Por Fernando Terreno
En
1970 Manuel Scorza publicó la novela Redoble
por Rancas donde narra la lucha que llevaron adelante los campesinos de los
Andes peruanos, entre 1950 y 1962, para recuperar sus tierras usurpadas por los
grandes hacendados y la minera norteamericana Cerro Pasco Copper Corporation.
Años
después, la prensa peruana difundió estas noticias:
· Lima, 28 de julio de 1971. El presidente
de la República del Perú, Gral. Juan Velazco Alvarado anunció el indulto y
liberación de Héctor Chacón, de 57
años, condenado a 16 años de prisión, de los que lleva cumplidos once. La
libertad se le otorga en coincidencia con el sesquicentenario de la
Independencia, por considerarlo un “símbolo del sufrimiento de los comuneros
del Perú”.
·
Rancas, 1975.
El Gral. Francisco Morales Bermúdez, sucesor de Velazco Alvarado, acompañado
por todo su Gabinete de Ministros, proclamó desde esta localidad la
continuación del proceso de Reforma
Agraria.
·
Yanahuanca, Junio
de 1983. Alcira Benavides fue secuestrada en su hacienda por el grupo Sendero
Luminoso y luego asesinada en la plaza pública.
Lo
que convierte en extraordinarias a lo que serían tres informaciones comunes o
habituales de los diarios es que sus protagonistas son los mismos que los de la
novela. Tanto o más llamativo porque, esta vez, la ficción antecede a la
realidad. La única diferencia es que en la novela Alcira Benavídes se llama
Pepita Montenegro. El mismo autor advierte desde el prólogo: “Los protagonistas, los crímenes, la traición
y la grandeza, casi tienen aquí sus
nombres verdaderos”.
Redoble
por Rancas forma parte de una serie de cinco novelas escritas
entre 1970 y 1979. El quinteto, al que llamó La guerra silenciosa, se
completa con Historia de Garabombo, el invisible, El jinete insomne, Cantar
de Agapito Robles y La tumba del relámpago.
Cuando
se publicó, en 1970, produjo un sacudón en las letras y la vida política
peruana. Admitía una lectura política por la proximidad de los hechos
denunciados y los sueños revolucionarios que se imponían en sus lectores.
También podía ser considerada como un cierre o culminación de las novelas
indigenistas. Otros la veían como una suerte de combinación de las nuevas
formas narrativas de la novela latinoamericana, una mezcla de realismo mágico
con Rayuela y una base de compromiso
político.
Puede
que haya algo de cada cosa, pero el estilo y las formas son absolutamente
clásicas y recuerdan el tono épico de Cervantes, incluyendo un resumen como
encabezamiento de cada capítulo, al igual que en el Quijote. La utilización de elementos mágicos y míticos está al
servicio de la dimensión de los personajes y de dar un tono poético a las
gestas, pero siempre con una correspondencia con la realidad o, a lo sumo, para
lograr un tono paródico o grotesco que destaque alguna característica o
situación. En este sentido está más cerca de Cervantes y de lo real maravilloso
de Alejo Carpentier que de las fantasías estrafalarias y sobrenaturales del
realismo mágico.
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2 comentarios:
¡Qué interesante situación, Fernando! La realidad – en este caso, dada por las noticias- confirma ¿y homenajea? la imaginación del autor. Voy a tu otro artículo sobre el tema y desde ya, no he leído ni una de las novelas de Scorza, de modo que voy a paso lento…
Susana:
Esto confirma que los escritores son tipos peligrosos. Lo que escriben, a veces, termina sucediendo...
Un abrazo
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