lunes, 9 de julio de 2012

Alejandro Dumas y el telégrafo óptico


Los mensajes “virtuales” son una antigüedad que se ha vuelto a poner de moda gracias a ciertas mejoras tecnológicas. La diferencia entre lo virtual y lo concreto está dada por la materialidad del envío (no es lo mismo, que una mina te largue con un tweet de 140 caracteres a que te parta el mate con el filo de la plancha).
En tiempos primitivos todas las comunicaciones a distancia eran “virtuales”: hogueras durante la guerra de Troya, más tarde el tam-tam de los tambores africanos o las señales de humo entre tribus indígenas.
Luego hay un período en que se imponen las comunicaciones “concretas” viajando en diferentes transportes: los correos y las cartas (que tienen peso, sangre, lágrimas, color, rouge, perfume, etc.) iban y venían a pie, a caballo, en coche o –cuando se necesitó más velocidad– llevados por palomas mensajeras.
El telégrafo óptico fue el primero de una larga serie de instrumentos, que llegan hasta el teléfono celular, internet y la radio-televisión, en cortar la serie y restablecer la  virtualidad de las comunicaciones.

Tomando como base una idea de Robert Hooke de 1664 (“dar a conocer el pensamiento a distancia” con una especie de semáforo) los hermanos Chappe pusieron en marcha en 1794 una “línea de conexión” entre Lille y París (230 Km) con 22 torres que pasaban señales visuales entre ellas. Avistadas con catalejos y debidamente decodificadas carácter por carácter, se convertían en un mensaje. Cada signo se mantenía unos 20 segundos “en el aire” para que el operador lo pudiera leer correctamente y pasarlo a la torre siguiente para que continuara su “viaje” por la línea. Obviamente el sistema era de una sola vía o “simplex”, es decir que transmitía en un solo sentido a la vez.
De inmediato se suman varios países entre ellos España que, para 1800, pone en funcionamiento el tramo Madrid-Aranjuez de la línea Madrid-Cádiz. Las mejoras en los sistemas ópticos fueron fundamentales para alargar al máximo la separación entre las Torres-Estaciones que oscilaba entre 8 y 12 km.

Por raro que parezca ahora, el sistema se usó durante más de 70 años, las líneas alcanzaron varios miles de kilómetros y cayeron en desuso por la competencia a las que la sometió el telégrafo eléctrico a partir de mediados del siglo XIX. La línea Madrid- Irún en la frontera con Francia por ejemplo, tenía 52 estaciones (aprox. 550 Km) y la transmisión de un mensaje tardaba unas 6 horas, bastante menos que los 3 días que se tardaba a caballo pero mucho más que los pocos minutos del telégrafo de Morse.
De toda esa parafernalia lo que queda hasta el presente son algunas torres en la Comunidad de Madrid, una de las cuales, la de Monterredondo ha sido reconstruida con esmero (se la puede visitar)


y algunas menciones en la literatura, de las cuales la más singular está en El conde de Montecristo de Alejandro Dumas (p) (Cuarta parte – Capítulo 3, El telégrafo y el jardín, o Cap. 53 si están numerados de corrido).
Cuando el Conde se venga de los traidores, provoca la quiebra de su rival Danglars, banquero y operador de bolsa, sobornando al encargado de una torre del telégrafo óptico para que transmita un mensaje falso, haciendo bajar unas cotizaciones. Allí Dumas expone de manera muy amena las responsabilidades del encargado y las características del funcionamiento del engendro.
También José María de Pereda se refirió a los telégrafos ópticos en su obra Pedro Sánchez de 1883 como pueden ver en el siguiente enlace, donde hay un artículo muy interesante sobre los telégrafos ópticos en España del que también he tomado las fotos y algunos datos.
La conexión del telégrafo óptico con A. Dumas (p) la tomé de:
Los caminos de la palabra, Ing. HORACIO REGGINI, 1996, Ediciones Galápago, Buenos Aires.
El autor de la caricatura de Dumas es de Gill.
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4 comentarios:

América dijo...

Interesantísimo articulo Fernando, yo lo he disfrutado más en el aspecto global .Establecer virtualidad de las comunicaciones ha sido un reto desde hace siglos para el hombre, nos sorprendemos del avance en las misma y hay que ver el mérito de cada una de ellas y como se reconoce el interés de la humanidad por mantenerse comunicado a la mayor brevedad posible. Rapidez y eficacia .El pasaje de Dumas, muy certero de tu parte, ¿Cómo dependemos de un tercero o de falsas identidades aun hoy en día? notable amigo, notable.
Un largo abrazo.

Fernando Terreno dijo...

América:
Cono vos decís, en este mundo de comunicaciones virtuales es todo un trabajo identificar mentiras y falsas identidades.
Y ni siquiera tenemos la posibilidad de "matar al mensajero"...
Un abrazo.

Marossa dijo...

Opino como Julieta en la escena del balcón:

Julieta:- ¡Sólo tu nombre es mi enemigo! ¡Porque tú eres tú mismo, seas o no Montesco! ¿Qué es Montesco? No es ni mano, ni pie, ni brazo, ni rostro, ni parte alguna que pertenezca a un hombre. ¡Oh, sea otro nombre! ¿Qué hay en un nombre? ¡Lo que llamamos rosa exhalaría el mismo grato perfume con cualquiera otra denominación!
Mis disculpas por la anterior"romanticada",pero me sentí cautivada (dominada,diría América) por el Conde de Montecristo quien no se quedó corto en falsearse identidades:)

Disfruté mucho mirando unos dibujos sobre la máquina y su funcionamiento.
Sería lindo tener una de esas torres abandonadas para leer tranquilamente.Sólo le agregaría algo de calefacción:)

Saludos invernales

Abrevié mi nombre pero creo que soy la misma

Fernando Terreno dijo...

Marossa(Di Giorgio de Montecristo):
Si le gusta tanto ser "otras" y jugar con las identidades, es natural que le agrade Shakespeare.
Eso sí, si lleva usted sotana será un cura, porque algo así decía él: eres aquella de quién estás vestida.
Con respecto al oficio de torrero le digo que era muy jodido (salvo los días nublados)...
Corto acá porque la tarifa del "óptico" es por cada carácter.
Slds crdls