sábado, 20 de septiembre de 2014

La Abuelas de Plaza de Mayo y William Faulkner


Por Fernando Terreno
La identificación de Guido Montoya ( Ignacio Hurban), el nieto de Estela de Carlotto, la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, fruto de la incansable búsqueda por parte de muchas personas e instituciones, fue vivida por todos como una historia con final feliz, casi como de película. Muchas circunstancias coincidieron para eso, desde la edad de Guido, hasta el momento y la personalidad de los involucrados.
 
Otros casos han tenido una carga mayor para las víctimas y pasó un largo tiempo hasta que pudieran acomodar sus vidas y conductas a las consecuencias de tamaña tragedia. Algunos, a pesar de haber logrado la restitución de la identidad, tuvieron grandes dificultades para superar las etapas siguientes, restañar las viejas y nuevas situaciones. Este proceso fue tan largo que algunas personas murieron sin poder ver reparadas las viejas heridas.

Con ese increíble poder anticipatorio que tienen los buenos escritores, William Faulkner se ocupó del tema, en Luz de Agosto, con una claridad que admira y espanta. La novela tiene varios núcleos y personajes, pero entre ellos sobresalen claramente un par de capítulos que giran alrededor de la apropiación y entrega de bebés y la supresión y cambio de identidad. Si les digo que otros temas son un intento de linchamiento y la justicia por mano propia (por parte de un miembro, en retiro, de las fuerzas armadas, un “mano de obra desocupada”)  ustedes podrían suponer que lo escribió hace poco tiempo y en tierras cercanas. Sin embargo la novela es de 1932 y fue escrita en el sur de los EEUU, antes del ADN y de la Segunda Guerra.

 
El tratamiento que da WF al encuentro de la abuela con su nieto (cuya espera ha rumiado su corazón durante treinta años en sumiso silencio), entregado a una institución por su marido (y abuelo del muchacho) como castigo a su propia hija, muerta en el parto, es sobrecogedor.

-¿Cómo la otra mujer? ¿Otra mujer? ¿Es que mi vida ha de ser violada, mi paz ha de ser destruida al cabo de 50 años por dos mujeres perdidas, Byron?
-La otra no está perdida. Ha estado perdida durante treinta años. Pero ha sido encontrada. Es su abuela.
-La abuela ¿de quién?
-De Christmas, -replicó Byron. Cap. 16, pág. 258
 “Lo perdí de vista antes de que hubiera aprendido a andar”, dice. “No lo he visto en treinta años, jamás le vi caminar por su propio pie ni le oí decir su nombre…”
-¿No quieres decirme si ha muerto? (Y sigue la abuela interrogando a su marido) ¿Ha muerto para el mundo o solamente para mí, dímelo? Pág. 261
...
-No niego que haya hecho lo que dicen. Si la gente lo pudiera dejar nada más que por un día… Nada más que por un día ¿comprende? Id., Pág. 273.

La abuela pide sólo un momento para encontrarse con su nieto y dejar que todo siga su curso. Y lo consigue. Pero el maestro Faulkner deja las cosas en la oscuridad, su narrador no sabe todo y, encima, vacila.
“Claro que no sé lo que le dijo. No creo que haya nadie que pueda reconstruir la escena. No creo que ella misma lo supiera. … lo sabía a prueba de toda clase de olvidos, pero había olvidado las palabras. Y esa fue la razón para que él le creyera instantáneamente y sin ninguna duda.”  Cap. 19, pág. 314.
William Faulkner, Luz de agosto, Ediciones SUR, 1952, trad. Pedro Lecuona.

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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Fernando! Soy Cata..
Como siempre que me meto en tu blog hago buceo de aguas pofundas y termino leejos!
Te "robo" la viñeta, no sé de dónde la sacaste es hermoosa!
Vos sabés que yo encontré que la historia de "nuestros" bebes apropiados, de padres desaparecidos, cambiados de identidad, está muy bien reflejada en forma fantástica en la saga de Harry Potter de JK Rowling..no se si la autora lo habrá hecho concientemente pero la semejanza es enorme! Yo no tengo hijos pero siempre pienso que para explicar la historia a nuestros niños ese sería un ejemplo muy entendible!
cata

Fernando Terreno dijo...

Cata:
No sé si agradecerte o mandarte a... Me parece interesantísima tu observación, pero me obliga a leer Harry Potter, del que era virgen por puro prejuicio.
Un abrazo y gracias de nuevo.