lunes, 11 de marzo de 2013

Clases de literatura por $2 - Cartas y escritos en las novelas - 2a parte

...viene de la entrada anterior.

Estas páginas fueron encontradas en una farmacia de Almendralejo en 1939 y desde entonces las he ido ordenando ya que el manuscrito era poco menos que ilegible. Esto dice Camilo José Cela en la nota con que empieza  La familia de Pascual Duarte y a renglón seguido: La obra que hoy presento al curioso lector no me pertenece sino la transcripción; no he corregido ni agregado una tilde… He preferido en algunos pasajes demasiado crudos de la obra, usar la tijera y cortar por lo sano…
El pobre Pascual envía el original, escrito en la cárcel, a Joaquín Barrera, amigo personal de Jesús González de la Riva, a quien el propio Pascual mandó a mejor vida por lo que fue condenado a prisión. La carta más el manuscrito se los entregó el reo al guardia del presidio Cesáreo Martín y ni Cristo ni el autor han podido enterarse cómo diablos fueron a parar a Almendralejo y a la farmacia.

Tomás de Mattos, también se prende al juego y para su gran novela ¡Bernabé, Bernabé! inventa la voz femenina de Josefina Péguy, señora de la alta sociedad uruguaya que, hacia 1885, escribe una carta a pedido del director del periódico montevideano El indiscreto contándole, con lujo de detalles, la verdadera historia de las matanzas que hacia 1831 hicieron los Rivera y sus secuaces.
Mattos puede ser acusado de abuso con relación a Josefina ya que otra novela suya, La fragata de las máscaras, también es una transcripción de otra carta de ella cuyo destinatario original era Herman Melville.
Como el tipo es listo, se ha curado en salud aclarando que el que anduvo hurgando esos papeles fue un tío de Josefina que se encargó de ordenar e inventariar todo. Pero el tío Gustavo ya falleció así que podemos dar por cerrado el asunto y creerle al autor que, por otro lado, es el Director de la Biblioteca Nacional del Uruguay así que no nos busquemos más problemas de los que ya tenemos con los vecinos.

Finalizaré con otra novela corta: Marta Riquelme, de Ezequiel Martínez Estrada. Es una delicia de confusiones que comienza con un prólogo explicando que se trata de las Memorias de Marta, a la que no conoce, pero cuyos originales le fueron alcanzados por un conocido editor (el que a su vez los recibió de un amigo de la autora) para que, si eran de interés, los publicara agregando un prólogo. Al llevar el manuscrito a la imprenta este se pierde (pero él lo ha estudiado y revisado tanto que lo recuerda de memoria) y el prólogo continúa en forma desopilante por dos caminos: la búsqueda del responsable del extravío (el linotipista, el corrector, etc., etc.) y los comentarios que Martínez Estrada va haciendo al escrito y que le provocan admiración e hilaridad. Se ríe al recordar algunos pasajes de las tales Memorias pero lo cierto es que transcribe casi nada salvo sus propias impresiones. El final es maravilloso: “Todo lo que sigue es sencillamente estupendo” (pero la novela termina allí, en el prólogo).

Peor me fue a mí, que llegué a ella por una confusión mayor: creí que se trataría de una hermana de Juan Román Riquelme y que por fin tendría en mis manos el final de esta otra novela: que averiguaría si volverá o no a jugar en Boca Juniors y más aún, si hará algún gol antes del fin de los tiempos o nos seguirá arreglando con el cuento de la buena pipa. Demás está decirles que estoy “como cuando vinimos de España…”
FIN
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