miércoles, 7 de mayo de 2014

Un escritor de ficción - 2a (última) parte


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Buscaré otro autor para representar en el que confluyan una imagen y una escritura que me gusten y donde el camuflaje se disuelva hasta hacerse invisible. Esta es la tarea, pero no me resulta fácil. Porque si de imagen se trata, yo quisiera verme como Beckett en esa foto en que parece un gallo viejo o una iguana prehistórica; pero cuando lo escucho no me reconozco, no lo siento argentino, su música no tiene que ver conmigo, yo no estoy allí.


Lo que tendría que hacer es afrontar el problema de buscar mi escritor argentino. Los que más me gustan, ya lo saben, son Blaisten y Denevi. No sé lo que daría por escribir un par de frases de Isidoro pero por nada del mundo me dejaría bigotes. ¿Cómo puede ser que una escritura tan original, creativa y bella esté hecha por un par de tipos con bigotes?
¿Qué tendrá que ver?, pensarán ustedes. Sin embargo creo que debe haber algo allí, ¿Acaso no dice el Gran Profesor: “El universo de la novela está en los detalles.”?

Lo mismo me sucedió tiempo atrás, cuando andaba convencido de que para escribir bien, siendo argentino, debería haberme llamado Abelardo. Mis dos escritores preferidos en los 90 eran Abelardo Arias y Abelardo Castillo (hago aquí un pequeño paréntesis, porque sé que el profesor se incomodará aún más ya que al menos uno de los dos no es santo de su devoción.)
¿No creen posible que haya una relación entre el nombre, la figura y la escritura de esos tipos? Algo tiene que haber, porque si no los padres les hubieran puesto otros nombres. Si alguien le pone Homero, Virgilio o Abelardo a sus hijos, desde el vamos ya les está marcando una escritura. Ni Cristo me convencerá de lo contrario.

Habiendo llegado hasta aquí, yo mismo quisiera saber ¿quién y de qué estuvo hablando? ¿Por dónde anduve dando vueltas? Creo que lo que estoy preguntando es: ¿Solo el texto es escritura?
A esta altura de la soirée, ahora que no disponemos solo de un cuño y unas tabletas de arcilla, o de una pluma de ganso, tinta y papel; ahora que tenemos una parafernalia de multimedios a disposición, ¿hay que inscribir sólo palabras?
Si lo que hay apilado acá arriba fuera una historia con música, colores, olores y un vestuario teatral, ¿no sería más atractiva?
¿O todo fue un engaño y no son más que palabras que, una vez más, contribuyeron a hacernos el cuento?

Abril de 2014

El autor de las caricaturas es Fernando Vicente.
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