La ley de los rendimientos decrecientes
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1 El beduino
Un rico empresario árabe se extravía en el medio del desierto. Dos días después, a punto de morir de sed, llega exhausto a un oasis y pide, desesperado, un vaso de agua. El beduino a cargo le exige un millón de dólares. Sin alternativas, acepta las condiciones, paga y, luego de beberlo comienza a reponerse. Al rato, solicita otro vaso y cuando se lo trae vuelve a preguntarle:
-¿Cuánto vale?
-Ya te dije, un millón.
-Ni loco pago ese precio. Creo que trataré de continuar, a menos que aceptes quinientos mil…
-Trato hecho, -paga, bebe el segundo vaso y le pide un tercero.
-¿Cuánto es?
-Ya sabes…
-No estoy dispuesto a pagar tanto. Te ofrezco diez mil dólares…
La cosa sigue hasta que el tipo llena su cantimplora con vasos de agua que paga a un dólar por cada uno. Ya repuesto, saluda al beduino para despedirse.
-Antes de irte, tomate este vaso de agua. Es gratis, te lo obsequio.
-No quiero, gracias.
El cuento ilustra, con cierto humor (aunque no haga reír ni a mi tía), una de las leyes más famosas de la Economía Clásica, la “Ley de los Rendimientos Decrecientes”, que dice más o menos esto: en cualquier proceso económico se obtendrá menos rendimiento productivo si uno de los insumos de entrada se incrementa mientras los demás factores permanecen constantes.
Fue formulada a principios del siglo XIX por David Ricardo (1772-1823) y Thomas Malthus (1766-1834) en los primeros intentos de dotar a la Economía con bases científicas.
Suena algo abstracta y siempre se termina dando ejemplos como el del beduino para facilitar su comprensión; pero Marcel Proust, en su famosa página sobre el té y la magdalena, hace un resumen magistral al comentar cómo el intenso placer que le causó el primer sorbo fue disminuyendo con los sucesivos. Más allá de la simple explicación de la Ley, propone una salida a la encerrona: “¿Buscar? No sólo buscar, crear”, es decir producir. Lo que se dice, un economista capitalista clásico.
Marcel Proust, En busca del tiempo perdido, Tomo I (Del lado de Swann)
¿De dónde había podido venirme esa poderosa alegría? Yo sentía que ella estaba ligada al gusto del té y de la magdalena, pero que ella lo sobrepasaba infinitamente, no debía ser de la misma naturaleza. ¿De dónde venía? ¿Qué significaba? ¿Dónde aprehenderlo? Bebo un segundo trago y no encuentro nada más que en el primero, un tercero que me aporta un poco menos que el segundo. Ya es tiempo de que pare, la virtud de la bebida parece disminuir. Es claro que la verdad que busco no está en ella sino en mí. Ella la ha despertado, pero no la conoce, y no puede más que repetirla indefinidamente, cada vez con menos fuerza, ese mismo testimonio que yo no sé interpretar y que yo quiero al menos poder volver a demandar y encontrar intacto, a mi disposición, en seguida, para un esclarecimiento decisivo. Dejo la taza y me vuelvo hacia mi espíritu. Él debe encontrar la verdad. Pero ¿cómo? Grave incertidumbre, todas las veces que el espíritu se siente sobrepasado por sí mismo; cuando él, el investigador, es todo entero el país oscuro donde debe buscar y donde todo su bagaje no le sirve de nada. ¿Buscar? No solamente: crear. Está frente a alguna cosa que no es todavía y que sólo él puede realizar, y después hacer entrar en su luz.
(Trad. Mario Goloboff)
Confieso que no sabía si clasificar esta entrada como “de humor” o “de literatura” porque, con justa razón, no es ni una cosa ni la otra. Voy a agregar un par de yapas a ver si consigo inclinar la balanza para algún lado. Sepan disculpar.
2 Best seller
El recaudador de impuestos estaba eufórico, su libro se vendía como agua a pesar del largo título: ¡Cómo le saqué un millón de dólares, en quince minutos, al autor del libro ¡Cómo ganar cinco millones de dólares en un año”!!
También Isaac Asimov ha escrito un cuento donde hay referencias directas a la Ley de los rendimientos decrecientes: Más cosas en el cielo y en la tierra, que está en su libro Azazel.
Se puede leer en este enlace:
http://mdarena.blogspot.com.ar/2010/05/azazel-isaac-asimov.html
Las ilustraciones son, tapa de Vanity Fair -dibujo de Robert Risko- y Proust según el fallecido David Levine, para The New Yorker, en diferentes épocas.
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domingo, 20 de mayo de 2012
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2 comentarios:
FERNANDO:
comento en broma porque es evidente que ante este post compruebo que mis neuronas estan en rendimiento decreciente.No entiendo mucho la ley pero lei los cuentos de Azimov.Entre ellos hay un personaje que era capaz de escribir las ecuaciones mas dificiles "sin que se le moviera la tiza".Me hizo mucha gracia esa expresion y desde ya le digo que usted va por ese camino:)Piedad!!por favor!!!
Otra conclusion a la que he llegado es que el mate es superior al te. Mientras el mate se va lavando,es increible como aumenta la produccion de pensamientos.
Bromas aparte, me parecio genial relacionar a los economistas con Proust y el diablito de Azimov.
Marinarrosa:
¡Eso! ¡Una versión criolla de Proust donde el té y la magdalena se reemplazan con mate con bizcochitos de grasa!
Con respecto al comentario final le digo que con gratificaciones como esa voy a quedar ruborizado por el resto del mes.
Un abrazo.
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