lunes, 15 de junio de 2009

Tandil 1872 La montonera de Dios -2-

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La situación histórica y los roles asignados al "gaucho"

Las matanzas de enero de 1872 en Tandil ocurrieron durante la presidencia de Sarmiento, en el marco de la gestación del proyecto de nación que se va a consolidar definitivamente desde 1880 en adelante.
Acaba de terminar la guerra contra el Paraguay con su saldo de más de 250.000 muertos (algunas fuentes estiman la cifra entre 400 y 500.000). El progreso irrumpe con ímpetu y se muestra en el paisaje: tranvías, ferrocarriles y líneas de telégrafo comienzan a surcar el territorio.

Pero a este proyecto de nación le falta una pata: no tiene lugar para el gaucho, ni tiempo para que se acomode a los cambios. La organización política y productiva, que hasta ese momento lo había usado como carne de cañón, lo rechaza y deja de lado, mientras privilegia a los inmigrantes que va a buscar a Europa. Su presencia real aparece como un obstáculo para los planes oficiales, que le dejan pocos caminos: ser trabajador golondrina o jornalero, milico o recluta para la frontera, o ser marginado de la ley y aniquilado.
No es casual que en 1872 se publiquen el “Santos Vega” de Hilario Ascasubi y el “Martín Fierro” de José Hernández, que tratan de las cuitas del gauchaje y sus penurias.

La acción solidaria y el mensaje xenófobo-mesiánico de Gerónimo “Tata Dios” Solané prenden entre esos gauchos excluidos y se corporizan en su oposición a todo lo extranjero. El fanatismo y el delirio místico que transmite a sus seguidores explotan en esa jornada de rebelión, con su sangriento saldo.
“ Y ese estado social reposa en la injusticia inicua de tener la Provincia dividida en dos clases, una privilegiada, compuesta de los habitantes de la ciudad, de los grandes propietarios rurales y de los extranjeros; la otra, vejada y oprimida, compuesta de los trabajadores de la campaña”. El alegato del abogado Martín Aguirre, defensor de los gauchos procesados por los asesinatos de Tandil, tiene una fuerza, una sinceridad y una originalidad notables.
El gaucho no es todavía, ni por asomo, la esencia del “ser nacional” y el arquetipo del “coraje y los altos valores de la Patria”, sino un sujeto indeseable, molesto y vago que debe ser sustituido por inmigrantes de estirpe trabajadora e industriosa (que necesita la “maquinaria del progreso”).

Treinta y dos años después, la misma elite que despreció a los gauchos hace lo propio con los inmigrantes, que se empiezan a organizar para reclamar el cumplimiento de promesas y derechos, y los señala como agentes de la anarquía y del caos social y político. Se vota la Ley de Residencia y se expulsa a los inmigrantes que no se “disciplinan”. Es precisamente en ese momento cuando se dan las condiciones para el retorno del gaucho. Se reinventa al personaje: transfigurado en literatura, poesía y tradición es convertido en escudo protector de una nacionalidad telúrica que intenta conjurar las nuevas ideas políticas de los inmigrantes que ponen en entredicho al programa “liberal”.

Los gauchos dejan de ser los “feos, sucios y malos” de la historia para pasar a ser depositarios de los “altos valores de la argentinidad” y de otra serie pomposa de activos intangibles, porque activos tangibles no reciben ninguno, ni de los gobiernos, ni de sus patrones. Tendrá que llegar el año 1944 para que sea sancionado, por decreto, el Estatuto del Peón de campo, que trae las primeras normas laborales, salarios mínimos, descanso, condiciones de abrigo e higiene, a las relaciones de los trabajadores rurales con sus empleadores.

Para el 2008, hay un nuevo reinvento del personaje: aparece el “gaucho de shopping” o “gaucho de Cardón”, que de gaucho no tiene nada: es un delegado de Martínez de Hoz, disfrazado, que aparece en programas de televisión o en caravanas de camionetas 4x4. Pero el análisis de estos “gauchos de plástico”, nuevamente usados como escudo para defender y esconder los intereses de la misma elite, quedará para otra ocasión.



He consultado y tomado partes de:
-El magnífico prólogo de Mariana Santángelo al libro de Nicolás Arispe, Nadie vio llegar a la montonera de Dios, 2005, Buenos Aires, Colección Orbital.
-y de: http://foro.elaleph.com/viewtopic.php?t=23531
Las ilustraciones son de Nicolás Arispe.


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7 comentarios:

FLACA dijo...

"De carta demás me vía
sin saber a dónde dirme,
mas dijeron qu'era vago
y entraron a perseguirme"

Esto refiriéndome a aquel gaucho al que podríamos llamar de carne y hueso. Respecto a esos de plástico trepados en 4x4 y que acá abundan levantando alguna que otra bandera bien clarita , mejor ni hablar.

Diego - Cerdos y Cerdas - dijo...

donde quedaron las boleadoras? - boleas o como si diga -

aplauda esta entarda

Jorge Aloy dijo...

Linda la analogía con el gaucho contemporáneo. Éste tiene tierras, justamente lo que el gaucho no tenía.
Pero el resto de la nota me trajo a la memoria lo que decía Macedonio: "Pobre el gaucho, siempre hablando en verso".
Jorge Aloy

ro dijo...

Bien interesante el enfoque, Fernando. A través de los tiempos, la silla del excluido ha sido ocupada por diferentes tipos sociales, según les acomodara a los incluídos. Y ahí van rotando, parándose y sentándose los míseros, a gusto de la voluntad de los verdaderos miserables.

Marple dijo...

Paso por acá y te saludo,nada más, porque si me pongo a exponer mi teoría de que en el fondo las cosas siguen igual, paso a no tener lugar en el proyecto La Pulpera:)

abrazos

Fernando Terreno dijo...

Gracias a todos por los aportes. Hoy, 18 de junio, lo reescribí tratando de mejorarlo porque esta segunda parte estaba un poco pesada y le sobraban palabras. Siguiendo los consejos de Quiroga le saqué los adjetivos que pude. También seguí las sugerencias de mi "correctora" y traté de clarificar y conectar más las partes.
Gracias de nuevo, por los versos, por la silla, por las boleadoras y por Macedonio.
Un abrazo
Fernando

América dijo...

Aunque es un tema local,o mejor dicho fuera del alcance de mis conocimientos lo he leído con atención,me ha gustado y me voy con la sensacion que de que me asomo al mundo a través de otra ventana,un abrazo Fernando.