy, dónde nos estamos metiendo…!) Cuero, generalmente de cabra que, cosido y pegado por todos lados menos por el cuello, sirve para contener líquidos como vino y aceites.


Ánfora, del lat. amphŏra, y este del gr. ἀμφορεύς 'vaso grande de dos asas'.
1. f. Cántaro alto y estrecho, de cuello largo, con dos asas, terminado en punta, y muy usado por los antiguos griegos y romanos.
2. f. Medida antigua de capacidad, equivalente, entre los romanos, a 26,2 l.


Dolium, nombre latino de las ánforas de cerámica romanas donde guardaban el vino enterrado o en cuevas subterráneas, para conseguir las mejores condiciones de conservación.

Cadus, que en latín justamente significa vasija y que precisamente era en estas, donde en la antigüedad se almacenaba el vino.

Cántaro, 1. m. Vasija grande de barro o metal, angosta de boca, ancha por la barriga y estrecha por el pie y por lo común con una o dos asas.

 
Petaca: 3. f. Botella de bolsillo, ancha y plana, que sirve para llevar bebidas alcohólicas.

Hasta llegar, finalmente, a la plebeya botella, cuyo significado según un diccionario cordobés (de la Nueva Andalucía) es el siguiente:
Boteia: 1. F. Envase de vidrio o plástico, normalmente utilizado para guardar vino fraccionado o hacer la mezcla (véase Convinado). 2. Adj.: Verde Boteia: Tonalidad verdolaga típica, uno de los tres colores cordobeses característicos (veasén: Amarío patito y Nero culiau) que se distinguen en elevado estado de ebriedad (Véase: Chupao o Mamao).


Todos, cual más, cual menos, tienen lo suyo y han dado que hablar a beodos y poetas a lo largo de los tiempos. Ahora bien, si de poesía se trata no habrá ninguno como el cántaro o las ánforas. ¡Qué hermosas suenan esas palabras!
“Cántaro”, “cantarina agüita de tu cántaro”, “déjame beber de tu cántaro”. De pronunciarla nomás se nos llena de agua la boca.
“Yo tengo una bella ánfora, llena de regio vino”, “Las ánforas de Epicuro”, “En el mar de ánforas”. Grandes poetas, Rubén Darío el primero, han usado sus ánforas en sentido literal (el hombre chupaba, perdón, libaba, como ladrillo de segunda) y en el metafórico, por la agradable sonoridad de la palabra.
Dicho sea de paso, ya que estamos dándole al ánfora, vale recordar aquí a la jitanjáfora, palabra que no significa nada, pero que inventó el mexicano Alfonso Reyes, porque sonaba lindo nomás.

¡Salud!
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2 comentarios:

juan pascualero dijo...

La hermosura de algunas palabras propició el contraste inventado por el Julio Cortazar: discutiendo con sus primos el apodo adecuado para su ¿tía? alguien sugirió "Ánfora etrusca". Al final le pusieron "La culona". ¡Salú!

Fernando Terreno dijo...

juan pascualero:
¡Qué fineza!
De aquí en adelante lo usaré en cuanta ocasión se presente. "Hola, mi ánfora etrusca..." que no es lo mismo que decir cualquier otro sinónimo (como araña e'galpón, por ejemplo.)
Gracias Juan.