Este artículo se publicó originalmente en la revista de ajedrez Nuestro Círculo en setiembre de 2007. Se reproduce aquí con permiso de su autor, Jorge Aloy.
Groucho Marx alguna vez dijo “Encuentro a la televisión muy educativa. Cada vez que alguien la enciende en casa, me retiro a otra habitación y leo un libro”.
Evidentemente, la televisión es el invento que de modo más notable y rápido mutó su función dentro de la sociedad, convirtiéndose en un generador de opinión masificada y un elemento de manipulación aún mayor que el que la escuela de Frankfurt le asignara a la radio y el cine.
Lejos está el año 1927 cuando la BBC en Inglaterra comenzara con algunas transmisiones sin programación preestablecida, y en 1930 la CBS y la NBC, en Estados Unidos, hicieran lo propio. Por supuesto, eran sistemas mecánicos que fueron perfeccionandose hacia 1939, cuando en la Feria Mundial de Nueva York la RCA presentó pomposamente el invento ya eléctrico y adaptable al hogar. La guerra establecería una pausa en cuanto a las transmisiones, pero a partir de 1946 y con la televisión color asomándose, la carrera en pos de la expansión ya es irrefrenable.
El sociólogo Alain Touraine vaticinó que “La televisión será la base de la opinión pública. Ha creado un mundo esquizofrénico en el que entre el individuo y lo global no hay nada”. Probablemente no esté alejado de los hechos si pensamos que la programación, en nuestro país, es reiterativa y tautológica: la televisión se retro alimenta hablando de sí misma, desdeñando un mundo exterior diferente y exacerbando el mito del éxito.
La actriz Bette Davis dijo “La televisión es maravillosa. No sólo nos produce dolor de cabeza, sino que además en su publicidad encontramos las pastillas que nos aliviarán”.
La televisión, como invento, sólo es comparable en magnitud con Internet. Y como elemento propagandístico de la guerra es inigualable: la clase dominante llega con su discurso a millones de personas simultáneamente.
En el mundo se cree que no existe hogar sin un televisor, como mínimo. Y este hecho, a través de su llegada masiva, lo convierte en el reemplazante por excelencia de todo lo que no funciona: la justicia, la educación. Federico Fellini expresó su desazón cuando dijo “La televisión es el espejo donde se refleja la derrota de todo nuestro sistema cultural”.
Hoy, y hace rato ya, la evolución de la televisión es similar a la que experimentó la dinamita de Alfred Nóbel, y aún hay camino por recorrer.
Lo último: En la pantalla todo es posible, incluso hacer un programa para comer mientras se habla de temas políticos. Me trae a la memoria a Orson Welles: "Hay personas que son demasiado educadas para hablar con la boca llena, pero no les importa hacerlo con la cabeza vacía."
Jorge Aloy
jorgealoy@yahoo.com.ar
miércoles, 21 de mayo de 2008
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
1 comentario:
aja! todo eso es una verdad verdadera. en mi casa no hay TV.
pero hay una PC, una notebook, una netbook y wi fi. se entiende?
saludos
Publicar un comentario