Daniel Salzano (1941) es un escritor argentino, nacido en Córdoba. Por esa razón no existe para el “canon” de la “literatura argentina” que se bendice en “Puán”, el suplemento literario de la tribuna de gorilas y el del ruin diario argentino. Salvo Lugones y Capdevila -que están muertos hace más de 50 años y por lo tanto no molestan para el “negocio”- el Gotha literario argentino (porteño) no incluye cordobeses, está circunscrito a Pablito m mm que dice que el mejor libro del año es el de Marcelito mmm, que a su vez responde que el mejor es el de Pablito m mm y el de Jorgito mmm mm. Y así sucesivamente en un juego de comerse la cola o de tomá vos y dale a Braulio y de otras prácticas endogámicas.
Por suerte, y por cualquier azar que sea, a este tipo se le ha dado por escribir teatro, temas musicales, poesías y unas crónicas que, a mi modesto entender, son maravillosas. Algo hay en ellas, su frescura quizá, que me hace recordar a las de Drummond de Andrade y a las de Piolín de Macramé. Como puede haber en mi juicio algo de nostalgias cordobesas, o el recuerdo de tiempos y lugares conocidos, acá tienen una de muestra. Después me dicen.
Caballero
De todos los mozos del bar Sorocabana / el que mejor preparaba los licuados era el primero de la izquierda / un tipo con el pelo ondulado y uñas de guitarrista que pelaba las bananas como si estuviera trasplantando un corazón.
Únicamente poniendo mucha atención podías advertir que utilizaba la misma cantidad de hielo picado y las mismas cucharadas de azúcar que los otros, pero que tenía una técnica distinta para pulsar el botón de arranque: en lugar de llevarlo del 0 al 1 y del 1 al 2, lo colocaba en un punto cuya graduación directamente no existía, una especie de 1,753426, que mantenía con la mandíbula tensa y el brazo contra la axila, como si escondiera un revólver.
Todo esto yo lo veía con la punta de los pies apoyada en el estribo de la barra y la mirada a la altura del filo del mostrador.
Con el mismo hielo y con la misma leche que los demás sacaban un vaso, él obtenía un vaso y medio. Después los colocaba sobre una servilleta de papel y te los acercaba diciendo servido, caballero.
Eso me mataba. ¡Caballero!
Hay una etapa en la vida de los hombres en la que no saben ni qué decir ni qué hacer. Bueno, en ese momento es muy importante que alguien te diga caballero.
La primera vez que me compraron un traje de pantalones largos me llevaron a la sastrería Belfast y el saco me quedaba bien pero el pantalón, no. Algo pasaba. Ni era yo ni era el pantalón, pero había algo que no funcionaba. Entonces el sastre, un viejo cuyo cigarrillo ardía como un torpedo, me susurró al oído:
–El bulto a la izquierda, caballero.
Eso me mataba. ¡Caballero!
A veces creo que esas cosas deberían enseñarlas en el colegio. Cinco por seis 30, cinco por siete 35, cinco por ocho 40, el bulto se carga a la izquierda, caballero.
Hay personas que comprenden todo aunque su única función sea preparar licuados de banana o marcar el ruedo de un pantalón con la boca llena de alfileres. En cambio, hay gente que haga lo que haga jamás comprende nada.
Muchas veces, al comenzar a escribir una crónica, pienso que puede haber un pibe observando por encima del hombro, con la punta de los pies apoyada en el estribo de la máquina. Siempre y cuando consiga mantenerme en 1,753426, no hay ninguna diferencia entre escribir un buen artículo y preparar un buen licuado. Esa parte de la profesión es la que me mata, caballeros.
Daniel Salzano, El muchacho que no sabía llegar al fondo de las cosas.
En este enlace con el diario La voz del interior, para el que escribe las crónicas, se pueden leer otras seleccionadas por el autor. Vidas Paralelas y Ni un solo beso que perder son un hallazgo, pero corto acá porque no quiero atosigarlos…
http://www.lavoz.com.ar/opinion/quienes-y-cuando-10
Gracias a mi prima Susana, que cada tanto me manda algo para hacerme recordar que Córdoba va. Se puede escuchar acá:
http://www.youtube.com/watch?v=KpIHvjQCiug
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sábado, 11 de diciembre de 2010
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6 comentarios:
Me encantó esta crónica. Más que nada porque el tipo te cuenta tu propia vida como sin darse cuenta.En mi caso la pregunta fue distinta, pero igual: ¿Para dónde carga, caballero? No usó la palabra bulto probablemente porque en mi caso hubiera sonado exagerado. También me dio la opción de cargar a la derecha, lo que demuestra que en Uruguay siempre hubo una mayor tolerancia, je.
Pero que te dijeran "caballero" cuando hacía poco que estrenabas los largos era como el espaldarazo definitivo.
Y lo más increíble; acá también teníamos un Sorocabana en el que un señor de esos hacía los infaltables licuados de banana con leche con parecida ceremonia.Nunca me fijé si la perilla de la licuadora quedaba en el punto áureo...1.618 o casi, lo que hubiera sido más lógico en Montevideo, por la influencia del viejo Torres. Se ve que en Córdoba, para marcar diferencia no más, se inventaron su propio número de oro.
Me mató el tipo.
Voy a tratar de leerle más cosas.
Me recordó un poco a Wimpi, aunque Wimpi era un poco más "filosofero".
¡Cómo se le pasó el 1.618!
Ése debía ser el número, indudablemente (sindudamente, en cordobés), pero con tal de llamar la atención los cordobeses son capaces de cualquier cosa.
Confieso que cuando leí "Ni un sólo beso que perder" pensé en vos y en el Tata. Me dije: esto lo entenderían ambos perfectamente.
Lo de que Daniel Salzano NO EXISTE, lo puse porque fui a una librería y, después de consultar la computadora, la empleadame dijo: "No existe un escritor con ese nombre".
Un abrazo
Muy mal, Fernando!!!! No me tuviste en cuenta.¿Por qué sólo al Tata y al Santi?....mmmmm ..discriminación de cerebros y humor a la vista de todo el mundo:)
Me leí todo lo que sugeriste y esta buenísimo.
Te participo de mis "breves reflexiones"
1.-el tema del la izquierda o la derecha me la contó en secreto una una amiga a los doce años, ja, ja ,ella había escuchado al padre sin que él se diera cuenta. No era cosa que las madres enseñaran a las niñas del hogar.
2.- Si el autor hubiera escrito el número de la medida áurea me hubiera desilusionado. Es de Córdoba y es de acá, de los "pajueranos", o sea gente de "afuera" de la capital, expresarse con ciertas exageración, no sólo para asombrar, sino para expresar cierto desdén por la exactitudes de "la gente que sabe".
Fernando estás un poquito olvidado de la vida de pueblo:)
3.-Te presto un truco para preguntar por un libro a los actuales vendedores,generalmente jóvenes.
"No existe" significa "no lo tenemos" o "no lo conozco y vaya a otra parte a pedir libros raros":)
Mi truco es hacerme más vieja y más de tierra adentro de lo que soy. Insisto, comento sobre mi desilusión ... "qué raro porque un señor que lee mucho me lo recomendó" hasta que al `pobre tipo le da lástima la infeliz anciana y revisa hasta 5 años atrás en la PC.
Eso fue lo que me pasó con Zama en Montevideo y en Buenos Aires. Estuve segura de que me daría datos seguros un porteño con aspecto de viejo lector.
Eso sí, corrés el riesgo de hacer el ridículo.
A mí, hacer el ridículo me da sus recompensas :)
4.-Pregunto: ¿existe el Campeonato de besos o es un chiste?
Marple:
Trataré de reparar el error cometido con la respuesta al punto 4: Y, si nos anotamos los dos al menos...
Punto 1: Así es, parece que el derecho es el lado artístico y el izquierdo el racional. Tiene su explicación, pero no es para poner aquí.
Punto 2: tenés toda la razón. ¡Qué falta de sutileza provinciana la mía!
Punto 3: Me niego. Aunque me esmere será difícil aparecer más ridículos y anacrónicos de lo que estamos/somos.
Un abrazo.
Fernando:
deduzco que mis comentarios son ridículos porque es de la única forma que me manifiesto en Internet:)
Yo sé que puedo llegar a ser más vieja y anacrónica aún. Lo terrible será cuando no me dé cuenta.
Ah...la coquetería masculina!!!
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