martes, 2 de julio de 2013

Razones para NO leer novelas - Clases de literatura por $ 200


Continuamos las clases de literatura, esta vez con el aporte de otro granito de arena a nuestra campaña contra la lectura que iniciamos con:
¡Abajo la lectura! - 7 de diciembre de 2011
http://lapulpera.blogspot.com.ar/2011/12/abajo-la-lectura.html
y seguimos en:
¡abajO la leptura! – Humor  -  14 de marzo de 2013
http://lapulpera.blogspot.com.ar/2013/03/abajo-la-lebtura-humor.html

Uno de los primeros en llamar novela a algunos textos suyos fue Cervantes. En el medio de la escritura del Quijote -que relataba cosas importantes, “historias” o “andanzas”- se dio tiempo para escribir unos relatos cortos a los que llamó Novelas ejemplares. El nombre novella (diminutivo femenino de novus) ya lo había usado Bocaccio en Italia, y se considera que las primeras novelle de occidente se escribieron en latín durante el imperio romano
Novela viene de nuevo, de novedad. Y ya sabemos lo que sucede, generalmente, con lo novedoso: dura menos que un lirio. La propia palabra, en su ingenuidad, nos está advirtiendo, desde el vamos, que estamos a punto de cometer un desatino, que tenemos una probabilidad muy alta de tragarnos una cosa efímera y perder un tiempo precioso.

Si los lectores que nos precedieron se hubieran dedicado a leer a los “nuevos novelistas” de sus épocas (o a sus “nuevas novelas”), en nueve de cada diez intentos se hubieran topado con una larga lista de autores que, gracias a dios, se perdieron en la noche de los tiempos.
Los antiguos, por ejemplo, antes de llegar a un Platón o a un Sófocles se hubieran tenido que fumar a Tirón de Orechies, a Teotocles (y a una tía suya que también escribía), a Isa B. Lusalendus, a Painfulo de Cigotos y a Infladorius Ovariotis; a los que por suerte ya nadie recuerda.
Hasta decantar a Dante, Cervantes, Shakespeare y Lope, enturbiaban la literatura de sus tiempos Bartolomeo de la Rúa, George Brushes –con sus Tractatus Destructoris-, el Conde Lanator, Sarko Berluschini, Francisco Torquematti, Zafo de Casualitté, Ludovico de Siquirru, Arie Paluchot y Castruccio Castracane, entre otros de cuyas obras –gracias ángeles del cielo que nos dan esta alegría- nada queda.

El lector, seguramente está adivinando lo que queremos, humildemente, decir: a pesar de estar rodeados de una pléyade de grandes novelistas es muy posible que no podamos hacer contacto con ellos y nos tengamos que comer todas las novedades editoriales incluyendo cosas como cincuenta veces cincuenta sombrías historietas o best sellers como uno que anda por ahí con el significativo título de: En busca del olvido.
Usted ya lo sabía de antes, si lo que está leyendo es un boom, lo más probable es que en esa explosión le toque el papel de víctima (sí, claro, hay excepciones…).

De modo que, si quiere zafar, NO lea novelas. Absténgase hasta donde pueda.
En caso de que sea usted un adicto y no pueda estar sin leer, lea sólo “novelas viejas” (es decir "viejelas"). Eso y no otra cosa son los clásicos, a pesar de la aparente contradicción: “novedades viejas”, cosas probadas y con garantía.
Ya lo dijo el gran Miguel de Unamuno: “Para novedades, los clásicos.” ¿O era Azorín? ¿O era Miguel Brindisi? ("Para Huracán todos son clásicos.") 
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2 comentarios:

América dijo...

Ay Fernando, claro que recuerdo tu articulo ABAJO LA LECTURA, hoy te leo con pinzas, tú eres un gran lector, devoras todo lo que se pueda leer, cualquier género, me dejas con muchas preguntas en el aire.
Te dejo un fuerte abrazo.

Fernando Terreno dijo...

América:
Y yo recuerdo los comentarios... entre ellos el tuyo y me reconozco un cobarde.
Cualquier día me animo, cuelgo La Pulpera y pongo un aviso: Se solicita lectora.
Un abrazo